Capítulo 7 Quiero cancelar el compromiso

Las palabras de Colten estaban teñidas de un tono de fastidio, contrastando marcadamente con su ternura anterior.

Las manos de Madison se apretaron en puños por un fugaz momento antes de relajarlas y abrir la puerta con determinación.

Dentro de la oficina, encontró a Lana aferrándose a su prometido, con sus brazos alrededor del cuello de este.

Sus ojos se abrieron de golpe, alarmada ante la presencia de Madison; con un fuerte jadeo, se tambaleó hacia atrás, tropezando torpemente con la esquina del escritorio y desplomándose sobre el hombre, quien la atrapó hábilmente.

Colten ni siquiera intentó apartarla; en su lugar, la sujetó por la cintura con firmeza.

"Colten", lo llamó Lana con una voz llena de dulzura, acercándose más a él.

Presenciar su acogedor abrazo se sintió como una puñalada dolorosa que se clavó en el corazón de Madison; en ese momento, la necesidad de presentar la evidencia en la memoria USB parecía ya carente de sentido.

Tal como lo había señalado Josie, si Colten realmente sintiera algo por ella, habría averiguado la verdad sin problemas.

Sus acciones expresaban un mensaje contundente: no existía confianza ni amor de su parte.

"Si tienes algo que decir, hazlo rápido. ¡Estoy muy ocupado!", espetó el hombre, frunciendo el ceño mientras sus ojos se dirigían a la pierna izquierda de su prometida, volviéndose hacia otro lado rápidamente.

La chica forzó una risa vacía y carente de emoción.

Sí, era cierto que él estaba muy ocupado, absorto en su romance en horario laboral.

Tomándose un momento para calmarse, Madison respiró hondo y dijo: "Quiero cancelar el compromiso".

La oficina quedó envuelta en un silencio sofocante y el aire se volvió tenso.

De repente, Colten rompió el silencio con un tono mordaz y sarcástico: "¡Increíble! ¿En serio vas a hacer esto ahora, justo antes de la cena familiar? ¿De verdad crees que puedes chantajearme para que acepte firmar el contrato de tu hermano?".

Su incredulidad era palpable; no se hacía la idea de que su prometida lo abandonara voluntariamente.

De todas las personas en el mundo, estaba seguro de que Madison era la única que albergaba un amor inquebrantable hacia él.

Colten siempre había asumido que los planes de la chica estaban ligados a las ambiciones de la familia Dixon o a sus intentos de acaparar toda su atención; no podía comprender cómo alguien que en el pasado se mostró dulce y adorable se había vuelto tan calculadora y detestable.

Todavía cerca de él, Lana observó cómo el rostro del hombre se contraía por la frustración, interviniendo con una voz que destilaba una dulzura fingida: "¿Te refieres al contrato que tiraste a la basura hace poco? Cuando lo mencionaste, me intrigó saber quién tendría la audacia de exigir un favor tan grande sin ofrecer nada a cambio. Nunca imaginé que sería...".

Su voz vaciló al notar el impacto de sus palabras en Madison, suavizando deliberadamente sus rasgos mientras continuaba: "Lo siento mucho. No sabía que el contrato era de tu hermano".

En sus días de juventud, el abuelo de Madison y Alfred eran como hermanos; sus fortunas estaban entrelazadas como las raíces de árboles milenarios.

Sin embargo, el tiempo pasó y la riqueza de los Dixon comenzó a menguar, mientras que la fortuna de los Pearson continuó creciendo exponencialmente; en consecuencia, los Dixon ahora se aferraban al compromiso como si fuera su único salvavidas, con la esperanza de que les devolviera su antigua gloria.

Colten no hizo nada para defender a su prometida del desprecio que Lana mostró y simplemente dejó que una leve sonrisa despectiva se instalara en las comisuras de sus labios.

Madison, con las manos apretadas en puños, luchaba por mantener la compostura mientras respondía: "Hablaré con mi hermano sobre el contrato y me aseguraré de que deje de molestarte. Cuando el compromiso se cancele, ya no tendrás que volver a lidiar con él y ambos podremos dejar atrás ese malentendido".

Ella se tranquilizó a sí misma, decidida a sonar lo más serena posible; en caso de que llegaran a separarse, esperaba que fuera en buenos términos.

Sin embargo, mientras hablaba, el rostro de Colten se tornó sombrío y su molestia aumentó; el costoso bolígrafo que sostenía perforó con fuerza el contrato, provocando que la tinta se derramara sobre el papel como una nube oscura, un reflejo de sus emociones tormentosas.

Arrojando a un lado el papel arruinado, declaró con una fría resolución en su mirada: "Haré que redacten un nuevo contrato. En el banquete de esta noche, confirmaré que deseo casarme contigo. ¿Eso es suficiente para ti? ¡Si es así, entonces lárgate!".

El agudo dolor de la desilusión comenzó a apoderarse de Madison.

Su prometido solo la veía como un mero trampolín para asegurar su posición dentro del Grupo Pearson, así como creía que ella lo necesitaba para restaurar la decadente reputación de la familia Dixon.

Su relación se reducía a un mero acuerdo estratégico, carente del más mínimo afecto real.

Alzando la barbilla de manera desafiante, ella respondió: "Me niego".

Los feroces y penetrantes ojos de Colten atravesaron a Madison mientras esta se daba la vuelta y salía de la oficina sin mirar atrás.

La puerta se cerró con fuerza, y aunque Lana apenas podía contener su alegría, logró forzar una expresión triste. "Lo siento mucho. Madison no habría tenido este arrebato si yo no estuviera aquí".

La ira de Colten irradiaba de él como el calor de llamas abrasadoras.

Con la mirada fija en la puerta que acababa de cerrarse, él respondió con un tono cortante y gélido: "Tú no tienes la culpa. ¡Vamos a ver si realmente tiene agallas y mantiene su palabra!".

Afuera del imponente edificio del Grupo Pearson, Madison disfrutaba de la cálida luz del sol, mientras su corazón se llenaba de un alivio inexplicable.

Desde niña, el compromiso que arregló su familia dictaminó el rumbo de su vida, uniendo su corazón y sus pensamientos únicamente a Colten.

Amar a ese hombre lo significaba todo para ella; investigó minuciosamente qué le gustaba y qué detestaba, cambiar para ser de su completo agrado y ganarse su corazón.

Cuando él mencionó que las mujeres que bailaban poseían una elegancia que admiraba, Madison abandonó su preciada motocicleta, reprimió su naturaleza enérgica y comenzó a usar vestidos blancos, soportando el dolor de las clases de pilates para moldear su cuerpo.

Su madre siempre insistió en que la esposa de un hombre de su círculo debía exhibir dignidad y aplomo; por lo tanto, la chica dominó el arte de la etiqueta, perfeccionó su manera de expresarse y aprendió las complejidades de complacer a los demás.

Madison gradualmente se reprimió a sí misma solo para complacer a Colten, olvidándose lentamente de la mujer feroz e independiente que alguna vez fue.

La cacofonía de motores acelerando predominaba en el taller de motocicletas, mezclándose con el penetrante aroma a grasa y gasolina.

Los treinta mil dólares que iba a pagar por el video los utilizó para comprar una motocicleta de tono rojo escarlata vibrante, con su superficie impecable brillando provocativamente.

Para ella, manejar una motocicleta se había convertido en un placer olvidado, pero ya era hora de retomarlo.

Abriéndose paso entre el tráfico, condujo directamente hacia los solitarios senderos en la montaña ubicada en la zona este de la ciudad; la velocidad despertó en ella una euforia liberadora que calmó su turbulencia interior.

Al llegar a la cima, se quitó el casco y miró al cielo para lanzar un grito victorioso hacia la inmensidad resonante; luego, dejó salir una risa desenfrenada y contagiosa.

"¡Guau! Parece que estás llena de energía, ¿verdad?", comentó una voz con un matiz de familiaridad, tomándola por sorpresa y casi haciéndola caer al vacío.

Una mano firme y tranquilizadora la tomó de la cintura. Luego, la misma voz susurró cálidamente en su oído: "Ten cuidado".

Sobresaltada, Madison retrocedió y su rostro se ensombreció con una mezcla de reserva y alarma palpable.

"¡Señor Pearson!".

La mano de Chris permaneció en el aire unos momentos antes de meterla suavemente en su bolsillo, mirándola con unos ojos enigmáticos y llenos de curiosidad.

Tan solo un día antes, esta misma chica era la viva encarnación de la desesperación, pero ese día, después de visitar el Grupo Pearson, su ánimo parecía inusualmente optimista.