El verano que me cayo en infierno
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Capítulo 4

El regreso a Madrid es un alivio. El silencio de mi móvil es la mejor melodía.

Me sumerjo en el trabajo. El concurso nacional de arquitectura para jóvenes talentos es mi única obsesión. Paso días y noches dibujando, calculando, creando. Mi proyecto es innovador, una fusión de sostenibilidad y diseño tradicional. Es mi sueño. Es mi billete de salida.

Una tarde, Lucas aparece en mi casa. No sé cómo ha conseguido mi nueva dirección. Su cara refleja cansancio y arrepentimiento.

"Sofía, tenemos que hablar," dice.

"No tenemos nada de qué hablar."

"Por favor. Solo cinco minutos. Echo de menos nuestra amistad."

Su voz suena tan sincera que, por un momento, dudo. Un estúpido momento de debilidad.

Recuerdo los años en que éramos inseparables. Los tres. Antes de Carla.

Le dejo entrar.

Ve los planos extendidos sobre la mesa del salón. Sus ojos se iluminan.

"¿Qué es esto? Es... increíble."

"Es mi proyecto para el concurso," digo, y sin saber por qué, empiezo a explicárselo. Le hablo de los materiales, de la distribución de la luz, de la filosofía que hay detrás.

Me escucha con una atención que creía haber perdido para siempre.

"Vas a ganar, Sofía," dice al despedirse. "Eres una genio."

Una semana después, se anuncian los ganadores del concurso.

El primer premio es para Carla Moreno.

En la pantalla de mi ordenador, veo mi proyecto. Mis planos. Idénticos. No ha cambiado ni una coma.

Siento un vacío en el estómago.

Salgo de casa como una autómata. Voy a la universidad. Los encuentro en la cafetería, celebrándolo.

Carla me ve y sonríe, triunfante. Mateo la abraza, orgulloso. Lucas desvía la mirada.

Culpable.

"¿Cómo has podido?" le pregunto a Lucas, mi voz es un susurro roto.

"Sofía, yo..."

"¡No te atrevas a acusarla!" grita Mateo, interponiéndose. "Estás celosa, eso es todo. Celosa de su talento."

"¿Su talento?" río, una risa amarga que no parece mía. "¡Ese es mi trabajo! ¡Me lo ha robado!"

"¡Demuéstralo!" me reta Carla.

No puedo. Mis archivos originales han desaparecido de mi ordenador. Lucas debió borrarlos.

Mi mirada se fija en el cuello de Carla.

Lleva un medallón de oro. Una pequeña Virgen del Pilar.

Ese medallón era mío. Una reliquia de mi abuela. Se lo regalé a Mateo hace años, después de su accidente de esquí, para que lo protegiera.

Se lo ha dado a ella.

Todo lo que era mío, se lo ha dado a ella. Mi amigo. Mi sueño. Mi protección.

No digo nada más.

Doy media vuelta y me voy.

Ya no queda nada que salvar.

Solo queda la venganza.

                         

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