¡Jayde!, la llamó Chloie, tirando de ella suavemente para que se sentara en el sofá. En su cuello se distinguía una leve marca rojiza. "El cumpleaños de tu hermano se acerca. Quiero organizarle una fiesta. ¿Sabes qué estilo le gusta?".
La pregunta de Chloie la sacó de sus pensamientos. No pudo evitar recordar una conversación que había tenido con Brendan mientras paseaban por la playa.
Le había dicho que amaba el océano centelleante, el sonido de las olas y sentir la mano de él en la suya mientras caminaban sobre la arena al amanecer. Ese día, Brendan le sujetó la mano y caminó con ella durante mucho, mucho tiempo.
Pequeña, te encanta la playa, había dicho él. "Así que, de ahora en adelante, nuestras fiestas de cumpleaños serán junto al mar. Lo que te guste a ti, me gusta a mí".
En aquel entonces, el mundo de Brendan giraba en torno a ella. Ahora, la evitaba. Había olvidado todo lo que a ella le gustaba.
Una profunda amargura le oprimió el pecho. Tardó un momento en encontrar la voz. "Yo...".
Estaba a punto de responder cuando Brendan se acercó y la interrumpió. "Mis asuntos, deberías preguntármelos a mí".
Chloie se aferró a su brazo con un mohín. "Solo pensé que, como eres mujer, lo conocerías mejor. Pero parece que ni siquiera su propia hermana lo conoce de verdad".
Jayde forzó una sonrisa. "Sí. En realidad, no lo conozco".
Hablen ustedes. Yo me voy, dijo, reprimiendo la amargura. Se dio la vuelta para marcharse, pero la mirada de Brendan se ensombreció.
Es muy temprano. ¿Qué podrías tener que hacer?.
Su voz fría le dio un vuelco al corazón. ¿Acaso todavía le importaba lo que ella hiciera?
Hoy tengo cita para tramitar mi visa, respondió Jayde con sinceridad.
Apenas lo dijo, Chloie preguntó, sorprendida: "¿Te vas de viaje? ¿Con amigas? ¿O con un novio?".
Brendan frunció el ceño y dijo con un tono cargado de reproche: "Jayde Rosario, acabas de terminar la preparatoria. No te involucres con la gente equivocada antes de empezar la universidad".
Su frío reproche fue como un golpe físico que la dejó sin fuerzas para explicarse.
En medio del silencio, Chloie intervino para aligerar el ambiente. "Es normal que una chica de su edad salga con alguien. Brendan, no seas tan duro".
Luego se volvió hacia Jayde y le dijo con voz suave y reconfortante: "Si te gusta alguien, debes amar sin miedo. Solo se tienen dieciocho años una vez. No le hagas caso a tu hermano".
Chloie tomó la mano de Brendan y se marcharon juntos. Mientras los veía alejarse, Jayde apretó los puños lentamente.
Solo se tienen dieciocho años una vez, y ella ya se los había entregado a Brendan.
Catorce días más. Luego se iría. No permitiría que su juventud quedara sepultada en ese pantano donde era invisible.
Jayde salió de la casa. Afuera, la niebla era densa y caía una llovizna fina. Aunque era verano, la lluvia la hizo estremecerse.
Antes, en los días de lluvia, Brendan siempre insistía en llevarla en coche. "Mi pequeña no puede mojarse", solía decir. "Mis brazos son tu refugio".
Pero ahora, tenía que acostumbrarse a caminar sola.
Bajó la mirada y se adentró en la lluvia, protegida por su paraguas.
Después de obtener la visa, estaba a punto de pedir un taxi cuando vio una notificación en su teléfono. Era una alerta especial de las redes sociales de Brendan. Su dedo se movió por sí solo y la abrió.
Brendan, que normalmente publicaba algo cada seis meses, tenía una nueva actualización.
[Los días de lluvia son perfectos para hacerlo oficial.]
La foto lo mostraba a él, con un esmoquin impecable, abrazando a Chloie Ellis, quien lucía un vestido de novia de corte sirena. Él sonreía con dulzura a la cámara.
La escueta frase y la foto de boda dejaron a Jayde paralizada. Sus ojos, ya enrojecidos, le ardían. La sección de comentarios estaba inundada de felicitaciones. La gente decía que eran la pareja perfecta, hechos el uno para el otro.
Jayde miró la pantalla, con la mente en blanco. El dolor punzante que solía sentir en el pecho había desaparecido.
Con calma, escribió un comentario.
[Que sean felices para siempre.]