Por Ella, Hasta el Final
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Capítulo 3

Sofía llegó en ese instante, alertada por Javier.

Su rostro era una máscara de furia.

"¿Qué hiciste, imbécil? ¡Ese reloj era de mi padre!"

Mentía. Era el de Mateo.

Javier se encogió de hombros, fingiendo inocencia.

"Se le cayó, Sofía. Intentó recuperarlo y casi se ahoga."

Sofía miró a Mateo con desprecio.

Lo empujó con fuerza.

Mateo cayó al agua helada y sucia del estanque.

"¡Búscalo hasta que aparezca, inútil!"

Mateo sintió el frío calarle los huesos.

Por un segundo, vio en los ojos de Sofía una chispa.

¿Duda? ¿Una prueba?

No. Debía ser su imaginación.

Mantuvo su fachada de indiferencia.

Proteger el secreto. Protegerla a ella.

Sofía y Javier se marcharon, dejándolo solo.

El sol comenzaba a ponerse.

La noche sería larga y fría.

Mateo se sumergió una y otra vez.

El fango, las algas, el agua helada.

Su cuerpo temblaba.

La enfermedad le restaba fuerzas.

Cada movimiento era un suplicio.

Se cortó las manos con algo afilado en el fondo.

La sangre se mezcló con el barro.

Pero no se rindió.

Al amanecer, exhausto, lo encontró.

El reloj.

Salió del estanque, temblando, cubierto de lodo y sangre.

Caminó hasta la casa principal.

Sofía desayunaba en la terraza con Javier.

Al verlo, ella sonrió con crueldad.

Dejó caer unas monedas al suelo.

"Tu paga, perro."

Mateo las recogió en silencio.

Sus manos heridas apenas podían sostenerlas.

Durante unos días, Sofía pareció olvidarlo.

Una tregua tensa.

Mateo aprovechó para descansar su cuerpo dolorido.

Pero la calma no duró.

Una noche, un olor a humo despertó a Mateo.

¡Fuego!

Corrió hacia el ala principal de la estancia.

Las llamas devoraban una sección.

El cuarto de Sofía.

Javier gritaba desde el jardín.

"¡Sofía está adentro! ¡Está sedada!"

Mateo no lo pensó.

Conocía la casa como la palma de su mano.

Se cubrió el rostro con un trapo húmedo y entró.

El humo era denso, el calor asfixiante.

Encontró a Sofía en su cama, inconsciente.

La cargó en brazos.

El techo comenzaba a ceder.

Esquivó vigas en llamas.

Salió al exterior justo cuando una parte del techo se derrumbaba.

Sufrió quemaduras graves en la espalda y los brazos.

Dejó a Sofía en brazos de Javier, que esperaba afuera, ileso.

"Di que la salvaste tú," susurró Mateo, al borde del colapso.

Javier asintió, tomando el crédito gustosamente.

Antes de desmayarse, Javier se acercó a Mateo.

"¿Por qué lo hiciste, Mateo? ¿Por qué te arrojaste al fuego por ella?"

Mateo, con sus últimas fuerzas, reafirmó su mentira.

"Isabel... yo la maté. Esto... no es nada."

Para mantener el secreto.

Para que Sofía siguiera odiándolo.

Para que pudiera ser feliz.

            
            

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