Capítulo 3

La noticia se esparció por el pueblo como un incendio.

"¿Has oído? La hija de los bodegueros se casa con un jornalero".

"Qué vergüenza para la familia. Después de todo lo que han trabajado".

"Dicen que la chica perdió la cabeza. Pobre hombre, su reputación está por los suelos".

Escucho los susurros en las calles, veo las miradas de lástima y desprecio.

En casa, el ambiente es tenso. Mi madre no deja de llorar.

"Isabela, ¿qué hemos hecho para merecer esto? Tu padre no duerme. Piensa en nuestro nombre, en nuestro legado".

Intenta convencerme, me ruega que reconsidere.

"Piensa en tu futuro. ¿Qué vida te puede dar un hombre así? Vivirás en la pobreza, trabajando la tierra con tus propias manos".

Mi padre, por su parte, intenta razonar conmigo.

"Hija, entiendo que estés enfadada con Alejandro por lo de la fiesta, pero esto es un castigo demasiado grande para ti misma. No tienes que hacer esto. Podemos encontrar un pretendiente mejor, alguien de nuestra clase".

La presión es inmensa. Siento el peso de su decepción, de su miedo.

Pero el recuerdo del rostro de mi padre en su lecho de muerte es más fuerte.

El recuerdo de mi propia soledad y desesperación es más poderoso que cualquier argumento.

Ellos no entienden que no estoy castigándome a mí misma.

Los estoy salvando a ellos.