Capítulo 2 Entre órdenes y recuerdos.

- Señor...- se cuadró frente a la cámara, con la postura recta. Su visita estaba al frente; su mano, bien estirada, tocaba la punta de su ceja con el dedo medio.

- Teniente Martínez, buenas noches -se escuchó en la transmisión. En la imagen, un coronel respondía al saludo de la teniente-. Descanse.

De inmediato, Carolina adoptó una posición de descanso, lista para recibir una orden.

- Teniente Martínez, le informo que, por órdenes superiores, su misión en curso concluye mañana al finalizar el evento del Doctor Baruch Díaz. Su reemplazo ya está en camino y se presentará con usted al final del día. El Doctor será informado de inmediato, tratando de hacer toda esta operación lo más discreta posible.

- Entendido, señor -respondió Carolina sin mostrar expresión alguna.

- Asimismo, le informo que ha sido designada para una nueva misión de categoría superior. Deberá presentarse el domingo a las cero ocho horas en la oficina del comandante de la Zona Militar número uno. Su boleto electrónico del vuelo ha sido enviado a su "e-mail". Eso es todo de mi parte.

- Entendido, señor -contestó Carolina cuadrándose nuevamente. Luego el coronel respondió a su saludo.

- Un gusto saludarte, Martínez; nos vemos por acá -agregó amigablemente el Coronel Suárez, quien había sido recientemente ascendido y había sido profesor de ella durante su curso de élite.

- El placer es mío, Coronel -respondió Carolina con una amable sonrisa.

La transmisión se interrumpió y, como si un impulso eléctrico hubiera recargado su energía, tomó su cesto de ropa sucia y llamó a recepción para solicitar un servicio de lavandería. La recepcionista le indicó que podía subir al área de lavandería.

- "Cinco", necesito que vengas y tomes mi lugar por un momento -ordenó a su subordinado por radio.

- Entendido, mi Teniente -respondió él con firmeza.

- Atención, soldados. "Cinco" queda a cargo -voceó para todos al mismo tiempo.

- ¡Entendido, mi Teniente! -respondieron al unísono.

Se quitó el audífono y lo apagó. Con el cesto entre sus brazos, al llegar a la puerta encontró a "Cinco", quien se cuadró ante ella. Luego la Teniente se dirigió al área de lavado donde ocupó una lavadora y secadora para su ropa. Mientras se lavaba, tomó un cigarrillo del interior de su pantalón y salió a fumar un poco.

- Con que una misión de orden superior... -pensaba mientras respiraba el humo del tabaco- y yo que ya me había acostumbrado a la buena vida.

Una vez que su ropa estaba seca, la planchó perfectamente y se dirigió nuevamente a su habitación. Allí despidió a "Cinco" y retomó el mando regresando a todos a la guardia. Luego organizó sus cosas en una pequeña maleta. Cuando estaba por terminar, tomó una foto de su cajón; en ella estaban el fallecido Mayor Rivas y ella. No usaban uniforme; él la cargaba en su espalda y ambos sonreían felices frente a la cámara.

- Mi amuleto -se dijo llevándose la fotografía al pecho- No sabes cuánto te extraño, Mau.

Con cuidado guardó esa fotografía arriba de sus cosas para protegerla de daños. Hacía siete meses que el Mayor Rivas había "fallecido" en combate; sin embargo, su cuerpo nunca fue encontrado. Solo una pierna y una gran cantidad de sangre que se comprobó pertenecía al soldado eran evidencia de su muerte. Algunos sicarios confesaron sobre su deceso y revelaron que su cuerpo había sido disuelto en ácido; por eso nunca lo encontrarían. Pero Carolina no daba crédito a esos testimonios; simplemente no encajaban con lo que se sabía. A pesar de ser militar de élite, seguía sintiendo un profundo dolor al recordarlo. Sin embargo, se recostó en su cama para descansar un rato.

Después de tres horas abrió los ojos: faltaban dos minutos para las cuatro de la mañana antes de que sonara el despertador. Se levantó y desactivó la alarma. Se vistió con pantalón deportivo, camiseta blanca, sudadera y un par de tenis oscuros antes de dirigirse a la zona de ejercicios del lujoso hotel donde saludó a su subordinado. Tras unos pocos ejercicios de calentamiento comenzó a correr. A los nueve kilómetros sus piernas comenzaron a arder pero siguió sin parar ni tomar agua; el sudor empapaba su rostro.

Al terminar sus veinte kilómetros realizó ejercicios de fuerza para mantener tonificado su cuerpo. Por un momento olvidó todo lo que tenía que hacer pero luego recordó que pronto debería volver a tomar algún curso de élite para mantenerse actualizada.

Después de completar su rutina se duchó con agua fría y se arregló minuciosamente: recogió su cabello en un chongo trenzado perfecto con una línea recta del lado izquierdo; se maquilló con delineador de ojos, rímel, un labial natural y polvo facial. A las seis y media ya estaba en su puesto de mando. A las siete en punto todos sus elementos se reunieron; ella dio las órdenes del día antes de dispersarse nuevamente.

A las pocas horas, empezaron a llegar varias personas, algunas de renombre y otras que no figuraban en la lista de distinguidos. Muchos traían escoltas privados, pero los hombres bajo las órdenes de la Teniente Carolina revisaban a todos sin excepción. Los sentaron estratégicamente para evitar altercados o neutralizarlos si era necesario, manteniéndose en comunicación constante a través de dispositivos ocultos en sus mangas.

Todos caminaban hacia el auditorio. Hasta ese momento, el grupo no había tenido ningún percance, pero Carolina dirigió su mirada a la entrada y vio a Erick, su antiguo amor y candidato a la presidencia. Vestía un traje oscuro con una camisa del mismo color y zapatos de piel perfectamente lustrados. Su cabello estaba peinado de lado, su piel se veía cuidada y tenía pocas líneas de expresión; aún mantenía su figura.

Carolina apartó la mirada de inmediato para concentrarse en su trabajo, intentando ignorar la presencia de Erick.

-Hola, Carol-se escuchó a sus espaldas; era Erick acercándose rápidamente.

-¿Qué tal, doctor Jansen?-saludó Carolina sin darle mucha importancia aunque un escalofrío recorrió su espalda al oír su voz.

-Oye, necesito hablar contigo...

-Lo siento, no puedo hablar ahora. Estoy en servicio-respondió cortante la Teniente.

Justo en ese momento llegó un senador para hablar con el candidato, lo que permitió que Carolina se escabullera entre la multitud. Pensó que eso sería suficiente para que la dejara tranquila. Así pasaron unas horas durante el seminario, hasta que Erick apareció de nuevo.

-¿Ahora sí podremos hablar, Carol?

-Sigo en servicio, lo siento...

En ese instante llegó el Doctor Baruch.

-Mi estimado Jansen-dijo extendiendo los brazos para saludar al candidato.

-Baruch, qué gusto verte-respondió Erick con alegría.

Cuando Carolina intentó escabullirse nuevamente, Baruch no se lo permitió.

-Quiero presentarte a la Teniente Carolina, una persona muy dedicada a su trabajo. Nunca he conocido a un militar como ella-comentó Baruch.

-De hecho quería hablar un momento con ella, pero dice que está en servicio y no la dejas hablar-dijo Erick aprovechando la situación.

Baruch soltó una carcajada.

-Es cierto, pero por favor Carolina, tómate cinco minutos para hablar con el candidato-ordenó. Luego se despidió: -Los dejo un momento. Iré a saludar a otros viejos colegas.

La expresión de triunfo se dibujó en el rostro de Erick mientras Carolina mantenía su semblante inexpresivo.

-Por fin un momento para hablar...-dijo él con su característica sonrisa encantadora, pero Carolina no se inmutó.

-Erick... ¡No pensé verte por aquí!-gritó una bella diputada rubia con ojos gatunos y labios carmín. Se abalanzó sobre él para darle un abrazo. Aunque esto lo incomodó, supo que debía mantenerse tranquilo; un desplante podría costarle la victoria en las elecciones.

El reloj marcaba las seis de la tarde; el dispositivo inteligente de Carolina vibraba recordándole que era hora de partir. Sin despedirse, se escabulló nuevamente entre la multitud. Ellos ni siquiera lo notaron hasta que Erick se giró y vio que ella ya no estaba. Sintió frustración, pero al final todo parecía salir conforme a su plan.

            
            

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