Emperador Dragón
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Capítulo 4 Capítulo 4

La información inundó la mente de Lin Yan y este sintió que iba a explotar. Cayó al suelo, agarrándose la cabeza, y comenzó a temblar al mismo tiempo que sus pupilas se dilataban.

Sintió que su cerebro y cuerpo eran mutilados por múltiples navajas al mismo tiempo. No pudo soportarlo más, así que le pidió a la Sombra que detuviera la decodificación de la Separación de Yuan Qi de la Técnica Dedo Espada Celestial. No quería arriesgarse a terminar sin cabeza.

Yan se quedó en el suelo con la espalda empapada en sudor. Después de un prolongado tiempo, se puso de pie, jadeando por aire como si hubiera peleado una batalla campal, pero su mirada había cambiado.

-¡Que maravillosa es la Sombra! No solo me ha enseñado alquimia, sino también ha mejorado mi habilidad con las artes marciales, ¿qué más usos podría darle? -se preguntó pero rápidamente negó con la cabeza-. Primero tengo que dominar la Segunda Fase antes de emocionarme o podría quemar mi cerebro.

El hombre suspiró profundamente al recordar que hubiera muerto si no hubiera parado. Aunque esto no fue suficiente para apagar su entusiasmo, si esta era la recompensa por abrir la cámara de Sumeru, ¿quién sabe qué otros conocimientos podría obtener?

Después de un breve descanso, salió del plano de la Prisión del Dragón Devorador y se dirigió a la tienda más grande del condado: la Casa de los Cien Tesoros. Era una de las pocas propiedades que no le pertenecían a ninguno de los tres grandes clanes. Los rumores decían que tenía la protección de un grupo poderoso que no tenía afiliación con ninguna de las familias Lin, Mu o Wang.

El lugar era un edificio de tres pisos lujosamente decorado. Aristócratas de familias prominentes entraban y salían a todas horas.

-Quiero comprar estas hierbas. ¡Dos de cada una, por favor! -solicitó el joven dejando la lista de los ingredientes de la Píldora Médula-Purificadora en el mostrador.

-¿Lin Yan? ¡Quién hubiera pensando que asomarías tu fea cabeza en un lugar como este! -dijo una voz con sorna y el aludido volteó la mirada para encontrarse con un hombre que llevaba una espada verde en la cintura y el brazo alrededor de una hermosa mujer. El rostro de Yan se tornó hosco al reconocerlos: Lin Tianyou y Lin Qiaoer. Una vena sobresalió en su frente y los fulminó con instinto asesino.

-Que mala suerte la mía, no puedo creer que haya tenido que encontrarme con ustedes dos aquí.

La mujer se separó del hombre y se le acercó para examinarlo con la barbilla en alto. Frunció el ceño y una sonrisa burlona apareció en sus labios.

-Yan, no esperaba que te recuperaras tan rápido. ¿Estás comprando medicina? ¿De dónde has sacado el dinero si la familia te ha dejado sin fondos? -se mofó-. Sin embargo, ya que tenemos la misma sangre, podemos ser más tolerantes. Estoy segura que si te doblegas ante Tianyou, este tendrá misericordia de ti y te ofrecerá las sobras.

Sus palabras llamaron la atención de la multitud quienes no dudaron en señalarlo y reírse entre ellos.

-¿Ese era el heredero de los Lin? Dios, qué mal se ve, casi ni lo reconozco. ¡Que bajo ha caído!

-¿Te acuerdas de todas las veces que fue un soberbio? Siempre pensó que era mejor que nosotros, ahora míralo.

-No tan alto que nos escuchará.

-¿Y? ¿Realmente crees que una basura como él podría hacernos algo?

Yan frunció el ceño con la sangre hirviéndole de ira. Si hubiera podido los hubiera degollado en el acto, pero sabía que perdería. Tianyao había alcanzado la Octava Fase del Temple Corporal y había hecho la Limpieza del Cuerpo dos veces. Qiaoer, por otro lado, había mejorado a pasos agigantados alcanzando la Séptima Fase del Temple Corporal en tiempo récord.

Así que solo le quedaba morderse el labio y bajar la cabeza hoy para poder derrotarlos en el futuro. Mientras la pareja y los espectadores seguían burlándose de Yan, el dependiente apareció con su pedido.

-Señor, aquí está lo que solicitó, sígame para que haga el pago -le dijo a lo que el joven lo miró sin expresión en el rostro.

-No tengo dinero. ¡Quiero hablar con la persona a cargo!

La sonrisa en el rostro del dependiente desapareció y frunció el ceño con gravedad. Todos los demás dejaron de reírse y se le quedaron mirando con nerviosismo.

Todos sabían que la Casa de los Cien Tesoros estaba respaldada por alguien poderoso, ni siquiera las grandes familias se atrevían a faltarles el respeto. Yan debía ser la primera persona que les causaba problemas. ¿Quería morir? Tianyou y Qiaoer se miraron preguntándose si quizás había perdido la cabeza.

-¿Cómo te atreves? ¡¿Acaso no sabes dónde estás?!

El dependiente golpeó el mostrador y se puso en pie de un salto. Señaló a Yan con furia y los demás se quedaron en un silencio sepulcral.

- ¿Quién está causando tanto revuelto? -tronó la voz de un hombre desde el tercer piso. El dependiente quiso explicarle, pero el joven se le adelantó.

-¡No tengo dinero, pero tengo algo que le interesará más!

-Bastante valiente eres, así que sube, déjame oírte y ver lo que ofreces.

Yan subió hasta la oficina del tercer piso y se encontró de frente con una pareja. El hombre debía tener alrededor de cincuenta años, tenía un bigote prominente y ojos inteligentes. Peng Jiang, el encargado de la tienda, era un artista marcial de primera categoría y poseedor de una increíble fuerza espiritual pues había alcanzado la Primera Fase del Reino de la Fundación. A su costado, estaba una dama vestida de amarillo de la misma edad que Yan.

La mujer tenía piel clara, rasgos delicados y ojos tan brillantes como las estrellas en el cielo nocturno. Su cabello se mecía libremente con la brisa que entraba por la ventana y una intoxicante fragancia de flores le llegó a la nariz al hombre cuando se acercó y le dio un vuelco al corazón.

-¿Lin Yan, verdad? ¿Qué tesoro tienes que estás tan seguro necesitamos? Aunque te advierto que si solamente estás causando problemas, haremos que te rompan las extremidades y te botaremos a la calle.

Ni bien terminó de hablar, Yan se dio cuenta de que el hombre trató de intimidarlo presionándolo con su poder espiritual pero no sintió miedo y resistió.

-Veamos si aguantas.

Jian se movió con nerviosismo cuando vio que Yan había bloqueado con éxito su aura. Sin embargo, esto no iba a detenerlo, quería lograr que se arrodille. La mujer decidió intervenir.

-Dejemos que nos enseñe lo que vino a mostrar.

-Sí, señorita -concedió el hombre rápidamente-. Muéstranos lo que has traído, pero si nos quieres engañar, quiero que sepas que no saldrás con vida de aquí.

Yan ni se inmutó y les respondió con calma.

-No les haré perder el tiempo. Soy un alquimista. Creo que ustedes podrían beneficiarse de alguien como yo.

            
            

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