Lucas asiente, con la misma mirada de perro faldero.
"Nos has gustado desde siempre."
"No sabíamos cómo decírtelo," continúa Mateo. "Pero ya no podemos ocultarlo más."
"Te queremos, Sofía," dicen casi a la vez.
Es patético.
En mi vida anterior, estas palabras me habrían hecho sonrojar. Ahora, solo siento asco.
"¿Ah, sí?" pregunto, con una ceja arqueada. "¿A quién de los dos le gusto más?"
Se miran, confundidos. No esperaban esa pregunta.
"Bueno, yo..." empieza Mateo.
"Yo creo que..." tartamudea Lucas.
Justo en ese momento, sus móviles vibran a la vez.
Es un mensaje de Carla. Lo sé sin necesidad de verlo.
Se excusan torpemente.
"Un momento, Sofía. Es... es urgente."
Se alejan unos metros. Veo sus caras de preocupación mientras leen el mensaje.
Carla les ha escrito. El horno del bar de sus padres se ha roto. Está sola. Tiene miedo. La misma excusa de mi vida anterior.
Mateo y Lucas vuelven hacia mí, con cara de circunstancias.
"Sofía, lo sentimos muchísimo," dice Mateo. "Ha surgido un problema familiar. Tenemos que irnos."
"¿Un problema?" pregunto, fingiendo inocencia. "¿Qué ha pasado?"
"Es... complicado," dice Lucas, sin mirarme a los ojos. "Pero es muy importante."
Se van. Corriendo. Dejándome sola en medio de la pista de baile. En mi propia fiesta.
Todos me miran. Algunos con pena, otros con burla. La humillación es pública.
En mi vida pasada, me escondí en el baño a llorar.
Esta vez, levanto la copa de champán que Mateo me dejó.
Sonrío.
Y brindo por mi nueva vida.
Por mi libertad.
El resto de la noche lo paso hablando con amigos de mis padres, con gente influyente. Hago contactos. Pienso en mi futuro.
Ellos ya no forman parte de él.
A la mañana siguiente, me despiertan sus mensajes. Cientos de ellos.
"Sofía, perdóname. Eres lo más importante."
"¿Estás enfadada? Haremos lo que sea para compensarte."
No respondo.
A mediodía, aparecen en mi puerta. Tienen ojeras. Parecen desesperados.
"Sofía, por favor, háblanos," suplica Mateo.
"No sabíamos qué hacer," añade Lucas. "Carla estaba muy mal."
Recuerdo un invierno, hace años. Tuvimos un accidente de esquí. Me rompí una pierna. Estuvieron a mi lado en el hospital día y noche. No se movieron hasta que me dieron el alta. Su preocupación era real.
¿Qué cambió?
Carla.
Ella los envenenó.
Pero ellos se dejaron envenenar.
La culpa es suya.