Capítulo 4 La noche

CAPÍTULO 4

-¡Iré un rato al pueblo, ¿okey?! -Les lancé una mirada rápida a las sirvientas.

-¿Quiere que la acompañemos, señorita? -preguntó una de ellas con cautela.

Negué con la cabeza sin pensarlo dos veces.

-No, gracias. Quiero estar sola. No se preocupen, estaré bien.

Antes de que insistieran, recogí un poco mi vestido y me alejé del lugar.

No sabía cómo, pero mis pies parecían conocer el camino. A pesar de que mi mente me decía que nunca antes había estado ahí, algo en mi interior sabía exactamente dónde doblar y por qué calles caminar.

"Tal vez es por Celeste... sus recuerdos deben estar ayudándome."

Cuando llegué al pueblo, mis ojos se iluminaron.

La autora realmente se había esmerado en su descripción. El lugar tenía una vibra de época victoriana con un toque de modernidad. Las calles de piedra estaban llenas de puestos coloridos, donde vendedores ofrecían flores, telas, joyas y pan recién horneado. Los carruajes avanzaban elegantemente entre la multitud, mientras las mujeres paseaban con vestidos exquisitos y los hombres con trajes refinados.

Era hermoso.

Pero no pude disfrutarlo por completo.

"Estoy en un libro... en una historia donde Celeste está destinada a morir."

Mis labios se torcieron con frustración mientras mordía la banderilla de carne que había comprado en el camino.

-Mmm... entonces moriré tarde o temprano, ¿no? -Un escalofrío recorrió mi espalda ante la idea.

Sabía exactamente cómo terminaba la historia para Celeste: ella se acuchillaba para incriminar a Elizabeth, pero al final, su destino no cambiaba. Moría.

Y Elizabeth, por culpa de la manipulación de los demás, era acusada de asesinato y encarcelada... hasta que Noah la sacaba de ahí.

Noah...

Fruncí los labios al pensar en él.

Sacudí la cabeza, tratando de despejar esos pensamientos.

Sin darme cuenta, me adentré en un lugar más solitario. Las sombras comenzaban a dominar las calles, y la temperatura pareció bajar de golpe.

Me abracé a mí misma.

-¿Dónde estoy...?

Miré a mi alrededor. Las paredes de piedra eran altas y cerraban el camino a callejones estrechos y oscuros. Solo un par de faroles iluminaban tenuemente la zona, parpadeando como si fueran a apagarse en cualquier momento.

Un mal presentimiento se apoderó de mí.

Intenté regresar sobre mis pasos, pero...

-Espera... -Mi corazón latió con fuerza-. No reconozco este lugar.

Me mordí el labio. ¡Maldita sea! Debí haber traído a alguien conmigo.

Cuando estaba a punto de girarme y buscar otra salida, un escalofrío me recorrió la espalda.

No estaba sola.

Mi cuerpo se puso rígido.

Escuché pasos detrás de mí.

Me giré lentamente, y mi sangre se heló.

Tres hombres estaban ahí. Sus ropas sucias y sus miradas hambrientas me dieron una señal clara de sus intenciones.

Mierda.

-No, no, no, no... -susurré, dando un paso atrás.

Ellos sonrieron, como si estuvieran divirtiéndose con mi reacción.

¡Corre!

Mi instinto gritó.

Y yo obedecí.

Me di la vuelta y corrí con todas mis fuerzas, pero en la oscuridad tropecé con una piedra mal posicionada.

-¡Agh! -Caí de rodillas, sintiendo el ardor en mis manos al rasparme contra el suelo de piedra.

Levanté la vista y vi a los hombres detenerse por un momento.

Estaban sorprendidos.

No por mi caída... sino por mi expresión.

Miré al cielo, sintiendo la furia burbujear en mi interior.

-¡¿Es mi hora de morir, eh?! -grité con rabia-. ¡Entonces dime, ¿por qué me trajiste aquí?! ¡Si iba a morir de todas formas!

Los hombres se miraron entre sí.

-Esta... esta está loca -susurró uno de ellos.

Otro soltó una carcajada.

-Loca o no, se ve que tiene dinero.

El tercer hombre, que llevaba un cuchillo oxidado, sonrió de forma lasciva.

-Sí, pero además de dinero, tiene un lindo cuerpo. Tal vez podamos divertirnos un rato con ella antes de matarla.

Me hirvió la sangre.

Me puse de pie de golpe, sacudiéndome la suciedad con una mirada gélida que hizo que dudaran por un segundo.

-¿Qué es tan gracioso, imbéciles? -espeté con frialdad.

Me puse en posición de pelea, levantando los puños.

-Mientras yo esté en este cuerpo, ¡no voy a morir!

Los tres hombres me miraron fijamente...

Y luego estallaron en carcajadas.

-¡Jajaja! ¿Escuchaste eso? ¡Esta tipa cree que puede con nosotros!

Uno de ellos se adelantó con el cuchillo en mano.

Mi corazón se aceleró.

"¡Mierda! No tengo nada para defenderme."

Pero justo cuando estaba a punto de moverme, una figura emergió de las sombras.

Era un hombre.

No podía ver su rostro con claridad, pero su porte era imponente.

Sus ropas eran oscuras, y su presencia irradiaba peligro.

-Tch... qué fastidio.

Su voz fue baja, pero lo suficientemente fuerte para que todos la escucháramos.

Los hombres se detuvieron en seco, sus risas desvaneciéndose.

-¿Quién... quién eres tú? -preguntó uno, su tono vacilante.

El recién llegado no respondió de inmediato. Dio un paso adelante, permitiendo que la luz tenue revelara parte de su rostro.

Ojos afilados. Expresión indiferente.

Pero lo que más me impactó...

Fue la sensación de haberlo visto antes.

"No puede ser..."

Mi respiración se entrecortó cuando finalmente reconocí quién era.

Era Noah.

El hombre que, en la historia original, tenía una conexión especial con Elizabeth.

Y ahora... estaba frente a mí.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022