Capítulo 5

Al día siguiente, recibimos una visita inesperada.

Son Alejandro y Sofía.

Vienen con la excusa de "consolar" a la pobre Isabela por su terrible destino.

"Isabela, querida, lo siento tanto por ti", dice Sofía, su voz gotea falsa compasión. Me toma la mano, pero su tacto es frío. "Debe ser horrible estar atada a un don nadie. Alejandro y yo estábamos tan preocupados".

Alejandro está detrás de ella, con una expresión de arrogancia mal disimulada. Me mira como si me estuviera haciendo un favor con su presencia.

Yo retiro mi mano con calma.

"No necesito tu lástima, Sofía".

Mi frialdad la sorprende. Ella esperaba lágrimas, desesperación.

"Pero... ¿cómo puedes estar tan tranquila? Tu vida está arruinada".

"Al contrario", respondo, mirándola directamente a los ojos. "Mi vida acaba de empezar. Lejos de personas falsas y ambiciones tóxicas".

La sonrisa de Sofía flaquea. Alejandro frunce el ceño, ofendido.

"Isabela, no seas desagradecida. Hemos venido a ver cómo estabas".

"Y ya lo habéis visto. Estoy perfectamente. Ahora, si me disculpáis, tengo cosas que hacer. Preparar una boda, por ejemplo".

Mi tono es cortante, despectivo. Les dejo claro que su presencia no es bienvenida.

Sofía, experta en victimismo, pone cara de ofendida.

"Solo intentábamos ser amables".

"Y yo os lo agradezco", digo, con una sonrisa helada. "Pero prefiero la honestidad de un jornalero a la amabilidad de una víbora".