/0/15900/coverbig.jpg?v=f3faa254b81abb273ee89a99f2a11ccf)
La cita transcurrió entre risas y conversaciones genuinas. Victoria descubrió que Andrés era más que un rostro bonito; era un empresario que acababa de volver al país después de varios años de vivir en Nueva York, a expandir su empresa y que necesitaba hacer amigos, solo eso, "amigos". Andrés, apasionado por su carrera, amante de los animales y con un sentido del humor que contagiaba a quien se encontraba a su alrededor. Por primera vez, Victoria se sintió agradecida por la travesura de sus amigas.
Brenda observó a Andrés. Su cabello claro y su traje elegante lo hacían destacar entre todos los hombres presentes. No podía evitar notar su atractivo y sobre todo su riqueza. No podía permitirse siquiera pensar en que su amiga Victoria sé que quedara con él, la veía insignificante y poca cosa para un hombre como Andrés Castillo, un poderoso apellido en la ciudad.
Victoria era encantadora y dulce, pero no tenía la misma ambición que Brenda. Brenda sabía que, si lograba apartar a Victoria del camino, tendría una oportunidad con Andrés. Así que comenzó a maquinar su plan malévolo.
Brenda, con cierto descaro y sin vergüenza se acercó a Andrés. Sus ojos brillaban con malicia mientras le hablaba de lo hermoso de la ciudad y que, si necesitaba un guía, ella estaba dispuesta a prestar su ayuda. Brenda estaba tejiendo su telaraña, y ahora solo el tiempo diría si lograría atrapar a Andrés por completo. Pero una cosa era segura: la amistad con Victoria estaba en ruinas, y Brenda no se detendría hasta conseguir lo que quería.
Con asombro, Rebeca vio las intenciones de Brenda, le coqueteaba descaradamente a Andrés delante de Victoria y este estaba muy encantado con ella, tanto así que ellas parecían ser invisibles.
Andrés, el hombre que Brenda, Rebeca y Victoria habían conocido hacía apenas unas horas, ahora estaba sentado frente a Brenda. Victoria no podía evitar compararse con ella. Brenda era una mujer atractiva, con una confianza que irradiaba en cada gesto. Sabía cómo moverse, cómo hablar y cómo coquetear. Victoria, en cambio, se sentía torpe y fuera de lugar.
El corazón de Victoria latía con fuerza mientras observaba la complicidad entre Brenda y Andrés. ¿Por qué él la había elegido a ella? ¿Por qué no a Victoria? Las dudas la atormentaban. ¿Acaso no era lo suficientemente atractiva? ¿No era lo bastante interesante?
Brenda se inclinó hacia Andrés, sus labios rozando su oído mientras le susurraba algo. Victoria no podía escuchar las palabras, pero la expresión en el rostro de Andrés decía mucho. Se levantó de la silla y tomó la mano de Rebeca, quien miraba estupefacta la escena. Victoria sintió un nudo en la garganta. Tenía que irse, no podía soportar seguir viendo cómo Brenda se llevaba a Andrés.
Con determinación, Victoria se puso de pie, haló con fuerza a Rebeca, que emitió un gritico ahogado por la fuerza con que la levantaron de su silla. Las dos amigas salieron rápidamente del restaurante, Victoria no quería ser testigo de su propia humillación. No quería seguir pasando vergüenza. Brenda había ganado, y Victoria se sentía derrotada.
Rebeca caminaba al lado de su amiga Victoria, sintiendo que le dolía el alma. No podía creer lo que le habían hecho Brenda y el tal Andrés. Deseaba consolar a Victoria y decirle que todo se arreglaría, que todo estaría bien, pero la veía demasiado triste y callada. Era mejor dejarla hacer su duelo, que llorara y se desahogara.