Capítulo 2 Amigos al hombro.

"... Transcurrieron los días y la amistad entre Roberto y Takumi se fortaleció a tal grado que la piel canela llegó a bromear con lo hermosa que era la novia de Takumi y este respondía; mantente alejado de mi ingenua chica, ¡Ey amigo!, latino de sangre caliente...

El par con relativa frecuencia disfrutaba de largos paseos en las horas del ocaso, era una rutina que, rápidamente, les permitió mantener la cordura a pesar del ambiente tan inestable al cual estaban sometidos. Mantenían conversaciones personales, haciendo fácil la aceptación del choque cultural de ambas crianzas, sin llegar a cruzar la delgada línea de la intimidad interpersonal.

-Explícame ¿cómo es posible que tú aún no te hayas enfermado durante este año que hemos estado metidos aquí en plena selva? -preguntó, intrigado Takumi.

Soltando una carcajada Roberto le respondió- Eso es fácil tengo la mejor farmacia del mundo, pues la selva me da todo lo que necesito. Tal vez ustedes los doctores deberían aprovechar más a la naturaleza en lugar de solo depender de los fármacos ¿No te parece? -dijo con una gran sonrisa.

-Tal vez tengas razón, si mis futuros logros profesionales me permiten convertirme en el ministro de salud de mi país modificaré el pénsum de estudio de la carrera de medicina -bromeó Takumi, dejando resonar una gran carcajada.

-¡Muy graciosos! Ya veremos a los japoneses como rumiante masticando monte todo el día para no enfermarse -intervino Lee, desplegando una linda sonrisa.

Ya entrada la medianoche se escucharon fuertes ráfagas de detonaciones, infinitos destellos de luz que atravesaron la oscura noche unidos a sonidos ensordecedores. Nada más cercano a un despliegue inesperado que, duramente, hará mella en el escuadrón. Ataque que sin duda dejó sufriendo a más de una familia como producto del fallecimiento de uno de sus miembros. Y aunque cada militar o postulante a incorporarse a una zona de guerra sabe que corre el riesgo de vivir o mejor dicho sobrevivir a tan dura experiencia; cada quien en su propio mundo de fe y esperanza reza en el fundo de su corazón no tener que vivirla. Sin embargo, aunque suene poco creíble era un precio, tal vez, alto o bajo por aportar un grano de arena con tal de mantener la paz entre fronteras enemigas.

Media hora después, todo quedó en un silencio sepulcral y en completa oscuridad. Acababan de ser, fuertemente, bombardeados por el enemigo. Los tres hombres permanecieron inconscientes por un largo tiempo. El primero en reaccionar fue Lee quien trató de deslizarse por el suelo empapado de sangre, tuvo que apoyarse sobre sus codos, ya que sus piernas no le respondían, consiguió toparse con el cuerpo casi inerte de Roberto, luego de golpearlo en el rostro logró que recobrara el conocimiento. Buscaron a Takumi tanteando con sus manos toda el área, lo encontraron a veinte metros de ellos, su cuerpo había sido arrojado por la onda expansiva, él estaba aún inconsciente, pero respirando, Roberto miró a Lee y pudo notar que ambas piernas estaban en muy mal estado.

-Lee; te llevaré a un lugar seguro y luego vendré por Takumi -pronunció, aprensivamente, manteniendo la mirada en las destrozadas piernas del coreano.

-¡No!- espetó amargamente Lee. -déjame aquí trata de salvar tu vida, yo no podré sobrevivir a estas heridas -Le advirtió Lee, tomándolo de la solapa.

-Ni lo sueñes, amigo, estamos juntos los tres hasta el final. Sea cual sea nuestro destino en esta guerra la libraremos juntos -expresó Roberto con voz de mando militar.

Como pudo se echó a Lee al hombro adentrándose en la selva, caminó por más de dos horas hasta llegar a una de las cuevas que él usaba para descansar cuando realizaba sus expediciones. Allí recostó al nipón en el piso, trató de limpiarle las múltiples heridas que tenía alrededor del cuerpo con agua de un manantial subterráneo que estaba a siete minutos de la entrada de la cueva.

-Ya regreso, voy a buscar algo para entablillar tus piernas -Le informó al casi inconsciente compañero de escuadrón.

-"Ummm" -fue lo único que logró pronunciar Lee antes de desmayarse.

Transcurrido alrededor de unos quince minutos regresó a la cueva con palos y ramas que le permitieron inmovilizar las piernas de Lee, gracias a Dios que aún estaba inconsciente así Roberto pudo tratar las mal trechas piernas. Hizo una pequeña fogata solo hasta calentar varias piedras las cuales dejó cerca del japones para mantenerlo caliente. Pues no quería que el enemigo tuviera chance de ubicarlos.

Despertó a Lee y le entregó unas hojas que sacó de su bolsillo.

-Necesito que intentes masticar y tragar estas hojas; son un analgésico natural bastante efectivo, es una orden -retomó el tono de mando.

-Bien, seré un rumiante -bromeó, tratando de suavizar la situación.

-¡Genial! -Pronunció el latino luego de un par de bocanadas que permitieron llenar sus cansados pulmones de aire fresco, impulsándolo a hacer unas compresas con hojas para colocarla en lo que aún se podía creer que eran las piernas de Lee.

»No debes quitártelas bajo ningún concepto -Lo previno de cualquier acción posterior. Con vasta experiencia procedió a machacar las hierbas, para cuando sintió que la mezcla era homogénea la colocó en las piernas hasta cubrir todas y cada una de las heridas.

No transcurrió mucho tiempo para que Lee se relajara a pesar de la inmensa tortura física y emocional que azotaba a su herido cuerpo. Logrando dormirse más por desvanecimiento que por dolor.

-Voy a buscar a Takumi, no importa cuánto dolor sientas no debes gritar, así evitaremos ser localizados por el bando contrario -Le advirtió, mientras salía de la cueva.

Roberto corrió escondiéndose entre el espeso follaje por alrededor de una hora hasta llegar a donde habían dejado a Takumi; quien para ese momento había recobrado la consciencia a pesar de estar muy malherido. Carecía, momentáneamente, de la capacidad de hacer uso de su sentido de orientación. Aunado a ello intentó, vagamente, enfocar la precaria vista y su sentido de audición estaba, totalmente, desactivado impidiéndole escuchar las instrucciones de Roberto; consecuencia directa del profuso sangramiento en sus oídos. Tenía un hombro dislocado y varias costillas fracturadas que le impedían respirar con facilidad. La atípica posición adoptada por uno de sus tobillos le informa a Roberto que una fractura era la posibilidad más real ante tal situación. Su cara ya presentaba deformación debido a la hinchazón producida por los fragmentos de granadas incrustadas en ella.

-¡Ey, amigo!, debo reubicar el brazo, no puedes gritar o nos descubrirán -intentó explicarle con señas. Le colocó una delgada rama entre los dientes y gesticulando le indicó que lo reubicaría a la cuenta de tres.

-Uno, dos...- Y en ese momento sin llegar a tres reubicó el brazo de su amigo sin darle tiempo a este a prepararse -Listo amigo ya pasó lo peor- Le dijo para tranquilizarlo. Aunque la tez grisácea le indicó a Roberto que Takumi estaba próximo a un desmayo, sin embargo, lo animó a aumentar su ciclo respiratorio para mantenerlo en su aquí y ahora.

-Debemos movernos -Le advirtió Roberto.

»Cada vez se escucha más cerca al enemigo -continuó diciendo. Takumi asintió un par de veces con la cabeza. Roberto ayudó a su amigo a apearse, ya que este cayó desplomado por no tener el sentido del equilibrio funcionando; puesto que los oídos estaban en muy mal estado.

No necesitó pensarlo dos veces; se echó a su amigo al hombro y volvió sobre sus pasos para llegar a la cueva donde estaba Lee. Sin embargo, podía sentir la cercanía del enemigo, viéndose obligado a cambiar de dirección. Recordó que había una especie de selva más densa como a diez minutos hacia al norte, donde había grandes árboles de tronco grueso algunos ya huecos en los cuales podía esconder el cuerpo maltrecho de Takumi. Así lo hizo para luego esconderse también en otro tronco.

Allí estuvieron hasta el amanecer. Casi no escuchaban al enemigo, pero Roberto estatuyó no salir de sus escondites hasta que cayera otra vez la noche. Tanto Takumi como Roberto se alimentaron de larvas y gusanos que estaban en el tronco hueco ya en descomposición.

Roberto calculó que era, aproximadamente, pasada la medianoche según la posición de la luna, decidió que era el momento de emprender el camino para reencontrarse con Lee.

-Voy a chequear que el enemigo no esté cerca, necesito ver si Lee está bien, volveré enseguida no te muevas de aquí -Le hizo señas, mientras le entregaba un vaso improvisado hecho con hojas.

»Trata de recolectar agua de lluvia para mantenerte hidratado -gesticuló.

Bajo una lluvia bastante fuerte Roberto empezó su travesía hasta dar con la cueva, gracias a Dios no lo habían descubierto; Lee estaba casi inerte en la misma posición como lo había dejado.

-¡Ey, amigo! -disculpa la tardanza intentó excusarse, pero tuvimos que escondernos del enemigo.

» ¿Cómo te has sentido?- tocó a Lee para comprobar lo que más temía; tenía fiebre producto de la infección -Tranquilo no morirás tan fácilmente -dijo un Roberto bañado en sudor.

-Amigo voy a traer a Takumi -despidiéndose de Lee con una gran sonrisa para disimular su agotamiento.

Roberto regresó corriendo hacia el tronco donde estaba su otro compañero de escuadrón. Sin tiempo para descansar lo levantó para echarlo al hombro y emprendió el regreso a la cueva. Al llegar pudieron ver a Lee, literalmente, delirando de la fiebre. Colocó con delicadeza a Takumi junto a Lee. Luego salió a buscar algo para controlar la fiebre.

Pasado un par de horas Roberto entró fatigado a la cueva, lamentablemente, pudo oír nuevamente al enemigo acercándose así que, aunque estaba realmente exhausto procedió a echarse a Lee al hombro para llevarlo como a unos trescientos metros más adentro de la cueva. Luego regresó por Takumi para repetir la operación.

Allí permanecieron en el más profundo silencio para evitar ser descubierto. Los tres sabían que era preferible morir que caer en las manos del enemigo. Luego de varias horas, donde los heridos entraban y salían de la inconsciencia, Roberto aún agotado optó, nuevamente, por ir a buscar todo lo que necesitaba para tratar de curar a sus amigos; expedición que demoró todo un día completo en regresar.

Entrada la noche Takumi y Lee escucharon pasos que se le acercaban, sus corazones latían a mil por segundo y sus respiraciones se detuvieron por un momento. Trataron de mantener la calma para evitar ser descubierto. ¡Gracias a Dios!, esos pasos les pertenecían a Roberto quien entró con una gran sonrisa; tanto Takumi como Lee pudieron respirar de nuevo al sentir como el alma les volvía al cuerpo.

-¡Ey amigos!, miren todo lo que traje; cambur, piña, pencas de sábila y uno de los morrales de supervivencia del escuadrón que había quedado atrás después del ataque - Takumi trató de sonreír, pero no lo logró producto de la deformidad por la hinchazón de su cara, a la par que Lee, extremadamente, adolorido no paraba de sudar y temblar producto de la fiebre.

-Amigo Lee voy contigo primero, necesitamos bajar esa fiebre y evitar nuevas infecciones así que vamos a asearte -dijo con un rostro, realmente, cansado.

Con las pocas fuerzas que le quedaban a Roberto; desvistió a Lee, le quitó las compresas de las heridas y literalmente lo sumergió completo en el manantial. Tardó más o menos media hora hasta que sintió que estaba lo suficientemente limpio. Aún desnudo lo sentó apoyándolo contra la pared. Buscó los antibióticos en el bolso y lo inyectó, chequeó la hora para saber cuándo le tocaba la siguiente dosis..."

            
            

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