Capítulo 2 2

El día transcurrió con tranquilidad, aunque para Andrés, la presencia de Mariana se sentía como un cambio inesperado en su rutina perfectamente calculada. Había contratado niñeras antes, pero ninguna había logrado captar la atención de Lucas tan rápido. Mientras trabajaba en su oficina en casa, podía escuchar a su hijo riéndose en la sala, algo que no sucedía con frecuencia.

Curioso, se levantó de su escritorio y caminó hasta la puerta, entreabriéndola con discreción. Desde allí, vio a Lucas y Mariana sentados en la alfombra, rodeados de hojas y crayones.

-¿Y este quién es? -preguntó Mariana, señalando un dibujo.

-Es un astronauta -respondió Lucas, con emoción-. Va al espacio a buscar planetas nuevos.

-¡Vaya! ¿Y cuál es su misión?

Lucas frunció el ceño, pensativo.

-Encontrar un planeta donde todos los niños puedan jugar todo el día sin hacer tareas.

Mariana soltó una carcajada y chocó la mano con la de Lucas. Andrés, apoyado en el marco de la puerta, sintió una extraña calidez en el pecho. No recordaba la última vez que su hijo había interactuado con alguien de esa manera.

Decidió volver a su escritorio, sacudiendo la sensación de su mente. Sin embargo, apenas se sentó, sonó su teléfono.

-Dime, Sergio -respondió, al reconocer el número de su asistente.

-Andrés, tenemos un problema con la fusión de empresas en Madrid. Necesitan tu aprobación para modificar un par de cláusulas del contrato.

Andrés suspiró y masajeó su sien.

-Lo revisaré en la noche. Envíame los documentos.

-También deberíamos agendar una reunión con los accionistas. La situación en el mercado está inestable y quieren garantías.

-Lo discutiremos mañana.

Colgó la llamada y apoyó la frente en su mano. Su empresa era su prioridad, y cualquier error podía costarle millones. Pero, por primera vez en mucho tiempo, su mente no estaba completamente enfocada en los negocios.

Decidió salir de su oficina para despejarse y, al llegar a la sala, vio a Mariana en la cocina sirviendo jugo para Lucas.

-¿Cómo va todo? -preguntó, apoyándose en el marco de la puerta.

-Muy bien -respondió ella con una sonrisa-. Lucas es un niño increíble.

El niño, que estaba bebiendo su jugo, se sonrojó un poco y se encogió de hombros. Andrés no pudo evitar sonreír de lado.

-Me alegra escucharlo.

Mariana notó que Andrés tenía el ceño levemente fruncido, como si algo lo preocupara.

-¿Mucho trabajo? -preguntó con tacto.

-Como siempre -respondió él, quitándole importancia.

Mariana lo observó por un momento y luego dijo con ligereza:

-Mi abuela siempre decía que el trabajo es importante, pero si te lo llevas a la cama todas las noches, terminarás casado con él.

Lucas soltó una risita y Andrés la miró sorprendido antes de negar con la cabeza, divertido.

-Suena como una mujer sabia.

-Lo era -respondió Mariana con una sonrisa melancólica-. Siempre me recordaba que la vida sigue, incluso cuando creemos que se ha detenido.

Andrés sintió un pequeño nudo en el estómago. Mariana no lo conocía lo suficiente para saberlo, pero esas palabras le llegaron más profundo de lo que debería.

Intentando cambiar de tema, miró a Lucas y dijo:

-¿Cómo va la misión del astronauta?

Lucas levantó su dibujo con orgullo.

-Ya tiene nombre. Se llama Max y su nave está lista para despegar.

-Entonces tendrás que contarme cómo le va cuando regrese del trabajo mañana.

Lucas asintió con una sonrisa, y Andrés se dio cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, estaba dejando la oficina sin sentirse completamente culpable por irse.

Mientras tomaba su abrigo y se dirigía a la puerta, sintió la mirada de Mariana sobre él. No dijo nada, pero por alguna razón, sintió que ella lo entendía más de lo que dejaba ver.

Y eso, de alguna manera, lo inquietaba y lo reconfortaba al mismo tiempo.

            
            

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