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La noche transcurría de manera silenciosa y con calma, pero mientras iban pasando las horas las cosas comenzaron a cambiar, eran las 5 a.m. y Elías despierta con un grito desgarrador alarmando a su tía, que esta del susto da un brinco de la cama para ir de prisa a la habitación, viendo como Elías estaba sentado en la cama con el rostro pálido y empapado en sudor.
- Como te sientes Elías?? – Pregunta preocupada sentándose a un lado de la cama.
- Bien tía Isa no te preocupes. – Responde aun algo agitado.
- No puedo evitarlo, volviste a tener esos sueños raros, ¿no?
- Si, pero cada vez son más raras, no puedo entenderlas y más... mi marca de nacimiento, aun siento el dolor, solo que ahora pareciera como si me estuviera quemando.
- Déjame verla... - Dice acomodándose a su lado en la cama.
Al girar Elías baja la camisa que tenía puesta, su tía nota que la marca estaba de color rojo, su apariencia estaba más grande de la última vez que la había visto, con gran temor trata de tranquilizarlo, en algún momento deberá de enterarse por qué esa marca está en su cuerpo.
- Elías, no es necesario que vayas hoy a la universidad, puedes quedarte si no te sientes en condiciones.
- Estoy bien tía, solo arde un poco no te preocupes.
- En verdad... por favor no vayas - De los ojos de Isabel comienzan a brotar lágrimas.
- Que sucede tía?? No es la primera vez que actúas de esta forma...
- Elías por favor, solo dime que hoy no iras, estaré más tranquila si te quedas conmigo.
- Tía... - suspira profundo - está bien me quedaré, pero deja de llorar no me pasará nada...
Isabel aun guardaba el secreto que la madre de Elías le había pedido que no se lo dijera, hasta que llegara el tiempo indicado.
Elías, perdóname por no poder protegerte como debería pero hasta mi último aliento no permitiré que te encuentres con ese ser. Dios mío por qué permitiste todo esto, yo soy solo un ser humano común, como podré protegerlo, ¿cuál es el destino que tienes para él? Esa marca... me demuestra que esta tan cerca, ¿qué debo hacer? No puedo retenerlo aquí, esta prueba es muy dolorosa
* * * * * * * * * * * * *
- Mamá, date prisa que llegaremos tarde!! - Gritaba Matías desde la puerta que da la salida de su casa, debían ir para inscribirse en la universidad.
- Ya voy!! Solo tomaré mis llaves, ¿por qué estás tan entusiasmado?
- Es que si perdemos el tiempo podría quedar sin turno y si pierdo el año!
- No lo perderás, si ya había hablado para que te reservaran un lugar, ahora solo vamos a abonar la mensualidad y mañana ya estarás yendo... - Decía mientras caminaba en dirección al auto presionando uno de los comandos del control para desbloquear las puertas, Matías sube de inmediato.
- De todos modos, quiero que lo hagamos temprano... - Responde llevando el cinturón de seguridad frente a su pecho.
- Esta bien, relájate... - Sonríe Amanda su madre para poner en marcha el motor.
Matías se sentía ansioso, pero dentro de él sabía que algo estaba mal, quería averiguar por qué esa universidad le provoca tantos nervios y ansiedad.
Llegando al lugar, su corazón late rápidamente, haciendo que su respiración sonara agitada, no quería preocupar a su madre así que le ha dicho que aguardaría fuera de la oficina para ver alguna parte de la gran universidad, él se encontraba sentado en una de las bancas del pasillo mientras su madre se encontraba con el director en su oficina terminando los detalles de la inscripción.
Cuando esta se despide del director, sale de la oficina yendo en dirección a donde Matías estaba sentado con la cabeza baja y se notaba que respiraba con dificultad, entonces apura el paso para llegar hasta él llevando su mano izquierda sobre la espalda de este, siente que le arde la mano con solo tocarlo.
- Amor, ¿¡qué pasa?!
- Mamá, me... quema - Decía con la respiración agitada
- ¿Dónde? ¿Dónde cariño?
- Mi espalda, mi marca mamá... - Decía Matías con la voz entre cortada y cerrando con fuerzas sus ojos por el dolor.
- ¿Puedes ponerte de pie? - Pregunta su madre desesperada, tomándolo del brazo para que este empezara a caminar, dando pasos lentos llegan hasta su auto, abre la puerta con mucho esfuerzo mientras Matías se sienta recostándose por el respaldo dejando notar su rostro pálido y sus ojos habían cambiado de color a uno gris brilloso pareciera trasparente, su madre queda asombrada era la primera vez que los ojos de Matías cambiaban de color.
- Cariño... ¡tus ojos!
- ¡¿Qué tienen mis ojos mamá?! - dice Matías llevando sus manos a la altura de su rostro para cubrirlos con sus dedos, pero una vez que los aparta vuelven a ser de color café.
- Ya, yo solo creí ver... pero no es nada cariño, ¿cómo te sientes? - Tartamudea al hablar.
- Mejor, solo siento algo de ardor en mi marca de nacimiento...
- No me gusta este lugar cariño - Dice su madre preocupada.
- Mamá, solo aquí puedo estudiar, además ya terminaste de inscribirme...
- De todos modos no me agrada y ¿si vuelves a sentirte de esta forma? yo no podré estar tranquila...
- Mamá, no me pasará nada no pienses en nada malo...
- Creo que debemos de ir a otra ciudad. - Vuelve a insistir Amanda.
- ¡No mamá! ¡Ya no quiero seguir huyendo!
- Hu-- huyendo??? - Pregunta sorprendida.
- Sii, toda mi vida hemos estado huyendo, mamá ya no más! - De los ojos de Matías comienzan a brotar lágrimas. - ¡¿qué es lo que está mal conmigo maa?! Esas personas... - Dice con la mirada perdida recordando todas esas veces que salían de una ciudad.
- ¡Basta Matías! Tú no eres culpable
- ¡Si lo soy mamá! ¡No puedo evitarlo!
- ¡Basta he dicho Matías! todos fueron accidentes, tu no tenías nada que ver - Dice su madre secando las lágrimas de Matías con sus dedos.
- Mamá... todo lo que les pasó yo... lo deseaba, en mi mente...
- Tú no tienes ese poder cariño... - Decía su madre con tristeza en su mirada, pero intentaba tranquilizarlo. - vamos a casa, debes descansar, mañana tendrás un gran día... ya lo veras.
Matías asiente con la cabeza con duda, Amanda solo da un suspiro profundo para poner en marcha el auto. El resto del día fue silencioso, luego de una cena ambos fueron a sus habitaciones con la mente ocupada.
Amanda seguía pensando que estar allí era un error, pero Matías tenía razón, ya no había donde huir. Donde quiera que fueran los eventos seguirían ocurriendo.
Matías solo quería una vida tranquila, como cualquier otro joven de su edad, hacer amigos y tener con quien distraerse. Un joven normal, solo eso pedía.