Capítulo 5 Capítulo 5

Franklin no podía creer lo que oía.

Julianna, la mujer que había afirmado amarlo durante los últimos seis años y que siempre se había pegado a él como un chicle, había solicitado el divorcio incluso antes de que él pudiera hacerlo. Este hecho lo seguía perturbando.

¡Él era el que debía pedir el divorcio! ¡No al revés!

-Estás poniendo a prueba mi paciencia, Julianna -la amenazó con ojos y voz fríos-. No intentes hacerte la importante, porque al fin y al cabo, sabes de lo que soy capaz.

-Pero tú no conoces el mío, Franklin -replicó ella, para nada intimidada por sus palabras o su aura.

"¿Qué vas a hacer? ¿Destruirme, arruinar mi reputación, destruir el negocio de Lauren o algo por el estilo?"

"Te reto, Franklin. Intenta ponerle un dedo encima a la gente que considero atrevida y verás cómo termina".

Su amenaza, a pesar de la confianza y arrogancia con la que la había pronunciado, no inmutó a Franklin. Él ya había tenido que lidiar con lobos más grandes y peores, así que si Julianna pensaba que sus pequeñas amenazas eran aterradoras, estaba totalmente equivocada.

"Veo que has decidido despojarte de tu piel falsa".

"Hay una diferencia entre mudar de piel y convertirme en mi verdadero yo. Ponme a prueba y te mostraré quién soy en realidad".

Un destello oscuro brilló en sus ojos, su mirada se oscureció con algo que ella no podía identificar. Pero justo cuando abrió la boca para hablar, apareció Lauren.

No dudó en mirar con desaprobación a Franklin y Camilla mientras preguntaba: "¿Qué están haciendo aquí?"

"No me importa y no quiero saberlo. Anda, Lauren, vámonos a otro lado. No soporto que el aire esté contaminado por el hedor de las putas y los gilipollas".

Sin decir otra palabra ni mirar a Franklin, Julianna tomó la mano de Lauren y se alejó.

Sólo después de que ella se alejó, Franklin apretó las mandíbulas y permitió que el impacto de todas sus palabras se reflejara en su rostro y, debo decirles, no parecía complacido en lo más mínimo.

-¿Frank? -gritó Camilla suavemente, queriendo desviar su atención de la mirada fija en el lugar donde había estado parada Julianna.

Pero Franklin no estaba dispuesto a aceptar nada de eso.

Estaba enojado, irritado y furioso más allá de las palabras.

¿Quién era Julianna para tratarlo como acababa de hacerlo?

¿Presentarle una demanda de divorcio? ¿Y hasta amenazarlo?

Sólo pensar en lo que había hecho lo ponía furioso y, sin dudarlo, sacó su teléfono y marcó el número de su asistente.

La línea sólo sonó durante unos segundos antes de que su asistente, Clark, respondiera.

"¿Sí, señor?"

"¿Has reunido los documentos necesarios para garantizar una compra sin problemas de Woodlands Cosmetics?", preguntó.

"...sobre eso, señor", respondió Clark, con la voz llena hasta el borde de vacilación.

Franklin entrecerró los ojos y sintió que su temperamento aumentaba. -¿Cuál es el problema, Clark? ¿Ni siquiera puedes encargarte de esta cosita?

"La adquisición podría haberse completado sin problemas hoy, pero... la Sra. Woods había vendido el negocio a alguien misterioso y todavía estoy tratando de ponerme en contacto con esa persona".

-Basta. Envíame la información necesaria que necesito sobre el grupo empresarial que ahora posee los derechos de The Woodlands -exigió.

-S-sí, señor. Inmediatamente.

Una vez que Franklin terminó de atender la llamada, marchó hacia la salida, ignorando a Camilla que lo había llamado.

Justo cuando salía del club, vio su cabello castaño ondulado y su vestido negro, de espaldas a él, parada sola frente a un GMC Yukon negro.

A su lado había un hombre mayor, vestido con un traje bien hecho, que le entregó a Julianna un objeto delgado, que Franklin identificó rápidamente como una tarjeta negra de primera calidad. Estaba más que seguro de que las palabras de Camilla eran ciertas.

No era de extrañar que rechazara los cincuenta millones. ¡Julianna se había conseguido un sugar daddy!

¡Cómo se atreve! ¡Aún lleva el título de su esposa!

Franklin quería enfrentarse a Julianna, pero el auto se alejó antes de que pudiera alcanzarla.

Bueno, si ella pensaba que iba a salirse con la suya con sus malas acciones, entonces se esperaba algo diferente.

Por segunda vez esa noche, Franklin sacó su teléfono. Pero la persona a la que llamó no era su asistente, sino un investigador privado.

"Señor Arnaud", respondió la persona.

"Quiero un archivo detallado sobre Julianna Leclerc, todo, su estilo de vida actual, dónde ha estado, con quién ha estado en contacto y qué ha estado haciendo.

"Tienes veinticuatro horas para hacerme llegar ese archivo o de lo contrario podrás decir adiós a la vida que has construido aquí en Londres".

"¡S-sí señor!"

"Bien."

Con eso, Franklin terminó la llamada y miró fijamente hacia donde había estado el auto.

Su esposa podría pensar que se había salido con la suya al engañarlo, pero pronto se arrepentiría de su decisión.