Capítulo 2 Luna creciente.

Daría. Los heridos fueron acomodados en lo poco que quedaba de la gran casa que por generación habían habitado los alfas. Sabía que el alfa nos cuidaría como había prometido, pero también entendía lo difícil que sería buscar un lugar para todos. Con mi padre ayudé a cuidar a los heridos, pero era muy difícil al no tener lugar suficiente para todos. La noche fue terrible, pues el frío y la falta de comida estaban haciendo que todos nos desesperamos.

Los más grandes podían entender la situación, pero los más pequeños no, por los que muchos lloraban. La situación, empeoraba con las horas, pues poco a poco aparecían más y más heridos.

Sin más que hacer, el alfa ordenó que todos nos dirigiéramos a la manada Luna creciente, que era la más cerca por así decirlo.

Al llegar a ella nos tomaría cinco días caminando y dos si lo hacíamos transformados y tres en coche. Sin embargo, ese era el dilema, pues los heridos no podrían transformarse al ser niños y no había suficiente transporte para todos. Así, el alfa envió a varios para que alistaran todo para nuestra llegada.

Envió a los heridos en coche y los que estábamos en perfecto estado viajaríamos en la espalda de los guerreros, por supuesto que yo bajaría en la espalda de Máximum, el lobo de mi padre. El viaje fue tranquilo, hicimos dos paradas para descansar y alimentarnos con lo poco que llevábamos.

La gran resistencia de los guerreros hizo que llegáramos antes de lo previsto. Después de más de treinta horas de viaje, a lo lejos pude ver, cómo grandes edificios se asomaban entre los árboles, por fin habíamos llegado. El lobo de mi padre se detuvo repentinamente, haciendo que casi caiga de su espalda. Como pude tuve que sostener, los demás se detuvieron al ver que mi padre lo hacía.

-¿Qué ocurre, Máximum? -Le preguntó. Él estaba muy inquieto, lo podía sentir. El alfa se acercó a nosotros en su forma de lobo.

Al parecer se estaban comunicando. Luego aulló y los guerreros hicieron que todos bajaran de su espalda, estaba confundida y temerosa, pues temía que algo grave estuviera por ocurrir.

Todos volvieron a su forma humana, cerré mis ojos, pues la mayoría eran hombres, así que, aunque era algo normal, me sentía avergonzada de verlos desnudos.

-Daría- me habló mi padre.

Abrí los ojos, él ya se encontraba vestido, mis ojos llegaron a los suyos, encontrándome con que los tenía cristalizados.

-¿Qué ocurre? -Me acerqué a él y él me abrazó. Podía sentir cómo su cuerpo temblaba. -Papá-. Volvía a hablarle, ya que no me daba respuesta

-Ella está aquí -fue lo que salió de sus labios temblorosos.

¿Pero qué era lo que eso significaba? Miré al alfa para ver si él me decía lo que estaba pasando, pero solo me dedicó una sonrisa, confundiéndome aún más.

Mi padre me tomó de la mano y caminamos a la entrada de la manada. En ella se encontraba un gran grupo de personas esperando por nosotros.

Pero hubo dos personas que destacaron entre todos. Una de ellas era una linda mujer, ella llevaba puesto un traje de guerrera, su piel era muy blanca y su cabello negro como la noche.

Sus ojos eran claros, en su rostro había una gran sonrisa y sus ojos estaban llenos de lágrimas. Ella miraba a mi padre de manera extraña y yo seguía sin entender.

La otra era un hombre de unos veinticinco años, era alto, su cabello era rubio y su piel blanca.

Él, al igual que la mujer, lucía un traje de guerrero. Sus ojos cafés estaban fijos en mí.

Pero ignoré ese hecho y me fijé en la mujer, que al estar cerca corrió a nosotros y abrazó a mi padre.

-Mate-susurró mi padre.

En ese momento me cayó el veinte, a eso se refería cuando me dijo que ella estaba aquí. Esta mujer era la mate de mi padre y, por lo tanto, podía ser mi madre. Aunque eso tenía que ser imposible, pues a diferencia de ella y mi padre, mi cabello era blanco como la nieve, mis ojos eran en un tono casi rojo.

-No sabes cuánto llevo buscándolos -dijo la mujer acercándose a mí después de soltar a mi padre.

Yo estaba estática, ella acarició mi rostro con ternura.

-Cuánto has crecido mi niña-Mi corazón saltó, de verdad esta mujer era mi madre.

Era realmente hermosa, sus ojos me miraban con calidez, dándome tranquilidad. Algo me decía que a su lado estaría segura.

-Bueno, esto sí es una gran sorpresa, Agustín, amigo, qué felicidad es volver a verte -dijo un hombre de aspecto imponente, llevándome a identificarlo como el alfa.

Mi padre lo miró sin entender, pues aún no habíamos dicho que él no tenía recuerdos de su pasado.

-Alfa William, él no tiene recuerdo de su pasado -intervino nuestro alfa-. Yo le di un nombre, se llama Agustín.

- Entiendo, ya tendremos tiempo para hablar, por ahora sean bienvenidos- dijo el alfa William.

Yo estaba aún en estado de shock, habían pasado muchas cosas en menos de cuatro días, primero la destrucción de la manada en la que había creído, luego esto.

Aunque en el fondo estaba feliz porque papá estuviera con su pareja, pero tenía la necesidad de escuchar qué es lo que había pasado. ¿Cómo fue que terminaron separados?, ¿por qué no nos encontró antes? Tenía muchas preguntas, pero debía ser paciente.

Ya tendríamos tiempo para hablar. Por ahora lo importante era que ya estaban juntos.

Papá estaba feliz, aún le costaba creer que estuviera enfrente de su mate. Sus ojos la miraban de una forma que nunca había visto; ¿era amor? Debía ser eso, pues la luminosidad de sus ojos era algo que antes no tenía.

Todos nos dieron la bienvenida, incluyendo a la luna, quien me abrazó.

-Esto tiene que ser un milagro de la diosa Luna, Alina, tu hija es hermosa, comentó mientras acariciaba mi cabeza.

-Lo es luna, la diosa me obró el milagro que llevo años pidiéndole -agrego la mujer que dice ser mi madre.

            
            

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