Capítulo 4 Examen médico

"¡Rápido, lleven a Lena!", ordenó Alana al personal. "¡Ningún Harvey debe verla!".

Lena eran inquietantemente parecidos a ella, por lo que sin duda plantearían preguntas si llegaban a verla.

La otra agachó la mirada y se dejó llevar.

Los visitantes llegaron unos minutos después.

Al frente estaba la madre de Dylan, Reese Harvey, flanqueada por un séquito autoritario e intimidante.

Alana avanzó con una expresión cálida. "¡Reese, qué sorpresa! Estaba planeando visitarte con Dylan esta noche".

La señora recorrió la habitación con ojos penetrantes y contestó: "Vine porque escuché que tú y Dylan pasaron su primera noche juntos".

Se dio la vuelta y se dirigió a la persona detrás de ella: "Doctor Murray, examine a mi nuera y determine en cuánto tiempo podemos esperar un heredero".

Alana se quedó congelada y pálida.

Instintivamente dio un paso atrás y su sonrisa vaciló. "Dylan regresó a mí hace poco. Es demasiado pronto para esperar un hijo, ¿no? No deberían tomarse estos asuntos apresuradamente".

Reese la miró fijamente. "Él está bastante ocupado. Si dedica su tiempo al romance, ¿cómo podrá impulsar el negocio de la familia? Como su esposa, es tu deber darle herederos que lo apoyen".

Al notar su vacilación, añadió: "¿O hay algo que no quieres decirme?".

Alana permaneció callada, sin saber qué decir. Si los Harvey se enteraban de que la mujer que estuvo con Dylan la noche anterior no era ella, el futuro de su familia estaría en peligro.

"Por supuesto que no", respondió a toda prisa. "¿Qué hará el doctor Murray para examinarme?".

Antes de que este pudiera responder, Reese contestó bruscamente: "Él tiene sus propios métodos. Con un simple chequeo, puede determinar tu fertilidad y si alguna vez has estado embarazada".

Alana palideció todavía más mientras luchaba por encontrar palabras. "Dylan y yo llevamos tres años casados, pero no nos hemos unido hasta anoche. ¿Cómo pude haber podido quedar embarazada?".

Si Dylan no hubiera estado en el extranjero durante tanto tiempo, no habría buscado consuelo en otro lugar, ni estaría lidiando ahora con las consecuencias de un aborto espontáneo.

¡Si ese doctor la examinaba, la verdad estaría al descubierto!

Sus ojos se movieron nerviosamente. "¿Y si hoy tengo el período? ¿Será posible que me examinen?".

El doctor, Joseph Murray, respondió tranquilamente: "No se preocupe, puedo hacer un buen diagnóstico independientemente de su período".

Alana se quedó congelada y su pánico no hizo más que aumentar. La verdad sobre su aborto saldría a la luz si se llevaba a cabo ese examen.

En medio de su desesperación, murmuró: "Reese, tengo náuseas. ¿Puedo ir al baño? ¿Podrías esperarme con el doctor Murray?".

La mujer frunció el ceño, bastante irritada. "El examen no durará mucho".

Alana enrojeció debido a la urgencia. "Preferiría no pasar vergüenza delante de ti".

"Puedes ir", resopló Reese.

Alana les ordenó a los sirvientes que entretuvieran a Reese y luego llamó discretamente a su madre para que regresara. Rápidamente bajó las escaleras y se dirigió hacia los aposentos de los sirvientes.

"¿Dónde está esa perra? ¡Sáquenla de aquí!". Alana les dio una mirada fulminante.

Los sirvientes señalaron una habitación. "No se preocupe, ya nos ocupamos de ella. Ahora está inconsciente".

Alana abofeteó a uno de ellos. "¡Estúpido! ¿Quién les dijo que la golpearan?".

Los sirvientes estaban confundidos. No entendían por qué la autoritaria Alana ahora se mostraba tan protectora con Lena. Después de todo, siempre había sido cruel con ella.

"¡Despiértenla ahora mismo!", exclamó Alana con pánico. "¡Hagan lo que sea necesario, pero tiene que recuperar la consciencia!".

Todos comprendieron la urgencia de la situación y entraron enseguida.

Lena estaba tirada inconsciente en el suelo, con muchos alfileres esparcidos.

Era evidente el sufrimiento que había soportado.

Tras aplicar primeros auxilios, incluyendo salpicarle agua fría en el rostro, finalmente lograron revivirla de su estupor.

"Lena, la madre de Dylan está aquí", espetó Alana. "¡Tienes que subir para que el médico te examine en mi lugar!".

La chica se secó el agua del rostro y la miró fijamente. Había algo sospechoso en el miedo de la otra mujer.

Una sonrisa burlona se dibujó en sus labios, por lo que Alana le dio una mirada iracunda. "Maldita zorra, ¿por qué sonríes? ¿Te atreves a desafiarme?".