La joven heredera y el impostor
img img La joven heredera y el impostor img Capítulo 2 La casa de los extraños
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Capítulo 6 El olor del aceite viejo img
Capítulo 7 El almuerzo en la sombra img
Capítulo 8 Conversaciones en la escalera img
Capítulo 9 Álvaro entra en escena img
Capítulo 10 El pasillo de los retratos img
Capítulo 11 La visita de Julián img
Capítulo 12 El encuentro en el taller img
Capítulo 13 Un primer acercamiento img
Capítulo 14 La cena de Estela img
Capítulo 15 Las reglas no dichas img
Capítulo 16 El brillo de las mentiras img
Capítulo 17 Almas en guerra img
Capítulo 18 Recuerdos img
Capítulo 19 A fuego lento img
Capítulo 20 La verdad oculta img
Capítulo 21 La verdad a medias img
Capítulo 22 El regreso del pasado img
Capítulo 23 El secreto de Renato img
Capítulo 24 Almas divididas img
Capítulo 25 La traición oculta img
Capítulo 26 La sombra del pasado img
Capítulo 27 El precio del poder img
Capítulo 28 Los enemigos dentro img
Capítulo 29 La grieta img
Capítulo 30 De nuevo en el río img
Capítulo 31 El heredero oculto img
Capítulo 32 Confesiones img
Capítulo 33 La caída de Estela img
Capítulo 34 La guerra interna img
Capítulo 35 El juicio del poder img
Capítulo 36 Bajo fuego img
Capítulo 37 Los pecados del padre img
Capítulo 38 Victoria img
Capítulo 39 El nuevo legado img
Capítulo 40 Fuego y raíz img
Capítulo 41 Al borde del abismo img
Capítulo 42 El juego de sombras img
Capítulo 43 La confesión img
Capítulo 44 Los lazos rotos img
Capítulo 45 Cuentos oscuros img
Capítulo 46 La decisión de Victoria img
Capítulo 47 La mentira del corazón img
Capítulo 48 El fin de los días tranquilos img
Capítulo 49 El precio de la verdad img
Capítulo 50 La última confrontación img
Capítulo 51 La ruina de la familia img
Capítulo 52 La traición final img
Capítulo 53 El precio de la redención img
Capítulo 54 Sombras del pasado img
Capítulo 55 La caída de los ídolos img
Capítulo 56 La redención de Victoria img
Capítulo 57 La verdad revelada img
Capítulo 58 El sacrificio final img
Capítulo 59 La caída definitiva img
Capítulo 60 La reconstrucción img
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Capítulo 2 La casa de los extraños

La casa era más silenciosa de lo que parecía desde afuera. No era fría. No aún. Pero estaba tan ordenada, tan exacta, que Elías sintió que cualquier paso mal dado podía hacerla desmoronarse.

Lo habían recibido con educación medida. Una mujer vestida de gris -ni joven ni vieja- lo condujo por un corredor amplio y alfombrado, sin decir más que lo necesario. Ni una mirada, ni una sonrisa. Solo "por aquí" y "espere aquí".

Renato había desaparecido en cuanto cruzaron la puerta principal. Palabras apresuradas, un "gracias" seco y una promesa de "volveremos a hablar". Nada más. Ni siquiera su nombre otra vez.

La puerta del cuarto se cerró detrás de él con un clic suave, como si alguien sellara algo.

Elías recorrió con la mirada el lugar. Madera pulida, una cama demasiado grande, una lámpara de pie que emitía una luz cálida. Todo tenía ese brillo de cosas que no son tocadas. Había un espejo ovalado frente a la cama. No se acercó.

Se sentó al borde, sin desvestirse. Sus dedos recorrieron la manta. Limpia. Suave. Diferente.

Le temblaban las manos.

Un recuerdo:

No se oye el mar, pero está el rumor.

Alguien camina descalzo sobre el piso metálico.

Una luz intermitente.

-Tienes que aprender a no mirar a los ojos.

Un hombre. Voz ronca. Gafas oscuras incluso en la penumbra.

-Si los miras... te quitan el nombre.

Elías se levantó de golpe. Abrió la ventana. Respiró el aire tibio de la noche como si fuera la única verdad que le quedaba.

No sabía si era la luna o la lámpara del jardín, pero un destello lo hizo bajar la mirada. Alguien estaba allá abajo. Una mujer. No muy lejos del portón trasero. Caminaba con determinación, como si no quisiera que la vieran, pero tampoco se ocultaba del todo. Vestía de oscuro, el cabello recogido. Se detuvo, sacó un cigarro de la chaqueta y lo encendió.

Elías se quedó quieto, observándola. No por curiosidad. Por algo más antiguo. Reconocimiento. Como si ya hubiera soñado con esa silueta, con ese modo de sostener la soledad.

La mujer levantó la vista. Solo un segundo. No pareció verlo. O no quiso. Luego dio media vuelta y se perdió entre los árboles del jardín.

A la mañana siguiente, Elías se despertó con la certeza de no haber dormido. Bajó las escaleras sin saber si debía hacerlo.

En la cocina, la mujer del uniforme gris lo esperaba con una taza en la mano.

-El señor Altamirano lo verá en su oficina -dijo, sin énfasis, sin juicio.

Le entregó una camisa limpia. Blanca.

-Dúchese primero. Tiene barro hasta en los pensamientos.

No sonrió. Pero tampoco fue cruel. Como si lo entendiera... demasiado bien.

Oficina de Renato – media hora después

Las paredes eran altas, el escritorio inmenso. Una pintura abstracta colgaba del fondo, y un ventanal dejaba entrar la luz justa.

Renato estaba de pie, mirando su celular. Alzó la vista cuando Elías entró, vestido con la ropa que le habían dejado.

-Me alegra verte de pie -dijo.

Elías asintió, con las manos en los bolsillos.

-Te ofrecí una oportunidad. Pero no quiero caridad. No la doy ni la pido -continuó Renato-. Si te quedas aquí, trabajarás. Desde abajo.

-Está bien -dijo Elías, apenas un hilo de voz.

-Tengo una empresa, Elías. Hay galpones, archivos, tareas ingratas. Te moverás por todas las áreas. No soy de los que regalan puestos.

-No quiero nada regalado.

Renato lo observó con más atención esta vez. Algo en el tono. Una rebeldía sin forma. No era un chico callejero. Tampoco un obrero cualquiera. Había aprendido a callar, sí. Pero detrás del silencio... había historia.

-¿Qué edad tienes?

Elías vaciló.

-No sé.

Un segundo de vacío. Renato lo disimuló con un movimiento leve.

-Bien. A partir de mañana a las seis. Te llevarán en auto hasta el centro logístico.

Elías hizo un gesto afirmativo y se dio la vuelta.

-Una cosa más -agregó Renato-. Si alguien pregunta... di que te recomendó un viejo amigo de la familia. No es mentira del todo.

Elías camina por el jardín al anochecer, como para memorizar el terreno. Desde una galería lejana, alguien lo observa entre las cortinas: ojos atentos, cuerpo inmóvil. Victoria.

No dice nada. Solo lo mira.

Y él, sin saber por qué, levanta la vista justo antes de que ella se oculte.

Un latido. Algo ya comenzó.

            
            

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