No obstante, esa tarde, la tranquila rutina de la mansión Asian se vería alterada. La noticia del encuentro entre Bahar y el desconocido llegó rápidamente a oídos de Nasuh. En Midyat, no pasaba nada sin que él se enterara. Y lo que más le enfurecía era la idea de que su nieta hubiera tenido una conversación, aunque breve, con alguien que, en sus ojos, no era más que una amenaza para su control sobre la familia.
Nasuh, sentado en su despacho de madera oscura, miraba con furia las cartas y documentos que tenía delante. Su mirada, fija en los papeles, no parecía alterarse, pero su mente estaba acelerada. La puerta se abrió con suavidad, y Faruk, su hijo y padre de Bahar, entró con paso vacilante. Sabía que algo no iba bien.
- Padre - comenzó Faruk, sin atreverse a mirar directamente a los ojos de Nasuh, como siempre sucedía cuando se trataba de una conversación seria. - Bahar... ha tenido un problema en el mercado hoy.
Nasuh levantó la vista lentamente, su expresión gélida.
- ¿Un problema? - repitió, su voz baja pero cargada de amenaza. - ¿De qué hablas?
Faruk dudó, pero no podía esconder la verdad. Nasuh había ordenado a sus espías estar al tanto de cualquier movimiento de Bahar, y pronto llegó la noticia de que la joven había tenido una discusión con un hombre en el mercado. Al principio pensó que no sería más que una molestia pasajera, pero luego, el rostro del hombre con el que Bahar había hablado fue descrito: un joven de porte distinguido, de mirada desafiante. Faruk no necesitaba pensar mucho para identificarlo.
- Ese hombre... - murmuró Faruk, antes de mirar a su padre con nerviosismo. - Es Emir Demir.
Nasuh se quedó en silencio, y por un momento, parecía que el aire en la habitación se volvía más espeso. Emir Demir. El nombre resonó en su mente con un eco de desdén. El hijo de aquellos malditos que había jurado destruir. La familia Demir, responsable de la tragedia que había marcado su vida.
- ¿Emir Demir? - repitió Nasuh con una sonrisa fría. - Claro, no podría ser otro. ¿Y qué ha hecho mi nieta con él?
Faruk titubeó, pero antes de que pudiera responder, Nasuh lo interrumpió.
- Bahar tiene un don para meterse en problemas, ¿verdad? - dijo Nasuh, levantándose de su silla con una calma inquietante. - Le dije que no se acercara a esa familia. ¿Cómo ha sido tan imprudente?
- Padre, ella no sabía quién era, solo que discutieron en el mercado. - Faruk intentó calmarlo, aunque en su voz se notaba el temor.
Nasuh lo miró con desprecio.
- Imprudente o no, no volverá a ver a ese malnacido - dijo, su voz firme como el acero. - Bahar es mía para casarla con quien yo elija, no para perder el tiempo con un hijo de esa gente. Y si quiere ser parte de nuestra familia, no puede estar distraída con nimiedades. Este asunto se acaba ahora.
Faruk asintió rápidamente, sintiendo que la conversación estaba a punto de tomar un giro peligroso.
- ¿Qué harás, padre? - preguntó, temeroso de la respuesta.
Nasuh sonrió, una sonrisa llena de intenciones oscuras.
- Le haré saber a mi nieta su lugar. Nadie, ni siquiera ella, puede desafiar mi autoridad. Además, ya he decidido lo que haré con esa familia. Si la muchacha cree que puede jugar a ser libre, tendrá que aprender que no tiene esa opción.
Mientras tanto, en las oscuras calles de Midyat, Emir Demir paseaba con pasos calculados, como siempre lo hacía cuando se sentía en control de la situación. Su encuentro con Bahar en el mercado aún daba vueltas en su mente, y no podía dejar de pensar en su actitud desafiante. Había algo en ella que le resultaba... intrigante. Algo que no podía identificar, pero que le decía que debía saber más.
Su plan, su venganza, era claro: derribar a la familia Asian, destruirlos desde adentro. Pero Bahar, con su belleza y coraje, lo hacía dudar. ¿Debería seguir su venganza a toda costa, o su destino estaba entrelazado con el de ella de una forma más peligrosa de lo que había anticipado?
En su caminar, Emir fue interceptado por su amigo más cercano, Azad Yilmaz, quien lo miraba con una mezcla de preocupación y curiosidad.
- Emir, ¿sigues con esa idea de destruir a los Asian? - preguntó Azad, sin rodeos. - Has estado obsesionado con eso desde que eras un niño. Pero lo que vi hoy... no sé. Quizá no todo sea lo que crees.
Emir frunció el ceño y miró a Azad con firmeza.
- No lo entiendes, Azad. La familia Asian es responsable de la muerte de mis padres. Lo que me hicieron no tiene perdón. - su voz era baja, pero llena de veneno.
Azad se quedó en silencio, sin saber qué más decir. No compartía la sed de venganza de Emir, pero no podía hacerle cambiar de opinión. En ese instante, Emir vio algo que cambió la dirección de sus pensamientos.
Bahar.
Ese nombre resonó en su mente con más fuerza. La manera en que ella lo había mirado, desafiante pero vulnerable, le hizo reconsiderar algo importante: la joven Bahar Asian era ilegítima. Lo había confirmado a través de sus fuentes, y la revelación le dio una oportunidad que no había considerado antes. La hija de Nasuh, la pieza clave, no tenía la misma legitimidad ante su abuelo, algo que podía ser utilizado en su beneficio.
Emir sonrió para sí mismo, una sonrisa fría y calculadora.
- Tal vez mi plan no necesite cambiar tanto después de todo, Azad - murmuró para sí, mientras se alejaba de su amigo, ya con la mente puesta en la siguiente jugada de su venganza.
Bahar, sin saberlo, había comenzado a ser parte de su juego. Y él iba a usar cada fragmento de esa vulnerabilidad en su propio beneficio.
En la mansión de los Asian, Nasuh estaba decidido a dar un golpe final que pondría a su nieta en su lugar. Y en las sombras, el destino de Bahar y Emir se tejía con cada decisión que tomaban.