Capítulo 3 Alexander.

Alexander.

Alexander Ivanov, ciento diez años, uno de los mejores guerreo y futuro alfa de la manada Luna creciente. Ese soy yo, un hombre inteligente que vela cada día por el bienestar de su manada, me esfuerzo cada día para llegar a ser un alfa, que cuide de su manada, como lo han hecho mis padres todos estos años.

Llevo tiempo buscando a mi mate, pero, como ven, no he podido hallarla. Había estado todo el día en la oficina ayudando a mi padre con todos los asuntos de la manada, normalmente es algo que hago dos veces por semana, el resto lo ocupo entrenando o revolcándome con alguna loba. Pues les puedo decir, soy un hombre responsable, pero tengo mis necesidades. Cerca de las tres de la tarde, un guerrero nos informa de que tenemos un visitante.

Ninguna manada nos había avisado que enviaría a alguien, por lo que nos pusimos en alerta.

El visitante resultó ser un enviado del alfa William, quien nos solicitaba ayuda, pues un terremoto había destruido gran parte de su manada y no tenían a dónde ir.

Rápidamente, nos alistamos para la llegada de todos, sobre todo para atender a los heridos.

Por suerte, los recursos de nuestra manada nos permiten darnos gusto y ayudar a quienes necesitamos.

Fueron dos días de espera, a eso de las cinco de la tarde los guerreros nos avisaron que se acercaban. Por los que nos dirigimos a la entrada para recibirlos.

-Es ella -dijo Ares, mi lobo.

No entendía a qué se refería, él estaba un poco inquieto, yo me sentía igual, pero no sabía por qué me sentía así. Un ligero aroma a flores frescas llegó a mí.

El aroma no era fuerte, pero podía percibirlo. A lo lejos pude ver cómo un grupo de personas se acercaban.

Una hermosa niña, de cabello blanco, destacaba entre todos. Era como ver a un ángel, su rostro transmitía paz, su cabellera blanca era impresionante, pues nunca había visto a una loba con una característica parecida, era realmente una diosa.

Era ella, ella era la mujer que la Diosa Luna había elegido para mí, pero era solo una niña. Miré a mi padre y él comprendió lo que pasaba.

Una sonrisa se formó en su rostro, luego miró a Alina, una de nuestras mejores guerreras.

Todo mi alrededor desapareció, ella era lo único que podía ver, no entendía cómo era posible que pudiera reconocerla, pues era evidente que aún no había tenido su primera transformación.

-No podemos aceptarla -habló Ares-. Es una niña, no podrá con el cargo de luna, es peligroso para ella, debemos protegerla.

No dije nada, pues sabía que él tenía razón, pero debía tomar las cosas con calma, pues aún no podía rechazarla, aún no cumplía la mayoría de edad. Pero me sería difícil resistirme teniéndola cerca.

-Alexander-habló mi padre trayendo de vuelta.

-Lo siento, padre, ¿qué me decías? -le dije.

-Te estaba presentando a la familia de Alina -volteé a ver y era ella junto a un hombre que seguramente era su padre-. Él es Agustín, mi gran amigo y su hija Daría.

-Es un placer, Alexander Ivanov, no saben cómo mi padre y Alina los han estado buscando todos estos años-dije con una sonrisa.

-Joven Alfa, el gusto es todo mío-dijo el hombre estrechando mi mano.

-Gracias por la bienvenida-dijo ella.

Su voz hizo que mi lobo aullara; toda mi piel se erizó.

-No fue nada, sean bienvenidos-dije antes de casi salir corriendo.

Que me estaba pasando, la fuerza de la atracción que sentía hacia ella estaba haciendo estrago en mi cabeza, debía poner distancia de inmediato.

Nadie, a excepción de mi padre, debía enterarse de que ella era mi futura mate. Desesperado me encerré en mi habitación, no pasó mucho tiempo cuando mi madre apareció.

-¿Qué haces aquí, no deberías estar ayudando a tu padre? -me preguntó.

-Solo viene a descansar un poco -mentí.

-Es hermosa -me dijo-. Cuando nació, todos estábamos impresionados.Era la bebe más hermosa de toda la manada.

Finalmente, pasó ese ataque y ella y su padre desaparecieron.

-No sé de quién hablas-volví a mentir.

-No sé cómo supiste que ella será tu compañera, pero debes saber que será una gran luna -dijo antes de salir de mi habitación.

El que mi madre lo supiera era por qué mi padre se lo había comunicado.

Ahora sé que no debí hacerle saber a mi padre, eso complica un poco las cosas, pero no importa, debo mantenerme alejado. Cuando estuve más tranquilo, volvía mis labores, había mucho que hacer, así que debía concentrarme.

Mi padre y los guerreros ayudaron a acomodar a todos, según la gravedad de sus heridas. Yo me encargué de organizar todos los elementos de uso personal que íbamos a entregar.

No estábamos hablando de un pequeño grupo de personas, estábamos hablando de toda una manada. Así que el trabajo era mucho y más al tratar de controlar mis impulsos, de salir corriendo de tras, Daría.

Me sentí más tranquilo, cuando esta se fue con sus padres, pero a la vez, sentía una gran tristeza al sentirla lejos.

La verdad es que este tema del vínculo era algo que causaba problema, además había algo que debía averiguar u era el hecho de que mi vínculo con ella haya despertado antes de que ella tuviera su transformación.

Ya que es algo que no pasa. Al terminar mis pendientes, me fui a mi habitación a descansar.

Tenía muchas cosas en la cabeza, así que traté de relajarme tomando una ducha.

Pero no funcionó, pues aquellos ojos, color ámbar, que tenía grabados en mi mente, decidimos a no dejarme en paz.

Desesperado, llamé a Lucrecia, una loba que suele revolcarse conmigo; ella no tardó en llegar.

Al verla ingresar a mi habitación, me abalancé sobre ella como una bestia.

Toda su ropa quedó hecha triza; si lo sabía, estaba actuando impulsivamente, pero de alguna manera tenía que sacarme a esa niña de mi cabeza.

-Alfa- susurró ella con voz seductora, no deseaba escucharla.

-Haz silencio- le ordené y ella obedeció.

La verdad fue que no fui nada delicado, toda mi frustración la descargué con ella. Estaba mal, lo sabía, pero, no pude controlar mis emociones.

            
            

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