El ambiente en la sala de juntas de Ferrer Corp era tenso, cargado de expectativa. Los accionistas, algunos inquietos y otros impacientes, hojeaban los documentos frente a ellos mientras esperaban que Alejandro Ferrer tomara la palabra. Era un momento decisivo.
Isabela Montenegro estaba sentada a su derecha, con el rostro perfectamente sereno, pero Alejandro conocía esa expresión. Era la de alguien que estaba anticipando la jugada de su oponente, preparándose para el contrataque.
El CEO de Ferrer Corp respiró profundo y se levantó.
-Señores, como saben, estamos a punto de cerrar la fusión con Valverde Industries, una decisión que fortalecerá nuestra presencia en el mercado internacional. Sin embargo, tras una revisión detallada, he identificado ciertas cláusulas que ponen en riesgo el control estratégico de esta compañía.
Algunas miradas se cruzaron en la mesa. Los accionistas sabían de qué hablaba.
-Por esa razón, propongo una enmienda a los términos del acuerdo -continuó Alejandro, deslizando un nuevo documento por la mesa-. Este ajuste revierte la concesión de derechos de veto a Valverde Industries, asegurando que el control de las decisiones estratégicas permanezca en Ferrer Corp.
La reacción fue inmediata. Murmullos, susurros entre los accionistas, miradas dirigidas a Isabela, quien aún no decía nada. Sabía que esto no había sido improvisado. Alejandro había maniobrado en silencio y les había arrebatado la ventaja.
Finalmente, Rodrigo Valverde, quien estaba conectado en videollamada, habló con calma.
-Alejandro, este no era el trato que acordamos.
-Los términos han cambiado -respondió él con frialdad-. No entregaré mi empresa.
Rodrigo entrecerró los ojos, como si midiera sus opciones.
-Esto puede retrasar la fusión -dijo-. Y una demora puede costar mucho dinero.
-Prefiero perder dinero a perder Ferrer Corp -replicó Alejandro sin titubear.
Todos los ojos se posaron en Isabela. Era su turno de jugar.
Ella sonrió levemente y entrelazó las manos sobre la mesa.
-No veo razón para alarmarnos -dijo con voz suave-. Apreciamos las preocupaciones de Alejandro, pero también debemos considerar que si endurecemos demasiado los términos, Valverde Industries podría retirarse del trato.
Rodrigo asintió lentamente.
-Exacto.
Alejandro no se dejó engañar por su tono conciliador.
-Si Valverde Industries se retira porque no puede controlar esta empresa, entonces queda claro que nunca fue una fusión justa.
El silencio en la sala fue absoluto.
Isabela sostuvo su mirada por un instante antes de hablar.
-Propongo que votemos.
Alejandro no se inmutó.
-Hagámoslo.
La traición se definiría con números.
El Veredicto
Los accionistas fueron llamados a votar. Cada uno tenía en sus manos el futuro de la compañía.
Cuando el resultado final fue anunciado, Alejandro sintió una satisfacción fría recorrer su pecho.
-Se aprueba la enmienda.
Rodrigo Valverde exhaló con resignación.
-Parece que has ganado esta ronda, Ferrer.
Isabela, en cambio, no reaccionó. No se inmutó. Pero Alejandro supo que algo dentro de ella se había quebrado.
Ella se puso de pie y, sin decir una palabra, salió de la sala.
El Contrataque de Isabela
Aquella noche, Alejandro regresó a casa más alerta que nunca. Sabía que su movimiento no quedaría sin respuesta.
Cuando entró en su estudio, encontró a Isabela esperándolo, con una copa de vino en la mano.
-Fuiste inteligente -dijo ella, con una media sonrisa-. Me sorprendiste.
Alejandro se sirvió un whisky y la miró fijamente.
-Dejaste de ser mi socia cuando comenzaste a moverte a mis espaldas.
-Siempre hemos jugado con las mismas reglas -ella inclinó la cabeza-. ¿Por qué ahora te sorprende?
-Porque esta vez, no juegas para el mismo equipo.
La sonrisa de Isabela se desvaneció.
-Si piensas que esto ha terminado, Alejandro, te equivocas.
Él se acercó lentamente.
-¿De verdad crees que no lo sé?
Ella lo estudió por un momento y dejó su copa sobre la mesa.
-Voy a recuperar lo que es mío.
Alejandro bebió un sorbo de whisky y sonrió con frialdad.
-Inténtalo.
Y así, la guerra silenciosa entre esposo y esposa acababa de comenzar.
El rumor corrió como pólvora. En menos de veinticuatro horas, los medios financieros y las revistas de negocios explotaron con la noticia: Isabela Montenegro había solicitado el divorcio de Alejandro Ferrer.
La noticia no solo impactó el mundo corporativo, sino que sacudió los cimientos de Ferrer Corp. El matrimonio de Alejandro e Isabela no era solo una relación personal, sino una alianza estratégica, una imagen de poder e invencibilidad. Y ahora, esa imagen se fracturaba en público.
En su oficina en el último piso de Ferrer Corp, Alejandro sostuvo el documento en sus manos. Cada palabra le quemaba los dedos.
"Demanda de divorcio por diferencias irreconciliables."
No lo sorprendía. Lo esperaba. Sabía que Isabela no se quedaría de brazos cruzados después de perder la fusión. Pero lo que sí lo sorprendió fue el siguiente párrafo.
"Se solicita la división equitativa de los bienes adquiridos durante el matrimonio, incluyendo la participación de la demandante en Ferrer Corp."
Alejandro sintió una fría furia apoderarse de él.
No solo quería el divorcio.
Quería llevarse una parte de la empresa.
El Impacto en Ferrer Corp
Los accionistas estaban inquietos. Las acciones de Ferrer Corp cayeron un 4% en las primeras horas tras el anuncio del divorcio. Para el mercado, la estabilidad del liderazgo era crucial, y la idea de un CEO envuelto en una batalla legal con su exesposa inquietaba a los inversionistas.
Los medios aprovecharon el escándalo.
"Divorcio de los Ferrer: ¿Una crisis para la empresa?"
"Isabela Montenegro reclama su parte del imperio."
"¿Podrá Alejandro Ferrer mantenerse en control?"
Cada titular era un golpe calculado. Isabela sabía cómo jugar el juego.
Mariano Rivas, su abogado de confianza, irrumpió en la oficina sin esperar permiso.
-Esto es una bomba.
Alejandro arrojó los papeles sobre el escritorio.
-Lo sé.
-Está pidiendo el 35% de Ferrer Corp -dijo Mariano con incredulidad-. No puede ser una coincidencia.
Alejandro apretó la mandíbula.
-No lo es. Es su nuevo plan. Si no pudo entregarle la empresa a Valverde con la fusión, ahora quiere arrancarme un pedazo a través del divorcio.
Mariano asintió con gravedad.
-Si consigue ese porcentaje, podría venderlo a los competidores, o peor... a Valverde.
El peligro era real. Isabela no quería dinero. Quería poder.
La Primera Jugada
Alejandro no iba a quedarse de brazos cruzados.
-Vamos a contraatacar. No le daré un centavo más de lo que le corresponde legalmente.
Mariano abrió un expediente sobre el escritorio.
-Podemos argumentar que su participación en Ferrer Corp es simbólica. Sus acciones se le otorgaron dentro del matrimonio, pero no las adquirió con su propio capital.
-¿Podemos ganar?
Mariano suspiró.
-Dependerá del juez. Pero hay algo más.
Alejandro lo miró con atención.
-Isabela ya contrató a su equipo legal. Y su abogado principal es Gustavo Salcedo.
Alejandro sintió una punzada en el estómago.
Gustavo Salcedo. Uno de los litigantes más agresivos del país. Conocido por despedazar oponentes en la corte.
-Ella no quiere negociar -dijo Alejandro con frialdad-. Quiere destruirme.
El Encuentro Cara a Cara
Esa noche, Alejandro decidió enfrentarla.
Isabela ya no vivía en su residencia compartida. Se había mudado a un lujoso penthouse, probablemente financiado con su propio dinero... o con promesas de Valverde.
Cuando llegó, el portero lo dejó subir sin preguntas.
Isabela lo esperaba en la sala, con un vestido negro impecable y una copa de vino en la mano.
-Sabía que vendrías -dijo con una sonrisa ligera.
Alejandro la miró con frialdad.
-Podías haber pedido cualquier cosa en el divorcio. Pero fuiste por Ferrer Corp.
Ella tomó un sorbo de vino antes de responder.
-No me hagas esto personal, Alejandro. Es solo negocio.
Él dejó escapar una risa seca.
-¿Negocio? No seas hipócrita, Isabela. Esto no es dinero para ti. Es venganza.
Isabela cruzó las piernas lentamente.
-¿Y si lo fuera? ¿No sería justo?
Alejandro sintió que la rabia le quemaba la garganta.
-¿Todo por qué? ¿Porque te impedí regalarle mi empresa a Valverde?
Ella dejó la copa en la mesa con calma.
-Porque me traicionaste primero.
Alejandro frunció el ceño.
-¿De qué demonios hablas?
Isabela lo miró fijamente. Sus ojos reflejaban algo más que frialdad. Había rencor.
-Siempre fui tu sombra, Alejandro. Siempre fui "la esposa de Alejandro Ferrer". ¿Y qué obtuve por todo mi trabajo?
-¿Trabajo? -espetó él-. ¡Tenías tanto poder como yo!
-¿En serio? -Isabela sonrió con ironía-. ¿Cuántas veces tomaste una decisión sin consultarme? ¿Cuántas veces me usaste como un accesorio en tus reuniones de negocios?
Alejandro no respondió. Sabía que algo de razón tenía.
Isabela se levantó y se acercó.
-Voy a luchar por mi parte de Ferrer Corp. Y te guste o no, voy a ganar.
Alejandro sostuvo su mirada.
-Te destruiré antes de que eso pase.
Ella sonrió, divertida.
-Entonces divirtámonos con la guerra, cariño.
El Comienzo del Juicio
Dos semanas después, el juicio por el divorcio comenzó.
Los medios cubrían cada detalle. Las cámaras esperaban fuera de la corte, capturando cada entrada y salida de los abogados.
Dentro de la sala, Isabela estaba sentada junto a Gustavo Salcedo, su asesino legal.
Alejandro estaba junto a Mariano Rivas, su escudo.
El juez entró. El juicio dio inicio.
Era el principio de la batalla más costosa de su vida.