»Mi tío, me comentó que ya tiene a la persona dispuesta a alquilar su vientre. Mi abogado se encargará de la parte legal -confesó Dana, acercándose a mí.
»¡Mírame, Daniel! No tenemos mucho tiempo, la enfermedad de tu padre avanza. ¡Vamos a complacerlo! -Rogó ella, mostrándose afectada y cariñosa conmigo.
»El ginecólogo ya le hizo todos los estudios y pruebas para comprobar que su útero está en perfectas condiciones para recibir mi óvulo fecundado por tu espermatozoide.
-¡Dios mío! Son tantas las ansias y el deseo de complacer a mi padre, que de repente tengas razón. A lo mejor, esa es la barrera que no permite tu embarazo -declaré, confundido.
»¿Hablaste con tu tío? -Pregunté de repente, reaccionando a sus últimas palabras-. Sin consultarme nada -afirmé con una mirada aguda.
-¡Mi amor! Lo hice por ti y por tu padre -aclaró ella- Te repito, no hay tiempo que perder.
»¡Te prometo, que más adelante lo haremos por vía normal! Sin alquiler de vientre, sin gestación subrogada -juró ella-. Ahora, primero es tu padre.
-¡De acuerdo! -Acepté- Prepara todo para salir mañana por la mañana. Necesito estar aquí a primera hora de la tarde -anuncié, sin dar más explicaciones.
Dana, feliz y sonriente, corrió a mis brazos y me besó con pasión. Después de este beso, nos abrazamos fuertemente, como buscando consuelo el uno en el otro.
(***)
Al día siguiente, en La Puerta...
El Narrador:
Daniel bajó de su avioneta particular Cessna Citation que lo había trasladado de Valparaíso a La Puerta, tomado de la mano de Dana. Al llegar al hangar privado, fueron trasladados directamente a la clínica de Robinson Smith.
Este, les esperaba acompañado de su amigo y socio, el ginecólogo Samuel Ruiz, quien les fue presentado. Él, fue el encargado de explicar a Daniel paso a paso el proceso de fecundación in vitro y de subrogación de vientre.
-Es un proceso de reproducción en el cual se fecunda el óvulo de tu mujer con un espermatozoide tuyo, fuera de su cuerpo, precisamente en nuestro laboratorio -describió el especialista-. Es una gestación subrogada gestacional.
»Cuando el óvulo esté fecundado, el embrión se traslada al útero de la joven elegida para que se implante y se produzca el embarazo -explicó posteriormente, simplificando a Daniel, el proceso, atendiendo las recomendaciones de su socio.
»Como puedes comprender, el niño será fruto de la unión de tu espermatozoide y el óvulo de Dana -concluyó.
Tras reunirme con Robinson y el ginecólogo que iba a realizar la fecundación in vitro, consulté mis dudas. Acepté este método de reproducción para satisfacer lo que posiblemente sea el último deseo de mi padre.
-¿Tiene alguna pregunta? -Preguntó el ginecólogo, al final.
-Sí -afirmé-. ¿Es legal este proceso de reproducción en La Puerta? -Interrogué con desconfianza-, tengo entendido que no lo permiten en todas las provincias.
-¡Sí! -Respondió Robinson, a quien conozco desde hace años y sé que es muy complaciente con su sobrina y ahijada.
-¿Quién me garantiza que no me reclamarán en el futuro algún derecho, sobre el feto, el niño, en fin, por el embarazo? -Consulté serio.
-¡El contrato que firmó! -Respondió Robinson-, todo está estipulado en él, conforme a las leyes de Concepción que rigen esta materia -aseveró este. Pero, aun así, dudé.
-¿Y qué espera a cambio? -Interpelé. Obviamente, dudaba de que lo hiciera por altruismo.
-¡Nada de altruismo! -Exclamó el tío de Dana, leyendo mis pensamientos.
-Lo hace por necesidad. Para salvar a su madre de una muerte segura -justificó, mostrando un presupuesto para un trasplante de riñón en una mujer de cuarenta años llamada Jenny Rodríguez, quien ameritaba con urgencia, esta cirugía según el informe.
Revisé detalladamente los gastos especificados, incluyendo un posible tratamiento postoperatorio. Era una suma muy elevada, pero no me afectaba en nada.
-La gestante, como dices tú, es muy joven, puesto que su madre tiene 40 años -argumenté, señalando la edad de la paciente en el presupuesto.
-¿Puedo leer el contrato? -Pregunté.
-¡No! Di mi palabra de honor a la gestante de que nadie sabrá lo de su embarazo subrogado -alegó Robinson, sin inmutarse-. ¡Y sí! Es una chica de 18 años. Es sana, virgen y honesta -agregó el médico.
-¿Virgen? ¿Honesta? Y se presta para esto -repliqué extrañado y desconfiando de Robinson, quien me censuró con la mirada.
-¡Aunque no lo creas, así es! -Intervino el ginecólogo Samuel-. Yo mismo la examiné.
-¡Es honesta! -Aseguró Robinson con desdén.
«He tratado a su mamá en el hospital general desde que empezó a sufrir del riñón y ella era apenas una adolescente. Ten la seguridad de que lo es; si no, no se prestaría para esto.
-¿Estás seguro de que es una mujer sana y no pondrá en riesgo a mi hijo? -Cuestioné con enojo, dudando de todos. Miré a Dana, que hasta ese momento no había pronunciado palabra.
-¡Cierto, tío! Me preocupa que sea una persona irresponsable, con antecedentes de alguna enfermedad, y que esto pudiera afectar a mi hijo -alegó ella, abrazando a Daniel.
-Samuel, la evaluó por completo y confío en su criterio -garantizó Robinson-. Se le hicieron una serie de pruebas y exámenes para asegurarnos de su estado de salud.
-¡Me parece genial! -Exclamó Dana, abrazando ahora a su tío, quien había llevado a cabo todo, en complicidad con ella.
-En cuanto al contrato, no tienes que preocuparte -comentó Robinson-. Fue celebrado en presencia de un funcionario público y dos testigos. La chica lo conoce y estuvo de acuerdo con todos los términos.
-Para resguardar su identidad, preferí hacerlo de esta manera. Utilicé el poder que me dio Dana -alegó él-; estará bajo mi resguardo y custodia.
-Como todo está conforme a la ley, necesito una cuenta para hacer la transferencia -consultó Daniel.
-La transferirás a mi cuenta. En el contrato no debe aparecer ninguna contraprestación. Está prohibido por ley -justificó Robinson.
El narrador:
Una vez aclarados todos los puntos, Samuel solicitó dos muestras de esperma a Daniel, por si acaso la primera no funcionaba. De acuerdo con esto, se trasladó a la habitación que le había asignado Robinson, quien le acompañó para recibir las muestras y llevarlas al laboratorio.
Por su parte, Dana salió con el ginecólogo para que le realizara la punción folicular.
-¿Has desayunado? -preguntó él.
-¡No! -Respondió ella con una sonrisa pícara-, tío me aconsejó venir en ayunas.
-¡Excelente! Vamos a cumplir todo como exige el protocolo -exclamó el médico.
-¡Genial! -sonrió ella. Entraron en un área privada situada junto al pabellón, donde la prepararían para llevarla al quirófano.
-Te voy a suministrar una sedación suave por vía intravenosa -indicó el médico.
-¡No! -Gritó ella-. Le advertí a mi tío que no la aceptaría. Haz algo para que se vea, que me has puesto la vía intravenosa -protestó, haciendo puchero.
-¡Espera! Todo debe ser real. Tu novio es muy desconfiado -aseveró él.
-¡Lo sé! Estamos haciendo esto para satisfacer la voluntad de su padre, que ha sido desahuciado y quiere morir dejando, al menos, un nieto quien será su heredero -confesó ella, con una sonrisa.
»Daniel, presume que su padre le exigirá una prueba de ADN, porque el niño entrará a heredar en la misma proporción que él...