Elías Castellanos bajó del jet privado con un porte que exudaba confianza. Vestido con un traje oscuro impecable, sus pasos resonaron con firmeza sobre la pista de aterrizaje. La ciudad que lo había visto partir como un niño desterrado ahora lo recibía como un hombre hecho a sí mismo, con un imperio que rivalizaba en poder con el de Lorenzo De la Vega. Los vientos de la pista agitaban levemente su cabello mientras observaba el horizonte, como si buscara las cicatrices ocultas de su pasado en las luces centelleantes de la ciudad.
El aire era distinto, cargado de recuerdos y viejas heridas que nunca habían terminado de sanar. A lo lejos, las luces de los rascacielos brillaban como testigos mudos de una historia que estaba a punto de reescribirse. Pero esta vez, Elías no era un espectador indefenso. Había regresado para reclamar su lugar y enfrentar al hombre que lo había rechazado. Cada paso que daba era un eco de su determinación, un recordatorio de las noches en las que había trabajado hasta el agotamiento para llegar a este momento.
En el auto que lo esperaba, un hombre de mediana edad lo recibió con una inclinación de cabeza. Era Samuel, su asistente personal y confidente, cuya lealtad había sido ganada no solo por la posición de Elías, sino también por la profunda admiración hacia su inquebrantable voluntad.
-Todo está preparado, señor Castellanos. La reunión con los inversores es mañana, y ya hemos comenzado a adquirir participaciones en las empresas asociadas a De la Vega Industries. También hemos identificado sus aliados clave. Los primeros movimientos tendrán impacto inmediato.
-Perfecto -respondió Elías con voz serena, pero firme. Sus ojos observaban el paisaje urbano, calculando cada movimiento como un ajedrecista antes de su jugada maestra.- Quiero que el golpe sea gradual. Que sienta cómo su mundo se desmorona poco a poco, hasta que no pueda distinguir amigo de enemigo.
Samuel asintió en silencio, consciente de la determinación de su jefe. Había seguido a Elías durante años, presenciando su ascenso meteórico en el mundo empresarial. Sabía que lo que estaban a punto de hacer no era solo un negocio, sino algo profundamente personal. Elías había compartido fragmentos de su pasado, suficientes para que Samuel comprendiera que esta venganza no era solo por justicia, sino por sanar una herida que había definido cada decisión de su vida.
Cuando llegaron al hotel, Elías se detuvo frente a los ventanales de la suite presidencial. Desde allí podía ver la silueta de la mansión De la Vega en la distancia, como un recordatorio constante de su pasado. El resplandor de las luces contrastaba con la oscuridad que sentía al recordar las palabras frías de su padre aquella noche que cambió su vida para siempre.
-¿Estás seguro de esto? -preguntó Samuel, rompiendo el silencio. Su tono era respetuoso, pero cargado de preocupación. -Es un camino peligroso, y podrías...
-¿Perderlo todo? -Elías lo interrumpió, girando para enfrentarlo. Sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de frialdad y pasión. -No tengo nada que perder, Samuel. Lo único que me quedaba era la esperanza de regresar y hacer justicia. Este es mi destino, y no voy a detenerme hasta que Lorenzo pague por lo que hizo.
Samuel no respondió, pero su silencio era suficiente. Sabía que intentar disuadir a Elías era una causa perdida. Lo que quedaba por delante era una batalla en la que ambos estaban dispuestos a arriesgarlo todo. Los detalles del plan ya habían sido discutidos durante meses, pero verlo a punto de ejecutarse hacía que la magnitud de su empresa se sintiera real.
Elías se alejó del ventanal y se sirvió un vaso de whisky. El líquido ámbar reflejaba la tenue luz de la habitación, y mientras lo sostenía en sus manos, su mente viajaba a los momentos más oscuros de su vida. Recordó las noches frías en las que dormía en un cuarto diminuto, los días en los que trabajaba sin descanso para ganar lo suficiente y los momentos en los que dudó si algún día podría superar la sombra de su padre.
-Él cree que sigue intocable -murmuró, más para sí mismo que para Samuel. -Pero esta vez, no tiene idea de lo que se avecina.
La noche se desplegó sobre la ciudad, oscura y cargada de promesas. Mientras las luces de los edificios parpadeaban en la distancia, Elías se preparó para el día siguiente, el primer paso en su plan para desmantelar el imperio De la Vega y enfrentar a su padre. El amanecer no solo marcaría un nuevo día, sino también el inicio de su venganza. En sus ojos no había miedo, solo la determinación de un hombre que había esperado toda una vida para este momento.