No lo negó.
-Krystal la escuchó y se inspiró. No tenía la intención de lanzarla. Fue un error.
-¿Un error? -grité-. ¡Javier, esto me arruinará! ¡El Conservatorio, mi carrera... todo se habrá ido! ¡Esto será una mancha en mi nombre para siempre!
-No necesitas una carrera, Alina -dijo, su tono despectivo-. Yo cuidaré de ti. Te daré todo lo que quieras.
Su condescendencia era sofocante. Miró su reloj, impaciente.
-Mira, Krystal ya se siente fatal por esto. Déjalo pasar. No es para tanto.
No es para tanto. Todo mi futuro, mi pasión, mi única pieza de identidad restante, no era para tanto.
Lo miré, a este hombre que una vez amé, y por primera vez, sentí un destello de odio puro e inalterado. No era el hombre del que me enamoré. Quizás ese hombre nunca existió.
Volví a mi pequeño apartamento temporal y empecé a empacar. Mi vuelo estaba reservado para el día después del aniversario de mi padre. Estaba harta.
Javier irrumpió en mi puerta esa noche sin llamar, su rostro una máscara de furia.
-¿Dónde está? -rugió.
Me estremecí.
-¿Quién?
-¡Krystal! ¡La han secuestrado! Los secuestradores me enviaron un mensaje. ¡Quieren que admita públicamente que no te plagió, o la matarán! -Me agarró por los hombros, sus dedos clavándose en mi piel-. ¡Detén esto, Alina! ¡Te dije que lo dejaras pasar!
Mi voz tembló.
-¿Crees... crees que yo hice esto?
-¿Quién más podría ser?
-¡Javier, no tengo el dinero ni el poder para secuestrar a nadie! -supliqué.
Él solo me miró, sus ojos llenos de sospecha y decepción.
-Solo dime dónde está, Alina. No tenemos que hacer esto feo.
Las palabras fueron un golpe físico. Él creía que yo era capaz de esto. Creía las mentiras obvias y teatrales de Krystal por encima de mí.
El tiempo pasaba. Su teléfono sonaba una y otra vez. Su paciencia se agotó.
-Bien -gruñó, apartándome de él con tanta fuerza que tropecé y golpeé la pared-. Te importa más una estúpida canción que la vida de una persona.
Mi vida no había importado cuando el perro de su esposa me estaba destrozando el brazo. Mi carrera no había importado cuando ella robó mi trabajo. Ahora mi integridad no importaba. Solo Krystal importaba.
Su teléfono vibró. Respondió, escuchó por un momento, y sus ojos se endurecieron.
-La encontraron.
Me miró, su mirada recorriendo mi rostro con una frialdad aterradora.
-Has cambiado, Alina. Ya ni siquiera sé quién eres.
Se dio la vuelta y se fue, sin mirar atrás.
Me deslicé por la pared, mis piernas cediendo. Miré su espalda mientras se alejaba, una risa amarga escapando de mis labios. ¿Yo soy la que cambió?
Una oleada de náuseas subió por mi garganta, y me doblé, tosiendo una bocanada de sangre. El estrés, el dolor, las traiciones... me estaban matando, literalmente.
¿Cuánto la amaba, para estar tan ciego? ¿Cuánto tenía que amarla, para destruirme por ella?