/0/15960/coverbig.jpg?v=f1edc09830c8766eb97698768e528ae7)
Capítulo 1: La noticia inesperada
La mansión estaba en completo silencio, salvo por el murmullo de la lluvia golpeando contra los ventanales. Afuera, la tormenta oscurecía el cielo, cubriéndolo con nubes densas y amenazantes. Dentro del amplio estudio de su padre, Isabela sentía que el aire se volvía más pesado con cada segundo que pasaba. Frente a ella, sobre el escritorio de madera oscura, descansaba un documento que cambiaría su vida para siempre.
Sus manos temblaban cuando tomó el papel. Sus ojos, grandes y azul cristalino, recorrieron cada línea escrita con tinta negra, pero su mente se negaba a aceptar las palabras. Su pecho subía y bajaba con rapidez, atrapado entre la incredulidad y el miedo.
-No... -su voz apenas fue un susurro ahogado-. No puedes estar hablando en serio.
Su padre, un hombre de porte imponente y mirada severa, se cruzó de brazos. Llevaba un traje perfectamente planchado, sin una sola arruga, como si incluso su apariencia reflejara su rigidez y control absoluto sobre todo. Su madre, sentada en una silla junto a él, tenía el rostro inmutable, los labios fruncidos en una línea tensa.
-Es un acuerdo entre familias, Isabela -sentenció su padre, con la voz firme y sin rastro de emoción-. Ya está decidido. Te casarás con Gabriel Montenegro en una semana.
El nombre le heló la sangre. Gabriel Montenegro. Un hombre del que había oído hablar, pero al que apenas conocía. Frío. Intimidante. Posesivo.
-¿Por qué él? -preguntó con la voz rota, buscando la mirada de su madre, esperando alguna señal de compasión. Pero la mujer ni siquiera levantó los ojos.
-Es un buen partido -respondió su padre-. Su familia y la nuestra se beneficiarán con esta unión. No tienes nada que cuestionar.
Isabela sintió su corazón latir con fuerza, como si estuviera buscando una salida de su propio pecho. Sus manos apretaron el documento, deseando romperlo en mil pedazos, gritar, suplicar.
-Pero yo no lo amo... -dijo en un hilo de voz.
Su padre soltó un suspiro pesado, como si estuviera perdiendo la paciencia.
-El amor no tiene nada que ver con esto -declaró con frialdad-. Aprenderás a obedecer.
Obedecer. Siempre había sido una hija obediente. Siempre había seguido las reglas, complacido a su familia, mantenido la compostura. Pero esto... esto era diferente. Se trataba de su vida, de su futuro, de su libertad.
-Papá... -intentó decir, pero su padre levantó una mano para callarla.
-No hay nada más que discutir. La boda se celebrará como está planeado.
Isabela sintió su mundo derrumbarse. Sus piernas flaquearon y tuvo que apoyarse en la orilla del escritorio para no caer. La tormenta afuera rugía con más fuerza, como si reflejara el caos que se estaba formando en su interior.
Una semana. Solo una semana antes de que su vida dejara de pertenecerle.