El Heredero Inesperado del Viñedo
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Capítulo 1

He renacido en el día de la Fiesta de la Vendimia.

El aire olía a uvas maduras y a tierra húmeda, una mezcla que en mi vida pasada asociaba con el amor y la traición.

Mi nombre es Sofía, y soy la última guardiana de la Uva Corazón, la cepa que da vida al vino más codiciado del mundo.

Mi mano es la llave del imperio vinícola de la familia Del Valle.

Don Alejandro, el patriarca, lo decretó: el hombre que yo elija se convertirá en su único heredero.

Todos en la hacienda, desde los jornaleros hasta los invitados de la capital, esperan que mi elección sea Ricardo, su tercer hijo.

Él está de pie junto a su padre, con una sonrisa arrogante. Su mirada se cruza con la de Isabella, su amante, que le devuelve un gesto de complicidad.

Ellos creen que el futuro ya está escrito.

En mi vida anterior, yo también lo creía. Elegí a Ricardo, cegada por un amor que solo existía en mi cabeza.

Una vez que tuvo el poder, me llamó "salvaje".

Destruyó mis tierras ancestrales.

Me dejó morir sola mientras él celebraba con Isabella.

Pero el destino me ha dado otra oportunidad. Esta vez, la historia será diferente.

Escucho los murmullos a mi alrededor.

"Mira a Sofía, qué suerte tiene. Se casará con Don Ricardo".

"Dicen que él está loco por ella".

Mentiras.

Veo a Isabella susurrarle algo al oído a Ricardo, y ambos se ríen mirando en mi dirección. La desprecio con cada fibra de mi ser.

Mi abuelo, el Chamán de mi comunidad, me observa desde la distancia. Sus ojos profundos parecen conocer el peso de mi alma, el recuerdo de dos vidas. Asiente levemente, y eso me da la fuerza que necesito.

Me acerco a Don Alejandro, ignorando la mano que Ricardo me tiende.

"Padre", le digo con una calma que sorprende a todos, "he tomado una decisión".

Ricardo se adelanta, su arrogancia es palpable.

"Padre, antes de que Sofía anuncie lo inevitable, quiero pedirte algo. Mi corazón pertenece a Isabella, pero mi deber es con Sofía y con el legado de la familia. Te pido que me permitas casarme con Sofía, pero mantener a Isabella a mi lado. Ella será mi verdadero amor, y Sofía la dueña de la hacienda. Ambas tendrán su lugar".

Un silencio helado cae sobre la fiesta. La gente se mira, incrédula. Incluso Don Alejandro frunce el ceño, su rostro endurecido por la decepción.

"Ricardo, has perdido el juicio", murmura el patriarca.

Ricardo no se inmuta.

"Solo soy honesto. Sofía lo entenderá, ¿verdad, mi salvaje?"

Me mira, esperando mi sumisión.

Pero la Sofía que él conocía está muerta.

"No, Ricardo. No lo entiendo", digo con voz clara y firme.

Me doy la vuelta y busco con la mirada entre la multitud. Allí está él, Mateo. El capataz del viñedo, con las manos curtidas por el trabajo y la mirada honesta. El hijo no reconocido de Don Alejandro, el hombre que siempre me amó en silencio.

En mi vida pasada, él fue el único que lloró mi muerte.

Camino hacia él, y la multitud se abre a mi paso como el mar.

Me detengo frente a Mateo. Su sorpresa es genuina.

Tomo su mano, una mano fuerte y real.

"Don Alejandro", anuncio para que todos me oigan, "el hombre que elijo como esposo es Mateo".

            
            

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