Ex Novio
img img Ex Novio img Capítulo 2 Mi prometido
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Capítulo 6 Preparativos de boda img
Capítulo 7 Ensayo General img
Capítulo 8 La fuga img
Capítulo 9 Reacción calculada img
Capítulo 10 El pacto silencioso img
Capítulo 11 Enfrentados img
Capítulo 12 El acuerdo impensable img
Capítulo 13 La boda improvisada img
Capítulo 14 Nueva posición img
Capítulo 15 La cámara img
Capítulo 16 Debilitada img
Capítulo 17 El retrato antiguo img
Capítulo 18 La semilla del secreto img
Capítulo 19 Juegos inocentes img
Capítulo 20 Primer secreto compartido img
Capítulo 21 La cena incómoda img
Capítulo 22 Las cartas escondidas img
Capítulo 23 Promesa en el jardín img
Capítulo 24 El cumpleaños de Martina img
Capítulo 25 Pelea en la finca img
Capítulo 26 Las escapadas nocturnas img
Capítulo 27 La propuesta indirecta img
Capítulo 28 El pacto de silencio familiar img
Capítulo 29 La boda improvisada con Nicolo img
Capítulo 30 La pequeña casa img
Capítulo 31 Fuego secreto img
Capítulo 32 El dinero img
Capítulo 33 Descubiertos img
Capítulo 34 Despedida img
Capítulo 35 El primer choque img
Capítulo 36 A punto de estallar img
Capítulo 37 Gabriel img
Capítulo 38 La guerra silenciosa img
Capítulo 39 Huellas de traición img
Capítulo 40 Reencuentro envenenado img
Capítulo 41 El legado roto img
Capítulo 42 Entre Damas img
Capítulo 43 El secreto de los criados img
Capítulo 44 La confesión de Esmeralda img
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Capítulo 2 Mi prometido

Llegó la hora de la cena, esa que debía ser la gran presentación oficial: Clara y Martina ante la familia, bajo la mirada escrutadora de todos. En la finca vinícola, el comedor parecía un santuario donde el lujo y la tradición se entrelazan, y yo, la recién llegada, la protagonista que nadie aceptaba del todo. Sentía que, en cualquier momento, el suelo podría abrirse y tragarse la impostura que me sostenía.

Marco apareció en el umbral con su paso tranquilo, elegante, casi ensayado. Vestía un traje oscuro que resaltaba sus ojos claros, esos mismos que eran capaces de destellar encanto y, a la vez, un frío absoluto. Lo miré de reojo, intentando descifrar qué se escondía tras esa sonrisa controlada que ofrecía a la familia.

-Clara -dijo, inclinando ligeramente la cabeza-. Espero que hayas encontrado tu lugar aquí.

Respondí con un "sí", aunque mi mente gritaba otra cosa. Había algo en él que me irritaba, como una sombra invisible que me impedía respirar con facilidad.

Nos sentamos a la mesa, rodeados de parientes que lanzaban miradas rápidas, cuchicheos apenas disimulados. La conversación giraba en torno a temas triviales: el clima, la última cosecha, la economía vinícola. Pero yo estaba atenta a Marco, a cada gesto, a cada pausa calculada.

Él se comportaba como un anfitrión perfecto, cortés y encantador; pero también distante, como si mantuviera una barrera invisible. Cuando sus ojos se posaban en mí, sentía una mezcla confusa de atracción y frustración. Su mirada era tan fría como una copa de ese vino tinto que servían con delicadeza, y yo quería romper esa coraza, aunque en el fondo sabía que quizá no debería.

En medio del silencio forzado, una tía hizo un comentario sobre su infancia, y ahí fue cuando lo noté: un leve temblor en sus manos, una sombra fugaz en su rostro, un instante donde sus labios se apretaron con demasiada fuerza. "Fue... peculiar", respondió, y rápidamente cambió de tema.

Mis sentidos se agudizaron, sintiendo el sudor frío en la nuca y ese nudo incómodo en el estómago. Algo en esa respuesta me resultaba inquietantemente sincero y, al mismo tiempo, velado.

Martina, a mi lado, me lanzó una mirada cómplice, como si también captara esa extraña tensión.

A lo largo de la cena, noté cómo Marco evitaba ciertos temas, cómo sus gestos se volvían más rígidos cada vez que alguien mencionaba su pasado. Había algo que no quería que supiéramos, un secreto que guardaba con celo.

Cuando la conversación giró hacia la familia, una foto antigua apareció en manos de uno de los primos, pero justo cuando alcancé a ver la imagen, alguien la retiró rápidamente. Sentí una punzada de curiosidad y frustración: ¿por qué ocultar algo tan insignificante como una foto?

Después de la cena, mientras nos retiramos, Nicolo apareció en el pasillo. Su presencia, fuerte y silenciosa, llenó el espacio. Me lanzó una mirada que mezclaba advertencia y algo parecido a deseo.

-No te dejes engañar por las apariencias, Clara -me susurró con voz grave-. Aquí todos guardamos heridas que no queremos conocer. Supongo que tú tendrás las tuyas.

La respiración me falló por un segundo. Su cercanía era peligrosa, casi intoxicante. Pero también sentí ese miedo incómodo, como si al acercarme a él, me adentrara en un juego del que no podría salir indemne.

Esa noche, en mi habitación, los recuerdos me atacaron sin piedad. Fragmentos de conversaciones olvidadas, imágenes difusas, palabras que ahora cobran otro sentido. Sabía que estaba entrando en un laberinto, y que cada paso me acercaba a una verdad que podía destruirme o empoderarme.

Pero no podía darme el lujo de retroceder. No cuando el dinero y el poder estaban tan cerca.

Tratando de ahuyentar mis pensamientos, me fijé en la habitación. Estaba impregnada de ese aroma a madera vieja y vino añejo que parecía haberse pegado a las paredes de la finca. Cerré la puerta detrás de mí y me dejé caer en la silla frente a la ventana. Afuera, los viñedos se extendían como un mar inmóvil bajo la luna, y dentro de mí, todo era un torbellino de incertidumbre y deseo.

Recordé ese temblor en las manos de Marco cuando mencionaron su infancia. ¿Qué demonios había pasado? ¿Qué secretos estaba tan desesperado por ocultar? Quise gritar, exigir respuestas; pero, en vez de eso, me mordí el labio y sentí una oleada de náuseas que me obligó a respirar hondo, llenando mis pulmones de aire frío.

Martina apareció en el umbral, con esa sonrisa que disimulaba más de lo que mostraba.

-¿Estás bien? -preguntó con ese tono que mezclaba preocupación y curiosidad.

-Claro -mentí sin convencerme.

Nos sentamos juntas, y ella comenzó a hablar de los preparativos de la boda, pero yo apenas la escuchaba. Mi mente seguía atrapada en la imagen que apenas pude ver: una fotografía de niño, escondida y retirada apresuradamente. Quise arrebatarla, buscarla en el álbum familiar, pero la oportunidad se perdió como un suspiro.

Más tarde, mientras Martina dormía, repasaba cada gesto, cada palabra. Marco era encantador, sí, pero había un muro invisible entre nosotros. Y luego estaba Nicolo, el hermano mayor, con esa mezcla peligrosa de dureza y magnetismo que me hacía dudar si era mi salvación o mi condena.

El silencio en la finca era pesado, casi tangible. Las paredes parecían susurrar secretos, y yo estaba determinada a descubrirlos, aunque eso significaba jugar con fuego.

Sabía que la historia que estaba por comenzar no sería sencilla. Pero también sabía que, con cada mentira, cada mirada, cada gesto oculto, me acercaba más a ese poder que tanto anhelaba.

Porque en esa familia, nada era lo que parecía. De eso no tenía duda.

Y yo estaba lista para aprovecharlo. Para tomar el control.

            
            

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