La rosa y el asesino
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Capítulo 5 5

El coche de Alexander avanzaba a través de las calles de París con una velocidad vertiginosa. Las luces de la ciudad parpadeaban, iluminando el rostro tenso de Valeria mientras miraba hacia fuera, tratando de aferrarse a cualquier cosa que la anclara a la realidad. Las calles conocidas se desvanecían rápidamente, como si ella estuviera siendo arrastrada a un mundo paralelo, donde ya no era la periodista que había investigado la corrupción en silencio, sino una fugitiva con la vida en constante peligro.

Se recostó en el asiento y cerró los ojos, tratando de calmar el caos que rondaba su mente. La imagen de la ciudad desapareciendo en el espejo retrovisor, de la silueta del coche negro a lo lejos, cada pensamiento se mezclaba en su cabeza. ¿Por qué? ¿Por qué la perseguían? ¿Y quién era realmente Alexander?

Un repentino giro de la rueda la sacó de sus pensamientos.

-Vamos a hacer una parada -dijo Alexander, su voz grave y segura.

Valeria miró a su alrededor. Estaban fuera de la ciudad, en una carretera oscura, rodeados de campos desiertos. La oscuridad lo envolvía todo, con la única luz proveniente de los faros del coche. Alexander disminuyó la velocidad y se detuvo junto a una pequeña estación de servicio, que parecía desierta. El lugar no parecía el tipo de sitio donde uno iría a descansar, más bien parecía una trampa.

-¿Por qué aquí? -preguntó Valeria, entrecerrando los ojos.

-Porque alguien está buscando algo. Y si quieren encontrarnos, este es el mejor lugar para que lo hagan.

-¿Una trampa?

-Más bien una oportunidad. -Alexander la miró con una leve sonrisa, como si todo fuera parte de un plan más grande-. Si no me sigues el ritmo, los que están detrás de ti sabrán que estamos cerca. Y es probable que esta sea nuestra última parada antes de perderlos por completo.

Valeria asintió, aunque no se sentía del todo tranquila. Alexander salió del coche y cerró la puerta con un suave clic, indicándole que lo hiciera también.

-¿Adónde vamos? -preguntó, antes de seguirlo.

-Vamos a adentrarnos en la estación, pero mantente alerta. Si esto funciona, nos dará una ventaja. Si no, entonces tenemos que correr y no mirar atrás.

Valeria no estaba segura de qué pensar. Las palabras de Alexander parecían más bien una orden que una sugerencia, pero no podía permitirse el lujo de cuestionarlo ahora. Sin otra opción, lo siguió dentro de la tienda, que olía a gasolina y a metal oxidado.

El interior estaba vacío, con las estanterías llenas de productos comunes, y la luz fluorescente zumbaba suavemente. Alexander se acercó al mostrador, donde un hombre de rostro curtido los observaba sin decir nada.

-¿Estás listo? -preguntó Alexander en voz baja.

El hombre asintió, dándole una breve mirada a Valeria antes de hacer un gesto hacia una puerta trasera. Alexander la observó y luego se giró hacia Valeria.

-Es hora de movernos.

El pequeño almacén se convirtió en un pasaje oscuro, apenas iluminado por algunas luces débiles que chisporroteaban. La puerta trasera los condujo a un pasillo largo, con una sensación de frialdad palpable en el aire. Valeria sentía que cada paso era un paso más hacia lo desconocido.

Cuando llegaron al final del pasillo, se encontraron con una pequeña sala que parecía más una oficina improvisada. Un hombre de pie frente a una mesa de mapas y papeles levantó la vista al verlos entrar.

-¿Ya nos han localizado? -preguntó Alexander, sin rodeos.

-Aún no -respondió el hombre, un tono de preocupación en su voz-, pero está cerca. Necesitamos actuar rápido.

Valeria se quedó en silencio, observando la escena. No comprendía todo lo que estaba sucediendo, pero cada palabra de Alexander y de sus contactos la sumía en un abismo más profundo.

-¿Qué está pasando? -preguntó, incapaz de contener la curiosidad-. ¿Quiénes son esas personas que me siguen? ¿Por qué están tan interesados en mí?

Alexander la miró fijamente.

-Te lo diré pronto, lo prometo. Pero ahora mismo, necesitamos poner en marcha el plan.

Un hombre más joven se acercó con una carpeta en la mano. La entregó a Alexander, quien la abrió rápidamente. Al ver los documentos, sus ojos se endurecieron.

-Esto es grave. Necesitamos un cambio de planes -dijo él, con voz grave. Luego se volvió hacia Valeria-. Te dije que era más grande de lo que pensabas, ¿verdad? Esto no es solo un artículo. Es algo mucho más serio.

Valeria lo miró sin comprender del todo.

-¿Qué... qué quieres decir?

Antes de que pudiera recibir una respuesta, el sonido de un motor a lo lejos interrumpió su conversación. Alexander levantó la vista, sus ojos llenos de tensión.

-Es hora de salir. Ahora.

Sin más explicaciones, los hombres comenzaron a moverse rápidamente. Alexander la agarró del brazo y la empujó hacia una puerta lateral.

El sonido del motor se hacía más fuerte, y el aire parecía volverse más espeso con cada segundo que pasaba. Valeria apenas tenía tiempo de procesar lo que ocurría, solo seguía a Alexander, quien la condujo hacia un vehículo estacionado cerca de una salida trasera.

Cuando ambos estuvieron dentro, el motor rugió y Alexander giró la llave con rapidez. En el momento en que el coche comenzó a moverse, Valeria se giró hacia él, más confundida que nunca.

-¿Qué está pasando? ¿Quién está detrás de todo esto? ¿Quiénes son esas personas?

Alexander la miró, su expresión casi inquebrantable.

-El que está detrás de esto no es un hombre cualquiera. Es alguien con mucho poder. Y están dispuestos a hacer lo que sea para mantener sus secretos a salvo. Eres solo una pieza en este juego, Valeria. Pero esa pieza tiene un valor muy alto. Y ellos lo saben.

Valeria sintió cómo el miedo comenzaba a apoderarse de su pecho. El coche avanzaba a toda velocidad, pero por la ventana, los destellos de luces y sombras le decían que no había escapatoria. El pasado de su investigación, de sus artículos, había cobrado vida propia, y ahora, lo que había comenzado como un simple trabajo de redacción se había convertido en una lucha desesperada por sobrevivir.

Y lo peor de todo, era que en esa lucha, ella aún no sabía en quién confiar.

                         

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