Capítulo 2 Soltera

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Diana Hernández

Han transcurrido 4 años (1992), me especialicé en ser estilista y actualmente tengo un salón de belleza que a decir verdad no me va mal. Ahora me encuentro trabajando en el.

El chico que me gusta ya no regresó en estas vacaciones, supongo que ya estará casado con una mujer de su misma clase.

Ya rengo 20 años, entonces decido darle paso a mi vida amorosa que increíblemente no he tenido y por eso todos están encima de mí diciéndome cosas como esta. "¿Te vas a quedar para monja?" "Tienes que buscarte un novio para casarte, ya."

¡Por favor! Como si ellos mandaran en mi vida, pero en realidad tienen un poco de razón.

¿Cómo a esta edad no he tenido novio siquiera? Lo sé, era por mi obstinación de estudiar, terminar alguna especialidad para vivir y mantenerme por sí sola.

No le hacía caso a ningún chico porque siempre le miraba algún defecto y era la excusa perfecta para no enamorarme hasta haber terminado mis estudios. Increíble, no. Cualquiera diría que estoy mal de la cabeza.

Culmino mi labor en el salón de belleza, ya mi amiga se ha ido minutos antes, entonces me marcho a mi casa.

Minutos después, llego a mi hogar después de un largo día de trabajo.

Entro por la puerta de la propiedad que tiene la madera ya vieja.

Miro a mis padres en la galería del hogar sentados en las mecedoras de color caoba.

-Hola, mamá... Hola, papá. ¿Cómo están?

-Bien hija. ¿Y tú, cómo sigue el trabajo?

-De maravilla, mamá. Me está yendo súper. Estoy buscando dos estilistas más, la clientela está buena.-respondo posando mi mano en la pared de madera mientras ya estoy a un lado de la puerta de entrada del hogar.

-¡Oh! ¡Qué bueno! -Se maravilla mi madre y mi padre sonríe, entonces ella se levanta del asiento-. Ven, vamos a cenar.

Más tarde, nos disponemos a cenar. Estoy con mis padres en la mesa, mientras esperamos por Edward.

-Mañana iremos de viaje, hija. Tu padre y yo iremos al pueblo que lo vio nacer... A Constanza. -comenta mi madre de pronto.

-¿Y por qué van allá? -indago extrañada, pues hace mucho tiempo que no hemos ido a ese pueblo.

-Es por un pariente que está muriendo, hija. -contesta mi padre.

-Bien, pero cuídense mucho. -respondo sintiendo un frío extraño en mi corazón con esta repentino viaje de mis padres.

En este instante mi hermano llega y se sienta junto a mí.

-¿Me van a dejar solo con "esta", que se cree mi madre? -él interrumpe estrepitosamente la conversación.

-No hables así de tu hermana. -de inmediato lo regaña mi madre.

-¡Ay, mamá! Ella es insoportable. -expresa él en descontento y toma con ímpetu una cuchara siendo engreído.

-¡Cállate Edward, cállate!-Le grito al mocoso que porque tiene 16 años piensa que ya es un hombre.

Mi padre se enoja mucho y manotea con una mano en la mesa.

-¡Basta los dos!, ¿es que no podemos cenar en paz?

No estremecemos asustados y reconocemos que muchas veces no pasamos, seguimos discutiendo y nos disponemos a cenar en armonía.

Momento después, culminamos de cenar.

Luego transcurre un buen tiempo conversando alegres en la pequeña sala mientras mi padre nos cuentas anécdotas del pasado.

Más tarde, es hora de irse a la cama, ya mis padres están encerrados en su habitación, entonces voy caminando por el pasillo para ir hasta mi habitación.

Edward me alcanza a toda prisa para hacer lo de siempre, joderme.

-Eres una monja. "Lero, lero". -Se mofa él burlándose de mí.

-¡No te doy con mis chanclas, porque nuestros padres ya se fueron a dormir!-exclamo molesta.

-Por eso lo hago. Ja, ja. -confiesa Edward con descaro.

Ya frente a la habitación entro de pronto a mi dormitorio y cierro la puerta muy enojada con él, pero sabiendo que tiene algo de razón porque nunca me han conocido un novio ni enamorado.

            
            

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