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El zumbido del escáner de envíos llenaba la pequeña oficina de Mei Ling mientras clasificaba los paquetes de la mañana. Era una rutina automática: recibir, revisar, etiquetar. Pero sus manos se detuvieron en seco cuando uno de los paquetes llamó su atención.
Era mediano, envuelto en un papel blanco adornado con corazones rojos. Diferente a los demás. Algo dentro de ella se revolvió con incomodidad. Era demasiado llamativo, demasiado personal.
Con el ceño fruncido, bajó la vista hacia la etiqueta de destino.
Jian Wei.
Su estómago se encogió.
Bajó la mirada al remitente, y su pecho se llenó de una sensación que iba desde la sorpresa hasta el más puro enojo.
Sofía Rodríguez – Madrid, España.
Mei Ling sintió un latigazo de ira en la sangre.
La oficina desapareció. El zumbido del escáner, las voces de los clientes, el murmullo de sus compañeros. Solo existía ese nombre.
Sofía.
¿Quién era esta mujer? La confusión y el enojo se apoderaron de ella. Nunca había escuchado ese nombre en la vida. Y, sin embargo, allí estaba, escrita con un aire de cercanía en el paquete. ¿Cómo podía ser posible que Jian Wei estuviera recibiendo un paquete de una desconocida?
¿Acaso había algo más que él le ocultaba? La rabia creció como una ola. ¿Por qué una persona desconocida le enviaba un paquete con corazones? ¿Y qué significaba todo eso?
Su respiración se aceleró, y el agarre en el paquete se volvió más fuerte, al punto de arrugar el envoltorio. Algo no encajaba. Mei Ling sentía que algo estaba ocurriendo y no lograba entender qué.
-¿Mei Ling? -La voz de Yuki, su compañera, sonó a la distancia-. ¿Estás bien?
No. No estaba bien.
Sin responder, tomó el paquete con una fuerza desmedida y lo estampó sobre la mesa con un golpe seco. Algunos clientes voltearon a mirarla, pero no le importó.
Su mente iba a mil por hora.
Jian Wei le había dicho que no tenía contacto con nadie de su pasado, que no había mujeres importantes en su vida. Pero ¿qué era esto?
¿Por qué Sofía le mandaba un paquete con corazones?
El pensamiento le ardió como fuego en el pecho.
Sin dudarlo, sacó su teléfono y marcó el número de Jian Wei.
Él contestó al segundo tono.
-¿Amor? ¿Qué pasa?
-¡¿Qué pasa?! -Mei Ling sintió cómo su voz temblaba entre el enojo y la desesperación-. ¡Acabo de recibir un paquete para ti! Un paquete de Sofía. ¡De España!
Un silencio tenso se apoderó de la línea.
-¿Sofía? -Jian Wei sonaba confundido-. ¿Quién es Sofía?
-¡Eso mismo quiero saber yo! -Mei Ling apretó los dientes, sintiendo la rabia apretarle la garganta-. ¡Dime ahora mismo qué significa esto!
-Mei Ling, cálmate, por favor. Yo no sabía nada de-
-¡No me pidas que me calme! -gritó sin importarle el lugar donde estaba-. ¡Dijiste que no tenías contacto con nadie de tu pasado! ¡Nunca mencionaste a nadie llamada Sofía!
El murmullo en la oficina disminuyó. Todos la estaban mirando.
Le daba igual.
-Amor, escúchame-
-¡No quiero escucharte! ¡Voy para allá ahora mismo! Y más te vale tener una explicación que no me haga romperte la cara.
Colgó sin esperar respuesta.
Mei Ling tomó el paquete y salió de la oficina con pasos furiosos.
El camino hacia la empresa de Jian Wei fue un borrón. Cada latido de su corazón golpeaba con fuerza en sus sienes.
Cuando llegó, los guardias la dejaron entrar sin preguntar. Ya la conocían. Sabían que era la novia de Jian Wei. Pero en ese momento, Mei Ling no se sentía su novia. Se sentía una estúpida.
Una estúpida engañada.
El ascensor parecía ir demasiado lento. Mei Ling apretó los puños, sintiendo cómo la impaciencia la carcomía.
Cuando las puertas se abrieron en el piso de la oficina de Jian Wei, irrumpió como una tormenta.
-¡Jian Wei! -exclamó con furia, sosteniendo el paquete en alto como si fuera la prueba de un crimen.
Jian Wei salió de su oficina con el ceño fruncido. Su expresión era una mezcla de sorpresa y preocupación.
-Mei Ling, ¿qué-?
-¡Explícame qué significa esto! -gritó, arrojando el paquete sobre su escritorio.
Los empleados se quedaron en completo silencio. Algunas miradas furtivas se cruzaban entre ellos, pero Mei Ling no les prestó atención.
Solo veía a Jian Wei.
Él bajó la mirada al paquete y su rostro se tensó.
-¿Mei Ling, qué-?
-¡No te hagas el sorprendido! -lo interrumpió ella, su voz vibrando de ira-. ¡¿Por qué Sofía te está enviando esto?!
Jian Wei tomó aire.
-No tengo idea. No sabía que ella me había mandado algo.
-¡¿Cómo quieres que te crea?! -sus ojos se llenaron de lágrimas de furia-. ¡¿Qué más me estás ocultando, Jian Wei?!
Él extendió la mano hacia ella, pero Mei Ling la apartó con un manotazo.
-¡No me toques!
Jian Wei frunció el ceño.
-De acuerdo. Abrámoslo juntos.
Mei Ling parpadeó, desconcertada.
-¿Qué?
-Si no confías en mí, entonces abre el paquete ahora mismo -dijo él con voz firme-. Veamos qué hay dentro.
Mei Ling dudó. Cada fibra de su ser gritaba que no lo hiciera.
Pero también quería respuestas.
Con manos temblorosas, arrancó el envoltorio.
Dentro había una caja de terciopelo roja.
Encima, una nota escrita a mano.
"Para Jian Wei, con cariño. Nunca olvidaré lo que compartimos. Siempre tuya, Sofía."
El mundo de Mei Ling se desmoronó en un instante.
El aire le faltó. Su visión se nubló.
Y entonces, sin pensarlo, levantó la mano y abofeteó a Jian Wei.
El sonido resonó en la oficina.
Un jadeo colectivo se escuchó entre los empleados.
Jian Wei la miró sorprendido.
Pero Mei Ling no dijo nada.
Simplemente se dio la vuelta y salió de la oficina, con los ojos llenos de lágrimas y el corazón hecho pedazos.