Su esposa, su juego, su escape
img img Su esposa, su juego, su escape img Capítulo 5
5
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 img
Capítulo 20 img
Capítulo 21 img
Capítulo 22 img
img
  /  1
img

Capítulo 5

-Discúlpate, Bruno -dijo Eva, sin apartar la vista de Kael.

Me quedé allí, sostenido por sus guardias, mi cuerpo gritando de dolor, mi mente tambaleándose por la pura locura de la situación. Disculparme con el juguetito que me restregaba en la cara, después de que acababa de intentar suicidarme por su crueldad.

Era demasiado.

-No -dije.

La cabeza de Eva se giró bruscamente hacia mí, sus ojos brillando de furia.

-¿Qué dijiste?

-Dije que no.

Se levantó lentamente, su rostro una máscara de fría rabia.

-Harás lo que yo diga.

Caminó hacia un pequeño carrito en la esquina de la habitación. Sobre él había una colección de licores caros, sin duda un regalo de "mejórate pronto" para Kael. Tomó una botella de tequila añejo.

-Sabes -dijo, su voz peligrosamente tranquila-, creo que necesitas un trago. Para calmar tus nervios.

Sirvió un vaso y me lo tendió.

-No puedo beber, Eva -dije, mi voz temblando ligeramente-. Sabes lo que dijo el médico sobre mi revestimiento estomacal después de esa úlcera del año pasado.

Era una úlcera provocada por el estrés de nuestro matrimonio, un hecho del que ella era muy consciente.

-Oh, lo sé -dijo, una sonrisa cruel jugando en sus labios-. Pero Kael puede beber. Y como lo lastimaste, es justo que bebas en su lugar. Una botella por cada lágrima que derramó.

Este era un nuevo nivel de tortura. No solo psicológica, sino física. Quería lastimarme, castigarme por mi desafío.

Miré el vaso, luego su rostro despiadado. Estaba atrapado. No había salida.

-Está bien -dije, mi voz un susurro hueco. Tomé el vaso y lo bebí de un solo trago. El tequila quemó un camino de fuego por mi garganta y hasta mi estómago, un dolor abrasador y agonizante.

Me atraganté, doblándome, pero los guardias me mantuvieron erguido.

Eva me observaba, su expresión ilegible. Por un instante fugaz, creí ver un destello de arrepentimiento en sus ojos, un indicio de la mujer que solía ser. Pero desapareció tan rápido como apareció.

-Hay que enseñarle una lección -murmuró, más para sí misma que para mí.

Bebí vaso tras vaso, el dolor aumentando hasta que estuve de rodillas, vomitando en el impecable suelo del hospital. El mundo giraba, mi cuerpo convulsionaba.

A través de la neblina de dolor y alcohol, oí a Kael hacer un sonido de jadeo dramático. Se agarró el pecho.

-Eva... me siento débil -gimió-. El shock de todo esto... creo que... necesito un doctor.

Eva corrió inmediatamente a su lado, toda preocupación y angustia.

-¡Kael! ¿Estás bien? ¡Doctor! ¡Necesitamos un doctor!

Me dejó allí, un montón colapsado en el suelo, ignorado y olvidado. El personal médico entró corriendo, pero todos fueron al lado de Kael, cuchicheando sobre él, mientras yo yacía en mi propia suciedad, jadeando por aire.

Pensé en todas las veces que le había rogado a Eva por un hijo. Una familia de verdad. Ella siempre se había negado. "Un niño sería una distracción", decía. "Te necesito todo para mí, Bruno. Todo tu amor, toda tu atención".

La escena era una farsa, pero el dolor era real. Mi dolor. El dolor de ser reemplazado, no por un hombre, sino por una actuación patética.

El último de mis fuerzas se agotó. Mi corazón, mi cuerpo, mi espíritu, todo simplemente se rompió. El mundo se volvió negro y caí inconsciente.

Desperté en una camilla, siendo empujado por un pasillo brillantemente iluminado. Los olores, los sonidos, era un hospital, pero algo andaba mal. Intenté sentarme, pero mis manos y pies estaban atados.

-¿Qué está pasando? -murmuré, mi cabeza espesa por la niebla.

Eva caminaba junto a la camilla, su rostro impasible.

-No te preocupes, Bruno. Solo te llevamos a un pequeño procedimiento.

-¿Qué procedimiento?

Se inclinó, su voz un susurro suave y venenoso en mi oído.

-Una vasectomía.

La miré fijamente, mi sangre helándose.

-Verás -explicó, como si fuera lo más razonable del mundo-, ya que estás tan decidido a dejarme, tan obsesionado con la idea de una vida sin mí, tengo que asegurarme de que nunca puedas tener esa vida con nadie más. Nunca tendrás un hijo con otra mujer. Me perteneces. Incluso si te vas, una parte de ti siempre será mía.

Recordé a la chica que solía amar, la que rescataba gatos callejeros y lloraba durante las películas tristes. No podía reconciliar ese recuerdo con el monstruo que estaba frente a mí.

-Eva, por favor -rogué, las palabras arrancándose de mi garganta-. No hagas esto.

Pero ella solo sonrió, una sonrisa fría y vacía.

Los guardias empujaron la camilla a través de un par de puertas dobles. El letrero de arriba decía "Quirófano".

Mientras me deslizaban sobre la fría mesa de metal y me colocaban una máscara sobre la cara, lo último que vi fue el rostro de Eva, observándome con una mirada de posesión triunfante.

Las lágrimas brotaron de mis ojos mientras el anestésico hacía efecto. No era solo mi cuerpo lo que estaba violando. Era mi futuro. Mi esperanza. Mi alma misma.

Yo era su propiedad, y nunca me dejaría ir.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022