Capítulo 4 Decepción de Diana

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A la mañana siguiente

Me marcho al salón de belleza con una incógnita en mi cabeza.

Más tarde, al culminar con una cliente, miro fijamente a mi amiga.

-Oye Paola, ¿tú sabes si José está enamorado de ti? -le indago deseosa de saber la verdad, ya que me intriga mucho que él se haya fijado en mí de repente.

-No lo sé. Él se ha ofrecido a traerme al trabajo. Que sé, yo, nunca me ha dicho nada.

-Bueno, talvez estoy equivocada.

-Sí, mejor hazle caso porque ya tengo bastante pretendientes.

-Sí, bueno, saldré con él en la tarde. -respondo un tanto ilusionada.

-¡Uy! ¡Que bien! -exclama mi amiga con gran júbilo.

Transcurre el tiempo.

Me despido de Paola porque llega la hora de marcharme con él hacia el parque cuando empieza la tarde.

Entro a su vehículo, ilusionada, creyendo haber encontrado el amor.

Tiempo después, llegamos al lugar, compramos helados y luego nos sentamos en unos de los asientos.

Lo miro mientras me sonríe tan hermoso.

-¿Y, en verdad, tú está enamorado de mí? -enseguida le indago algo preocupada porque aún tengo duda de que le haya gustado.

-Sí, claro. -dice con firmeza y se queda mirándome con esos ojos tan bellos.

-Que bien, porque ya decidí tener un novio y comprometernos para casarnos. -Expreso con gran entusiasmo y sin reparo percibiendo un gran cambio en mi vida.

-¡E-e-h! Espera. -clama y se atraganta con el helado que minutos atrás saboreaba.

-¿Qué te pasó, te atoraste? -pregunto muy preocupada.

En ese momento entiendo que me he precipitado al mencionar la palabra casamiento siendo muy apresurada.

-Es que... -apenas pronuncia él, entonces lo beso suponiendo que solo está cohibido. ¡Ay! No ha sido un beso normal porque posé mis labios en los suyos, pero este hombre no reacciona-. Es que, sí, estoy enamorado de Paola. -dice José cuando despego mi boca de la suya.

-¡¿Cómo?! -abro mis ojos y exclamo con gran impresión a pesar de que sospechaba esto desde el principio, pero él lo negó y le creí.

-¿Por qué te asombras?, si tú misma me dijiste que yo estaba enamorado de ella.

Él habla como un hombre sin compasión alguna por mí, obviamente solo le interesa ella y no siente el mínimo pudor en lo que ha hecho por acercarse a mi amiga.

-Pero, lo negaste, entonces te creí y me ilusioné contigo. Pase la noche pensando en ti, no tenía que usarme de esta forma para acercarte a ella. -expreso estas palabras con dolor.

-Entonces perdona porque solo quería acercarme a Paola y que ella sintiera celos.

José trata de explicarme, pero no quiero escucharlo, es obvio que estoy muy dolida.

Enseguida me levanto, ya no quiero ver su presencia, entonces marcho de ahí al salón de belleza.

Minutos después, llego y de inmediato quiero afrontar resta situación con mi amiga.

-¡Oye Paola, ese idiota está enamorado de ti y me utilizó! ¡Me marcho, espero te encargue del salón! -le hablo enojada, y por supuesto no lo estoy con ella sino con él.

-Sí, pero no te vayas amiga. ¿Te sientes mal? -finalmente indaga Paola con preocupación.

Cruzo mis brazos estando muy indignada.

-¿Tú qué supones?, claro que me siento mal. Adiós. -respondo con tosquedad, aunque ella no tiene culpa de esto.

-¡Diana...! ¡Diana, no te vayas! -ella queda gritándome, angustiada, pero igual me marcho.

Más tarde, llego a mi hogar toda decaída.

Enseguida mi hermano se percata de mi furor y mal ánimo.

-¿Qué te sucede, hermana?

-Nada, solo déjame estar sola. -respondo caminando hasta mi habitación mientras él queda extrañado al verme de esta forma que no acostumbro.

Me adentro en mi habitación, entonces suelto todas las lágrimas retenidas.

Segundos después, pienso que no tengo por qué llorar por un hombre aparecido de quien no sabía nada hasta ahora.

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A la mañana siguiente.

Estoy en pleno trabajo y él le lleva flores a Paola. Ya le declaró su amor y al parecer a ella también le gusto.

Él se marcha besándole en la mejilla mientras disimulo lavando los utensilios del salón, y los miro a ellos de reojo en la puerta de salida.

-Espero, no te moleste Diana. -Expresa ella luego que regresa hasta a mí.

-¡No-o, qué va, para nada! -clamo exaltado mi ánimo-. Solo que no tenía que jugar con mis sentimientos. Menos mal que solo fue por poco tiempo. -digo finalmente con sensatez.

Ella se abalanza sobre mí y me da un gran abrazo.

-Gracias, por seguir siendo mi amiga.

Correspondo a su muestra de afecto y doy palmadas en su espalda.

-De nada, Paola, no tiene por qué agradecerme. Ahora seguimos trabajando.

Todo sigue transcurriendo con normalidad en cuanto a mi amiga y yo, después de todo él fue un idiota.

            
            

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