Me Abandona y Elige La Despreciada
img img Me Abandona y Elige La Despreciada img Capítulo 2
3
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 2

Don Fernando observaba la escena, su pecho subiendo y bajando con una respiración agitada. La furia lo estaba manteniendo vivo.

"¿Así que repudias a la hija del General Pedro 'El Halcón' Ramírez?" preguntó, su voz peligrosamente baja. "¿Repudias a la mujer cuyo padre me entregó el control de la frontera norte, el corredor más valioso de todo México?"

Miguel se encogió de hombros, con una arrogancia que rayaba en la locura.

"Los tiempos cambian, padre. El Halcón es el pasado. La Luna es el futuro."

"Idiota," susurró Don Fernando. "El General Ramírez no es solo un aliado, es el pilar que sostiene la mitad de nuestro poder. Su lealtad se basa en una promesa, una promesa sellada con tu compromiso con su única hija. ¿Crees que puedes escupirle en la cara y él simplemente lo olvidará? ¿Crees que te dejará vivir para contarlo?"

La mención del General pareció traer una ola de energía renovada al cuerpo de Don Fernando. Se sentó más erguido, la debilidad de la enfermedad reemplazada por la adrenalina del peligro inminente. Con un gesto de su mano, uno de sus hombres le acercó un vaso de agua. Lo bebió de un trago, sus movimientos volviéndose más firmes.

"No me importa el General," insistió Miguel, su voz alcanzando un tono casi infantil. "Si no me dejas casarme con La Luna, entonces no quiero nada. ¡Renuncio a todo! ¡Quédate con tu imperio! Me iré con ella y construiremos el nuestro, uno más grande y más fuerte."

Don Fernando lo miró fijamente durante un largo rato. La furia en su rostro se transformó lentamente en una profunda, abismal decepción. Era como si estuviera viendo a un extraño.

"A veces me pregunto," dijo Don Fernando lentamente, "si de verdad llevas mi sangre. Yo construí esto con inteligencia, con paciencia, con sacrificios que tú ni siquiera puedes imaginar. ¿Y tú quieres tirarlo todo a la basura por una... charlatana de club nocturno?"

La mente del viejo capo trabajaba a toda velocidad, ignorando el dolor en su cuerpo. Recordaba claramente el día en que selló el pacto con el General Ramírez. Recordaba la sangre que se derramó para asegurar esa alianza.

"¿Tienes idea de lo que costó esa frontera?" continuó Don Fernando, su voz subiendo de volumen. "¡El Halcón perdió a su hijo mayor en esa guerra! ¡Su heredero! ¡Y me entregó el control a mí, a cambio de una sola cosa: que su casa y mi casa se unieran, que su hija fuera la reina de este imperio y que su nieto, tu hijo, algún día gobernara con seguridad! ¿Y tú vienes aquí a hablarme de amor?"

Miguel, incapaz de comprender la magnitud de lo que su padre le decía, malinterpretó su preocupación.

"Ah, ya veo," dijo con una sonrisa burlona. "No te preocupa el honor ni la familia. ¡Te preocupa el dinero! ¡Tienes miedo de perder tu corredor más lucrativo!"

Esa fue la gota que colmó el vaso. La paciencia de Don Fernando se rompió.

Con un movimiento sorprendentemente rápido para un hombre moribundo, agarró el pesado vaso de cristal que tenía en la mesita de noche y lo arrojó contra la pared, justo al lado de la cabeza de Miguel.

El cristal se hizo añicos con un estruendo ensordecedor.

El silencio que siguió fue absoluto. Miguel se quedó paralizado, con un pequeño corte en la mejilla por un fragmento de cristal. La sangre comenzó a brotar, una delgada línea roja que contrastaba con su piel pálida.

Ya no había rastro del hombre enfermo en la cama. Solo estaba El Patriarca, en toda su terrible gloria.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022