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Charlotte despertó con un dolor sordo en la cabeza. La luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas de su habitación en la mansión Whitmore, proyectando sombras doradas sobre el suelo de mármol. Aún adormilada, se frotó los ojos y estiró la mano hacia su teléfono en la mesita de noche.
El primer mensaje que vio fue de su amiga Emily:
"Dime que esto es una broma."
Charlotte frunció el ceño.
El siguiente mensaje fue de su hermano mayor, Christopher:
"Charlotte, llámame en cuanto leas esto."
Su corazón empezó a latir más rápido.
Desbloqueó el teléfono y lo primero que apareció fue una notificación de una de las revistas de sociedad más importantes del país.
"El joven senador Alexander Prescott se compromete con la heredera Charlotte Whitmore."
Charlotte sintió que el aire abandonaba sus pulmones.
Abrió la noticia y vio la imagen principal: una fotografía de ella y Alexander tomada la noche anterior en el restaurante. Su rostro estaba serio, con el ceño fruncido, mientras que él sonreía con esa expresión controlada y segura de sí misma. La imagen parecía sugerir que todo había sido una velada romántica, no la tensa confrontación que realmente había ocurrido.
La noticia no dejaba espacio para dudas.
"Después de meses de especulaciones, se confirma el compromiso entre el senador Alexander Prescott y la heredera Charlotte Whitmore. Según fuentes cercanas a ambas familias, el matrimonio no solo es una unión entre dos de las dinastías más influyentes de la nación, sino también un paso estratégico para el futuro político de Prescott. Se espera que la boda se celebre en los próximos meses en lo que sin duda será el evento del año."
Charlotte se quedó congelada, con el teléfono temblando en su mano.
-No... no puede ser...¿Cómo es que pudieron hacerme esto? No lo puedo creer...
Su cuerpo se movió antes de que pudiera procesarlo. Se levantó de la cama de un salto, se puso una bata de seda sobre su camisón y salió del cuarto a toda prisa. Bajó las escaleras de la mansión con el corazón desbocado, ignorando a los empleados que la miraban con curiosidad.
-¡Mamá! -gritó, entrando al salón principal.
Eleanor Whitmore estaba sentada en un sofá de terciopelo, bebiendo su café matutino con la elegancia de siempre. Frente a ella, el periódico abierto mostraba la misma noticia que Charlotte acababa de leer.
-Buenos días, querida -dijo su madre sin apartar la mirada de la taza.
-¿Cómo puedes estar tan tranquila? -exclamó Charlotte, sintiendo que el pánico la consumía-. ¡Esto no es real! ¡No puede ser real!
Eleanor suspiró y dejó la taza sobre el platillo.
-Oh, Charlotte, deja de hacer un escándalo. Esto era inevitable.
-¿Inevitable? -Su voz tembló-. Ni siquiera he aceptado este compromiso y ya lo anunciaron al mundo. ¡No tuve elección!
-Exactamente -respondió su madre con frialdad-. Nunca la tuviste.
Charlotte sintió que la desesperación la ahogaba.
-Voy a negar todo -declaró-. Haré una declaración pública. Diré que no es cierto.
-No lo harás -intervino una voz grave.
Charlotte giró bruscamente y vio a su padre entrar en la sala, impecable con su traje oscuro. John Whitmore tenía el porte de un hombre acostumbrado a dar órdenes y ser obedecido sin cuestionamientos.
-Papá, ¿cómo pudiste hacer esto? -preguntó con la voz quebrada.
Él se acercó con pasos tranquilos y tomó asiento frente a ella.
-Lo hicimos por tu propio bien, Charlotte.
Ella negó con la cabeza.
-No. Lo hicieron por ustedes. Para asegurarse de que su nombre siga siendo intocable. Para fortalecer su influencia política.
John apoyó los codos en sus rodillas y entrelazó las manos.
-Sé que esto te parece injusto. Pero entiéndelo, Charlotte: la vida que tienes no te permite rebelarte como una niña malcriada. No eres cualquier persona. Eres una Whitmore.
-¡No me importa el apellido! ¡No quiero casarme con Alexander Prescott!
Su madre se levantó y caminó hasta una pequeña mesa de caoba donde descansaba su bolso de diseñador. Sacó una carpeta negra y la dejó frente a Charlotte.
-Antes de seguir con este berrinche, te sugiero que leas esto.
Charlotte la miró con desconfianza antes de tomar la carpeta y abrirla.
Lo que vio hizo que su estómago se revolviera.
Fotografías. Documentos.
Su vida entera desmenuzada en hojas de papel.
Imágenes de ella en fiestas de la universidad, algunas con copas de alcohol en la mano. Capturas de mensajes de texto sacados de contexto. Un informe detallado de cada pequeño error que había cometido desde que era adolescente.
Pero lo peor no era eso.
Había una fotografía de ella con Christopher, su hermano, tomada en un momento de tensión años atrás. Él tenía el rostro marcado por una herida en la ceja, y ella lo sostenía del brazo con lágrimas en los ojos. Sabía exactamente de qué momento era esa foto. Fue cuando Christopher tuvo un altercado con su padre después de anunciar que quería alejarse del mundo empresarial.
Charlotte sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
-¿Qué es esto?
Su madre habló con la misma calma con la que discutía sobre el menú de la cena.
-Es lo que pasará si decides arruinar este compromiso.
Charlotte levantó la mirada, horrorizada.
-¿Están... amenazándome?
-No, querida -dijo su madre con una sonrisa impecable-. Te estamos mostrando la realidad.
Charlotte sintió que sus piernas temblaban.
Su padre intervino de nuevo.
-Si decides rebelarte, la prensa hará pedazos tu reputación. Encontrarán cualquier excusa para desacreditarte. Y si eso no es suficiente, Christopher también será arrastrado.
Charlotte sintió que su mundo se derrumbaba.
Ella podía soportar que la atacaran. Pero Christopher... su hermano, su mejor amigo, la única persona en su familia que siempre la había protegido. Si lo involucraban en esto, su carrera, su vida entera podrían arruinarse.
John Whitmore se levantó y ajustó su reloj de lujo.
-Piénsalo, Charlotte. No queremos hacerte daño, pero a veces es necesario tomar decisiones difíciles.
Charlotte sintió un nudo en la garganta.
Por primera vez en su vida, estaba realmente atrapada.
Y por primera vez, tenía miedo.