Corazón Arrancado: El Regreso de Ella
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Capítulo 2

El silencio que siguió a mi pregunta fue más pesado que cualquier grito.

Marta parpadeó, confundida por un segundo, antes de que su rostro se contrajera en una máscara de furia.

"¿Qué estupideces dices, engendro inútil? ¡Estás delirando!"

La multitud, recuperándose del shock inicial, se unió a ella.

"¡Cállate, basura!"

"¡Cómo te atreves a hablar!"

"¡Es una deshonra!"

Las palabras eran como piedras, pero ya no me hacían daño. Había construido un muro a mi alrededor con años de dolor y humillación.

Uno de los jóvenes guerreros, un admirador ferviente de Valentina llamado Leo, se acercó a mí con una mueca de desprecio.

"No solo eres débil, sino que también estás loca. Tu sangre sucia probablemente nos sirva de algo, al menos."

Me agarró del brazo con fuerza, sus dedos apretando una fractura reciente. El dolor fue una llamarada blanca detrás de mis ojos, pero no le di la satisfacción de verme hacer una mueca.

"Escuché que la sangre de los inútiles puede usarse como tónico para fortalecer a los verdaderos guerreros. Un último servicio a un clan que nunca te mereció."

La idea era grotesca, inhumana, pero vi cómo los ojos de varios miembros del clan se iluminaban con un interés perverso.

Miré a Marta. Ella no solo no lo detuvo, sino que asintió con aprobación.

"Hazlo", dijo con frialdad. "Que su existencia miserable sirva para algo. Que alimente la fuerza de mi verdadera hija, la futura líder."

Leo sonrió, mostrando los dientes. Sacó una daga. No para matarme, eso habría sido demasiado rápido. La pasó por mi brazo, abriendo una herida profunda.

La sangre brotó, oscura y espesa.

Varios jóvenes se acercaron con cuencos, ansiosos por recoger el "tónico".

Era una escena de pesadilla. Estaban a punto de beber mi sangre frente a todo el clan, como si yo fuera un animal de sacrificio.

Y yo era un animal. Un animal de sacrificio, una carnada para bestias, una fuente de poder para Valentina.

Así me habían tratado toda mi vida.

Desde que tengo memoria, mi "hogar" ha sido esta celda. Mi "comida", las sobras que me tiraban. Mi "familia", los monstruos que me torturaban.

Cada vez que mis huesos se rompían, ya sea en el "entrenamiento" o como castigo, nadie me curaba. Tenía que esperar, agonizando, a que sanaran solos, torcidos e incorrectos.

Cada vez que me usaban como carnada en el Coto de las Bestias, volvía hecha jirones, si es que volvía. Me dejaban a mi suerte, esperando que las criaturas salvajes me devoraran.

Pero siempre sobrevivía.

Mi cuerpo, a pesar de todo, se negaba a rendirse.

Y mi mente... mi mente planeaba.

Observé a los jóvenes que se agolpaban a mi alrededor, sus rostros ansiosos y crueles.

Vi a Valentina, que apartaba la vista, no por compasión, sino con una pizca de asco, como si la visión de mi sangre la ensuciara.

Vi a mi tío Ricardo, el gran jefe, que no hacía nada, su rostro una máscara impasible, permitiendo esta barbarie en su propio salón.

Vi a Marta, disfrutando del espectáculo, su rostro radiante de triunfo.

Cerré los ojos.

No era resignación.

No era desesperación.

Era paciencia.

Una paciencia forjada en dieciocho años de infierno.

Una paciencia que estaba a punto de agotarse.

Solo un poco más.

Ya casi es la hora.

            
            

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