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Deseo Oculto

S. Mejia
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Capítulo 1 Prologo

La brisa marina acariciaba la piel de Samuel mientras caminaba por la playa desierta. Era temprano, justo después del amanecer, y las olas rompían con suavidad en la orilla, arrastrando pequeños fragmentos de conchas y algas. Samuel venía a este lugar cuando necesitaba despejar su mente, cuando el ruido de la ciudad y las responsabilidades parecían sobrepasarlo. Apenas tenía 21 años, pero la vida ya se sentía más pesada de lo que alguna vez imaginó.

Al bajar la vista, algo brilló entre la arena húmeda. Era una pequeña piedra, apenas más grande que una moneda, pero su superficie reflejaba la luz del sol con un resplandor inusual, casi hipnótico. Samuel la recogió, notando que estaba sorprendentemente tibia al tacto, como si hubiera estado bajo el sol durante horas, aunque acababa de descubrirla.

La examinó detenidamente: era lisa, redonda y tenía una tonalidad que oscilaba entre el azul y el púrpura. Parecía... especial, diferente a cualquier otra cosa que hubiera visto antes. Samuel sonrió para sí mismo, pensando que, tal vez, era una de esas rarezas que traía el mar. Sin saber muy bien por qué, cerró los ojos y susurró un deseo en voz baja:

-Ojalá tuviera algo de dinero para esta semana.

Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que algo había cambiado. En su bolsillo, donde antes no había más que unos pocos billetes arrugados, ahora sentía un bulto diferente. Lo sacó con manos temblorosas y encontró un fajo de billetes nuevos, como recién salidos de una imprenta.

Incrédulo, miró la piedra en su mano. ¿Había sido solo una coincidencia? Su mente intentaba racionalizarlo, pero el brillo en la piedra y el dinero que ahora sostenía decían otra cosa.

Durante los días siguientes, Samuel siguió poniendo a prueba su hallazgo. Pequeños deseos, casi insignificantes al principio: que su café matutino fuera gratis, que llegara justo a tiempo al autobús, o que una chica que le gustaba le hablara. Cada vez, sus deseos se cumplían con una precisión inquietante. La piedra nunca fallaba.

Pero a medida que los días pasaban, sus deseos comenzaron a volverse más ambiciosos, más oscuros. Lo que al principio era una herramienta de conveniencia, pronto se convirtió en un atajo hacia todo lo que alguna vez había soñado.

Lo que Samuel no sabía era que todo en la vida tiene un precio, y que sus deseos no serían la excepción.

            
            

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