Mi Vientre, Mi Dolor
img img Mi Vientre, Mi Dolor img Capítulo 2
3
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 2

El pasillo del hospital era un caos de batas blancas y llantos ahogados, pero para mí, todo se reducía al dolor que me partía en dos. Me dejaron en una camilla en un rincón, esperando. Cada minuto era una tortura, cada contracción en mi vientre era un recordatorio de lo que estaba perdiendo. Me aferraba a la sábana con las manos, los nudillos blancos, tratando de respirar a través de la agonía.

Nadie venía. Nadie me hacía caso.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, la puerta se abrió de golpe. Era Ricardo. Su traje caro estaba arrugado y manchado, su cabello perfecto, ahora revuelto. Pero en sus ojos no había preocupación por mí, solo una furia helada.

Se acercó a mi camilla, su sombra cubriéndome.

"¿Estás contenta, Ximena?", su voz era un siseo bajo y venenoso. "¿Esto es lo que querías? ¡Casi matas a Sofía!".

Negué con la cabeza, el movimiento me provocó una punzada de dolor. "Ricardo, yo no hice nada... me duele...", supliqué, mi voz rota.

"¡No mientas!", gritó, y varias enfermeras se giraron a mirarnos. "¡Sé que lo hiciste a propósito! ¡Viste el mensaje y te pusiste como loca! ¡Empezaste a gritar y a jalonear el volante!".

Su acusación era tan absurda, tan cruel, que me dejó sin aliento. Era una mentira fabricada para protegerse a sí mismo y a su amante, y para destruirme a mí en el proceso.

"Eso no es verdad...", susurré, las lágrimas quemándome los ojos. "Por favor, Ricardo, ayúdame... creo que estoy perdiendo al bebé".

La palabra "bebé" flotó en el aire entre nosotros. Por un instante, vi un destello de algo en su rostro, ¿duda? ¿miedo? Pero desapareció tan rápido como llegó, reemplazado por un desprecio aún más profundo.

Se rio, una risa seca y sin alegría que resonó en el pasillo silencioso.

"¿El bebé? No seas ridícula, Ximena. Siempre tan dramática. Buscando atención a cualquier costo", dijo, su voz lo suficientemente alta para que todos la escucharan.

La gente a nuestro alrededor empezó a murmurar. Podía sentir sus miradas sobre mí, juzgándome, condenándome. La mujer loca, la prometida histérica. La humillación era un manto pesado que me asfixiaba.

"Por favor...", intenté levantarme, tratando de agarrar su brazo, de hacerlo entender. "Tienes que creerme...".

Él apartó mi mano con un manotazo brusco. El desprecio en su gesto fue como una bofetada.

"El médico dijo que Sofía podría necesitar cirugía. Su carrera como modelo podría terminar por tu culpa", continuó, su voz goteando veneno. "Nunca te lo perdonaré. Nunca".

Se inclinó sobre mí, su rostro a centímetros del mío. Su aliento olía a café y a mentira.

"Arruinaste todo, Ximena. Todo".

Con un último gesto de furia, agarró la tabla de informes que estaba a los pies de mi camilla y la arrojó contra la pared. El estruendo hizo que todos saltaran. Luego, sin una palabra más, sin una mirada de compasión, se dio la vuelta y se marchó.

Lo vi alejarse por el pasillo, su espalda recta y decidida, caminando hacia la habitación de Sofía, dejándome sola en mi infierno personal.

El dolor en mi vientre regresó con una violencia inaudita, una ola final y devastadora que me arrancó un grito ahogado. Sentí como si algo se desgarrara dentro de mí, una pérdida profunda y definitiva.

Mi vista se volvió borrosa, los sonidos del hospital se desvanecieron en un zumbido lejano. Las caras curiosas de los extraños se convirtieron en manchas desenfocadas.

Lo último que vi antes de que la oscuridad me tragara por completo fue el rastro de su desprecio, la certeza de que me había quedado completamente sola. Había perdido mi futuro, mi dignidad y, lo más doloroso de todo, a mi hijo. Todo en una sola noche.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022