Capítulo 5

A la mañana siguiente, Roy se despertó con el cuerpo dolorido. Las marcas de las uñas de Luciana estaban en su cuello. La vergüenza lo consumió.

Ella ya estaba vestida, mirándolo con su habitual frialdad.

"No le digas nada de esto a Kieran".

Le lanzó un fajo de billetes sobre la cama.

"Para tus problemas".

Y se fue.

Días después, Kieran se mudó a la mansión. Ocupó el dormitorio principal con Luciana. A Roy lo trasladaron a una pequeña habitación de invitados en el ala opuesta.

Se convirtieron en la pareja perfecta. Se besaban en el desayuno, se daban de comer fruta en la piscina. Sus gemidos llenaban la casa por la noche, torturando a Roy.

Una noche, Luciana llamó a la puerta de su habitación.

"Kieran y yo vamos a estar ocupados", dijo con una sonrisa cruel. "Quiero que nos vigiles. Desde la puerta".

Le ofreció dinero.

Roy sintió que algo se rompía dentro de él. La humillación era tan profunda que ya no sentía nada.

Aceptó el dinero.

"Como ordenes, señora".

Cerró la puerta del dormitorio principal y se quedó fuera, de pie, como una estatua. Escuchó cada sonido, cada palabra de amor falso. Se convirtió en una máquina sin emociones.

Luciana continuó con su tortura. Le hacía lavar la ropa de cama, limpiar los restos de sus noches de pasión. Siempre con un pago de por medio.

Roy nunca reaccionaba. Su rostro era una máscara de indiferencia.

Una noche, frustrada por su falta de respuesta, ella lo confrontó en el pasillo.

"¿¡No sientes nada!? ¿¡Eres de piedra!? ¡Te estoy humillando de todas las formas posibles y no dices nada! ¡A veces pienso que estoy loca!".

Él la miró con ojos vacíos.

"Si quieres una reacción, tendrás que pagar más. Mis emociones son caras".