Cristóbal estaba acostumbrado a controlar el tablero, pero esta vez sentía que las piezas se movían solas, y no a su favor. Había pasado la noche analizando el informe de su equipo de seguridad sobre Ricardo Luján. Aunque el empresario tenía un historial turbio, nada confirmaba que estuviera directamente detrás de las fotografías. Aun así, Cristóbal no podía descartar la posibilidad de que Ricardo estuviera jugando un juego más elaborado.
Esa mañana, mientras revisaba el informe en su oficina, recibió una llamada inesperada. Era Isabel.
-¿Qué ocurre? -preguntó Cristóbal, notando la preocupación en su voz.
-Acabo de recibir un sobre anónimo -dijo ella rápidamente-. Había fotos tuyas con Sofía y conmigo. Pero eso no es lo peor. También hay una carta amenazante.
Cristóbal se puso de pie de inmediato, su mandíbula tensándose.
-¿Qué dice la carta?
-Que si no cooperamos, esas fotos llegarán a los medios, junto con información que podría arruinarte.
-Voy para allá -dijo Cristóbal, terminando la llamada antes de que Isabel pudiera responder.
Cuando llegó a la casa de Isabel, la encontró visiblemente alterada. Había ojeras bajo sus ojos y sus manos temblaban mientras sostenía la carta. Cristóbal la tomó y leyó en silencio:
"Tu secreto no estará a salvo por mucho tiempo. O pagas el precio, o todos sabrán quién eres realmente."
Cristóbal arrugó la carta con furia contenida.
-Esto no es solo un intento de extorsión. Quieren algo más.
-¿Qué crees que buscan? -preguntó Isabel, cruzando los brazos mientras caminaba de un lado a otro.
-Si es Ricardo Luján, probablemente busque una forma de debilitar mi posición como CEO. -Cristóbal dejó la carta sobre la mesa-. Pero hay algo más en juego. Esto no es solo personal; es estratégico.
Isabel lo miró con una mezcla de incredulidad y frustración.
-¿Y qué piensas hacer? ¿Pagarles?
-Nunca negocio con extorsionadores -respondió Cristóbal con firmeza-. Pero no puedo actuar sin información.
-Cristóbal, estamos hablando de nuestra hija. Esto no es solo tu reputación.
Sus palabras lo hicieron detenerse. Por primera vez, se dio cuenta de que no estaba enfrentando esto solo. Isabel y Sofía estaban en el centro de la tormenta, y él tenía la responsabilidad de protegerlas.
-Lo sé -dijo, su tono más suave-. Y haré lo que sea necesario para asegurarlo.
Isabel suspiró, dejando caer los hombros.
-Sofía está en la escuela. Por ahora, no sabe nada, pero no puedo protegerla de todo.
Cristóbal se acercó y puso una mano en su hombro.
-No estás sola en esto.
Por un momento, Isabel pareció relajarse, pero su mirada seguía cargada de preocupación.
Más tarde esa misma tarde, Cristóbal convocó a su equipo de seguridad a una reunión privada en un hotel de lujo, lejos de las oficinas de Vega Corporation. No podía correr el riesgo de que alguien interceptara la conversación.
-Necesitamos averiguar quién está detrás de esto -dijo, dejando la carta y las fotos sobre la mesa-. No me importa cuánto cueste, pero quiero respuestas rápidas.
Uno de sus agentes, un hombre llamado Marco, habló primero.
-Señor Vega, investigamos más sobre Ricardo Luján. Tiene conexiones con un periodista que trabaja para un tabloide conocido por difundir escándalos corporativos. Es posible que esté utilizando a este periodista para presionarlo.
-¿Y qué ganaría Ricardo con esto? -preguntó Cristóbal, cruzando los brazos.
-Podría ser una distracción. Sabemos que su empresa ha intentado hacerse con algunos contratos que usted también busca. Podría estar buscando una ventaja eliminando su credibilidad.
Cristóbal asintió, procesando la información.
-Quiero que investiguen a ese periodista. Si está involucrado, necesitamos pruebas.
Otro agente intervino.
-También hemos detectado movimientos en sus cuentas financieras. Alguien está pagando grandes sumas a terceros, pero no podemos rastrear a quién.
-Encuentren la conexión. No importa cuánto tiempo tome -ordenó Cristóbal.
Mientras el equipo discutía estrategias, su mente regresó a Isabel y Sofía. Sabía que cada movimiento debía ser calculado con precisión. No podía permitirse errores.
Esa noche, Cristóbal regresó a su apartamento, agotado pero incapaz de desconectarse de la situación. Mientras revisaba los correos de la empresa, recibió un mensaje anónimo en su teléfono.
"La próxima vez que veas a tu hija, podría ser demasiado tarde."
Cristóbal sintió una ola de rabia recorrer su cuerpo. Marcó de inmediato el número de seguridad de Isabel.
-¿Todo está en orden? -preguntó con urgencia.
-Sí, señor. Hemos reforzado la seguridad en la casa de la señora Isabel. No hay movimientos sospechosos.
-Manténganme informado de cualquier cosa, por mínima que sea.
Cristóbal colgó y apretó el teléfono en su mano. Sabía que esto era más que una amenaza. Era un juego psicológico, y estaba dispuesto a ganar, sin importar el costo.
Al día siguiente, decidió enfrentarse a Ricardo Luján directamente. Lo invitó a una reunión en un restaurante exclusivo, asegurándose de que nadie más supiera del encuentro.
Ricardo llegó con una sonrisa prepotente, como si disfrutara del hecho de que Cristóbal lo hubiera convocado.
-Cristóbal Vega en persona -dijo, estrechando su mano con demasiada fuerza-. Esto debe ser importante.
-No tengo tiempo para rodeos, Ricardo -respondió Cristóbal, tomando asiento-. Sé que estás detrás de las amenazas.
Ricardo levantó las cejas, fingiendo sorpresa.
-¿Amenazas? No sé de qué hablas.
-No juegues conmigo. -El tono de Cristóbal era bajo, pero cargado de peligro-. Tengo suficientes pruebas para vincularte con un periodista que está husmeando en mi vida.
Ricardo soltó una risa corta.
-¿Y qué harás con esas pruebas? ¿Acudirás a la policía? Sabes que eso no funcionará.
Cristóbal se inclinó hacia adelante, sus ojos clavados en los de Ricardo.
-Si tocas a mi familia, no necesitaré pruebas para arruinarte. Y créeme, tengo los medios para hacerlo.
Por un momento, Ricardo pareció dudar, pero rápidamente recuperó su compostura.
-No tengo nada que ver con tu familia, Cristóbal. Pero si yo fuera tú, estaría más preocupado por otras personas que por mí.
Cristóbal lo miró con desconfianza, intentando leer entre líneas.
-¿A qué te refieres?
Ricardo se levantó, dejando un billete sobre la mesa.
-Asegúrate de que estás mirando en la dirección correcta. A veces, las amenazas vienen de donde menos lo esperas.
Y con eso, se marchó, dejando a Cristóbal con más preguntas que respuestas.
Esa noche, mientras Cristóbal analizaba todo lo ocurrido, recibió una llamada de Marco.
-Señor Vega, hemos rastreado las cuentas. Hay un patrón interesante. Las transferencias no solo se conectan con Ricardo Luján, sino también con alguien dentro de su propia empresa.
Cristóbal sintió un escalofrío.
-¿Quién?
-No estamos seguros aún, pero todo apunta a alguien en la junta directiva.
La revelación lo dejó helado. Si había un traidor dentro de su propia empresa, las cosas eran mucho más graves de lo que había imaginado.
Y mientras contemplaba sus próximos pasos, no pudo evitar pensar en las palabras de Ricardo: "Las amenazas vienen de donde menos lo esperas."