Era como si la marca de su bofetada en mi rostro no fuera más que una mancha desagradable.
El último destello de esperanza en mi corazón se extinguió por completo en ese momento.
Había pensado que después de diez años, incluso el corazón más duro se habría ablandado con el tiempo.
Pero desde que Paulina regresó, todo volvió al punto de partida.
La poca calidez que me había reservado se desvaneció sin dejar rastro.
Olvidó las lágrimas que derramé por él, el sufrimiento que soporté.
Todo lo que quedaba en sus ojos era sospecha y acusación, como si cada uno de mis esfuerzos fuera un plan calculado.
Bajo la mirada de Paulina, retiré mi mano.
Las yemas de mis dedos estaban heladas, y un frío escalofriante se filtró en mi corazón, extendiéndose a mis extremidades.
"Cuánto tiempo sin verte". Millie Clark, la prima de Eduardo, dijo con una sonrisa falsa.
Agarró mi cabello con una mano, tirando tan fuerte que grité.
"Si no fuera por tus maquinaciones, Paulina ya habría sido la Luna de Eduardo desde hace mucho".
Su voz era fuerte, sin preocuparse en absoluto si todos a nuestro alrededor escucharían.
Las palabras de Millie eran como cuchillos, perforando mi corazón y destrozando mi dignidad.
Me arrastró a una pequeña habitación en la esquina, agarrando el escote de mi vestido y tirando con fuerza.
Con un sonido de rasgado, el escote se rompió, exponiendo la piel de mi clavícula.
"¡Ve a buscar a la Diosa Lunar ahora y rechaza su bendición! ¿Qué derecho tienes para recibir lo que Paulina no obtuvo?".
¡No! ¡De ninguna manera!
Luché desesperadamente, pero la fuerza de Millie era mucho mayor que la mía.
Sus manos continuaron desgarrando mi vestido, el dobladillo se deshilachó, y sus uñas dejaron marcas de arañazos en mis brazos.
"Parece que no estás dispuesta. Entonces debes enfrentar las consecuencias".
De repente, se detuvo, con emoción brillando en su rostro.
"Te gusta seducir hombres, ¿verdad?".
Ella agitó su mano.
Desde las sombras, tres matones emergieron, mirándome lascivamente, sus ojos recorriéndome de arriba abajo.
Uno de los matones se acercó, agarrando mi muñeca, mientras otro comenzó a desgarrar mi vestido ya maltrecho.
"Eduardo, sálvame...", grité desesperada, con la voz ronca.
Justo cuando la mano del último estaba a punto de tocar mi pecho, la voz de Eduardo cortó el aire.
"Alto". Él ordenó, de pie no muy lejos, con una mirada aterradoramente oscura.
"Eduardo, esta mujer está cubierta de marcas de pasión... ¡Debe haber estado con innumerables hombres, traicionándote todos los día!".
Millie me miró con desdén.
Eduardo frunció el ceño pero no me defendió.
No hacía mucho, en un momento de embriaguez, había sido él quien dejó esas marcas después de un día de pasión.
Sabía que eran obra suya, y aun así eligió guardar silencio.
Su silencio fue interpretado por todos como aquiescencia.
"Yo no...".
Mi voz tembló, las lágrimas fluyendo incontrolablemente por mi rostro.
Mi corazón se hizo añicos..
"¿Que no? La evidencia está aquí, ¿y aún quieres negarlo? Pattie, ¿acaso no puedes vivir sin hombres?".
Eduardo cruelmente apoyó el argumento de Millie.
Mirando su rostro indiferente, los diez años de agravios y rabia que había acumulado estallaron.
"¿Me acusas de infidelidad? ¡Si realmente te hubiera sido infiel, deberías sentir un dolor agudo en tu corazón! ¡Pero no lo sientes! ¡Eres un mentiroso! ¡Has traicionado a la Diosa Lunar! Porque tomaste la droga que bloquea el lazo emocional, no sientes dolor. ¡Hiciste todo esto solo para acostarte con Paulina! ¡Mis crías están muertas por tu culpa!".