Capítulo 5 Tragedia y nuevo amor

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Han pasado varios días.

Ya es la noche, de pronto, recibo una terrible noticia sobre que mis padres han tenido un accidente funesto por boca de la vecina que vive más adelante. Ella tiene una pequeña tienda donde ahí es que llamo y recibo llamadas, al igual que otros vecinos que obviamente se paga por el servicio.

Me derrumbo en un viejo mueble, totalmente horrorizada, sin poder creer lo que he escuchado.

-¡Ay, santo Dios! ¡No puede ser...! ¡No-o! -clamo, luego suelto un llanto enorme y desgarrador a este inesperado giro fatal en nuestras vidas.

Mi hermano deja lo que está haciendo y enseguida se levanta del asiento de la mesa viniendo hacia mí a toda prisa.

-¿Pero, qué pasa me asusta, Diana?

Con mis manos entre mi rostro saco todo el aire de mis pulmones para poder hablar.

-¡Edward...! ¡Nuestros padres han muerto! -Le grito con mi pecho partido en mil pedazos.

-¡¿Qué-e-e?! -Él queda totalmente turbado, luego reacciona.

Soltamos llantos hasta más no poder abrazados y desconsolados

Enseguida se reúnen los vecinos al escuchar los gritos y vienen para consolarnos, pero no hay consuelo para algo tan terrible.

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Al siguiente día.

Realizamos el velatorio y le damos el último adiós a nuestros padres, entonces llenos de dolor, juramos cuidarnos y estar unidos por siempre mi hermano y yo.

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Ha transcurrido el tiempo.

Casi finaliza el año(1992), ya es diciembre y aún tenemos mucha tristeza, por supuesto esto es algo que nunca se supera del todo.

Los vecinos están haciendo el aguinaldo de Navidad en el barrio, mi hermano y yo estamos celebrando junto a ellos en la calle.

En tanto estoy sentada en la acera de la calle junto a Edward después de haber hecho nuestra colaboración con ellos, entonces un hombre conocido por mí se acerca a nosotros.

-Hola. Casi no te veo, Diana.

-Es que, me la paso en mi trabajo. -contesto con una sonrisa.

-Lamento la tragedia de tus padres... -expresa él con evidente apuro en su rostro mientras está de pie frente a nosotros.

-Sí, es algo que no se supera... Espero reponerme un poco de esto. -Contesto cabizbaja con gran tristeza al recordarlos.

-Bien. Quiero salir contigo y que seas mi novia... -comenta él de pronto, sin pudor alguno.

<> Pienso maravillada olvidando el mal recuerdo de la tragedia, pero también recuerdo el mal sabor de que José dejo en mí, entonces me levanto del asiento con prisa.

-Ya nos vamos mi hermano y yo. Hasta luego Juan. -enseguida lo evado por la desconfianza que el anterior enamorado me hizo sentir, además de que ha sido muy repentina su declaración de amor.

-Quédate, todavía esto no termina. Luego te acompaño a tu casa. -Insiste Juan.

Él es un hombre un tanto allegado a mi familia por la amistad de su madre y la mía, pero nunca habíamos sido tan cercanos como ahora.

-Está bien. -respondo serena, pues no creo que él tenga mala intención conmigo ni que todos los hombres sean tan descarados como José.

Nos quedamos un tiempo más compartiendo amenamente; él es un hombre alto y apuesto, de pelo ondulado negro.

Más tarde.

Nos marchamos mi hermano y yo a nuestro hogar y él nos acompaña siendo muy caballeroso conmigo.

-Te veo mañana. -expresa sosteniendo mis manos y con su mirada fija en mis ojos ya estando frente a la casa.

-Sí, adiós. -Digo con cierta desconfianza e incertidumbre, aunque quiero darle una oportunidad.

Él se marcha, entonces suspiro mirando hacia el cielo, luego cierro la puerta y entro a mi hogar.

No hay duda de que mi vida amorosa se está encendiendo después de estar prácticamente nula.

Estando dentro de la casa, mi hermano siente curiosidad y se acerca a mí.

-¡Wau-o, al fin tendrás novio! -clama con emoción.

-Ay, no es para tanto. -contesto restando importancia a este acercamiento con Juan.

Minutos después, nos marchamos a nuestras respectivas habitaciones, rendidos por el sueño.

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Al día siguiente

Voy como de costumbre al trabajo.

Tiempo después, salgo con Juan.

Estando sentados en un banco del parque de la ciudad, siento la necesidad de indagar.

-¿Y por qué quieres que seas tu novia?, digo, es muy rápido.

-Sí, es verdad, pero ya somos bastante grandes. -expresa él pareciendo ser un hombre maduro.

-Sí, lo que digo es que es muy pronto, primero tenemos que conocernos bien. -respondo siendo cautelosa.

Él mira hacia el frente y miro su rostro firme y seguro de lo que habla.

-Ya no le busque la quinta pata al gato, te he observado muchas veces y me gusta Diana. -expresa él, sonriente de medio lado y tornando su mirada firme sobre mí.

-Así, ¿de verdad? -digo con ilusión y espero que él me bese. Creí que iba a hacerlo, bueno, eso pensé, pero no lo hace. -Dice que te gusto, ¿por qué? -indago desconcertada mirándolo directo a los ojos.

-Ya te dije que te he observado, Diana. -responde Juan con una sonrisa de medio lado.

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-Está bien, ¿qué haremos, iremos a comer u otro lugar...? Quiero ir a almorzar, ya que no lo he hecho.

-Muy bien. Vamos. -responde él y de pronto toma mi mano, entonces caminamos hacia el pequeño restaurante, pues queda cerca.

Ahí comparto con él un buen tiempo.

Más tarde regreso al trabajo, pero no sucede nada importante.

Ya entrada la noche, estoy de vuelta en mi casa, enseguida empiezo a preparar la cena especial de Nochebuena.

-¡Dios mío, será nuestra primera cena de Navidad, sin nuestros padres, qué tristeza! -clamo cuando cotejo los utensilios en la mesa.

Mi hermano se posa al lado mío y pone su mano en mi hombro.

-Ya no esté tan triste, creo que están con Dios.

-Así debe ser, Edward.

En este momento llega Juan hasta nuestra puerta.

-Vine a visitarte, espero que no te moleste, Diana. -expresa él con una linda sonrisa.

-No... Vamos a cenar Edward y yo. Llegaste justo a tiempo. Ven a la mesa. -respondo desde la distancia en el sencillo comedor de mi hogar, agitando mi mano en señal de que entre para hacernos compañía.

-Gracias.

Juan entra y se sienta, también nos sentamos mi hermano y yo.

Cenamos y conversamos largo tiempo en total armonía.

Posteriormente, se hace muy tarde en la noche.

-Ya es tarde... -Comento carraspeando la garganta porque siento mucho sueño, ya Edward se ha ido a dormir y he quedado a solas con él.

-Sí, ya me voy. -dice Juan con su rostro cabizbajo como quien esconde algo, entonces se levanta de la mesa.

Lo miro algo inquieto como si disimulara que quiere salir huyendo de aquí.

-¿Qué te pasa? Miras a otro lado cuando me hablas. -averiguo con sagacidad.

-Es que me pongo nervioso. -responde juntando sus manos delante de él y con su mirada baja.

-Bien, ya es muy tarde. -le digo no queriendo indagar más, pero sospecho de su comportamiento inquieto.

-Mañana estaré aquí otra vez, si me lo permite, Diana. -Insiste él.

-Está bien, puedes venir. -Contesto con normalidad.

Juan se va enseguida que le respondo afirmativamente, tal parece que es lo que quería escuchar de mí.

Luego que él se ha marchado quedo muy confusa con una mezcla de pensamientos en mi cabeza.

Minutos después, decido no enredarme más y solo ser cautelosa con él, entonces voy a dormir.

                         

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