Él prefirió a su hijo secreto antes que a nuestro cachorro no nacido.
img img Él prefirió a su hijo secreto antes que a nuestro cachorro no nacido. img Capítulo 4
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Capítulo 4

Punto de vista de Selene:

Llevaba un vestido del color de la luz de luna. Brillaba mientras caminaba, aferrándose a mi figura, una imagen perfecta de la devota futura Luna. Me paré junto a Damián en la entrada de la nueva ala oeste -mi ala oeste- y saludé a los Alfas y Lunas de las manadas aliadas, con una sonrisa serena fija en mi rostro.

Dentro, la gala estaba en pleno apogeo. El salón que había diseñado era impresionante, con techos altos y ventanales que enmarcaban el cielo estrellado. Damián interpretó su papel a la perfección, su mano siempre en la parte baja de mi espalda, sus ojos llenos de lo que parecía adoración.

Dio un gran discurso, elogiando mi talento y nuestro "vínculo inquebrantable". Luego, me entregó un regalo. Era un anillo, una pieza impresionante con una enorme obsidiana negra pulida en el centro.

Mi sonrisa vaciló. La obsidiana negra era la piedra distintiva de la Manada de Arroyo de Plata. La manada de Casandra. Me estaba celebrando con un símbolo de ella.

La sala aplaudió, ajena a todo. Sentí un pavor helado recorrer mi espalda.

Entonces, sucedió. Una pequeña figura se abrió paso entre la multitud de piernas, dirigiéndose directamente al escenario. Era Rory.

Se lanzó a las piernas de Damián, aferrándose a él como una lapa.

-¡Papá! -gritó, su vocecita amplificada por la acústica del salón. Señaló con un dedo regordete directamente hacia mí-. ¡Papá! ¡Mami dijo que esa es la mujer mala! ¡La que quiere alejarte de nosotros!

Un jadeo colectivo recorrió la sala. La charla educada se extinguió, reemplazada por una tormenta de susurros conmocionados y Vínculos Mentales frenéticos. La fachada perfecta del Alfa Damián y su compañera destinada fue hecha trizas frente a toda la élite de los hombres lobo.

El rostro de Damián era una máscara de horror. -Rory, cállate -siseó. Intentó usar su Voz de Alfa, el poder irresistible en su voz que obligaba a la obediencia-. *¡Silencio!*

Pero la Voz no tuvo efecto en su propia sangre. Rory solo lloró más fuerte.

Casandra eligió ese momento para hacer su entrada, corriendo hacia adelante con una mirada de pánico fingido. -¡Oh, por Dios! ¡Rory, cariño, ven con mami! -arrulló, tratando de despegarlo de Damián. Pero el niño no lo soltaba.

Mis ojos se fijaron en la muñeca del niño. Llevaba una pequeña pulsera hecha de cuero trenzado y ensartada con colmillos de lobo pulidos. Se me cortó la respiración. Yo había hecho esa pulsera para Damián hacía dos años, un amuleto protector tejido con mis propias manos. Ahora estaba en la muñeca de su hijo ilegítimo.

Di un paso adelante, necesitando ver más de cerca, necesitando estar segura. -Esa pulsera... -empecé a decir.

Mi movimiento fue un error. Fue puro instinto. El lobo interior de Damián, primario e irreflexivo, solo vio una amenaza moviéndose hacia su cachorro. No me vio a mí, su compañera. Vio peligro.

Me empujó. Fuerte.

-¡Aléjate de él! -rugió.

Estaba completamente desprevenida. Perdí el equilibrio, tropezando hacia atrás. Mi cabeza chocó con la afilada esquina de piedra de la enorme chimenea. Un estallido de dolor explotó detrás de mis ojos.

Pero un dolor peor, una sensación nauseabunda y desgarradora, me atravesó el abdomen. Miré hacia abajo. El blanco puro de mi vestido ya estaba floreciendo con una horrible mancha carmesí.

El mundo comenzó a inclinarse. Lo último que vi antes de que la oscuridad me consumiera fue a Damián. No me estaba mirando. Estaba agachado, preocupándose por un pequeño rasguño en la rodilla de su hijo, completamente ajeno a que su compañera se desangraba en el suelo. Tomó al niño en sus brazos y, con Casandra a su lado, se abrió paso fuera de la sala, dejándome a las miradas despectivas y compasivas de la multitud.

                         

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