«Así, que si se me ha presentado esta oportunidad para salvar su vida, lo voy a hacer», pensé.
Cavilando sobre todo, tomé un bus de transporte público que me llevará directamente a la Universidad. César, debe estar en el cafetín esperándome.
«¿Qué ironía? No quise ser suya cuando me lo propuso, porque deseaba llegar virgen al altar. Y ahora, voy a ser mamá, sin haber perdido mi virginidad», analicé, dejando correr unas lágrimas por debajo de mis lentes de sol, los cuales llevaba para cubrir el enrojecimiento de mis ojos.
No sé qué consecuencias a futuro me pueda traer esta decisión, pero antes de cualquier otra cosa, primero está mi madre. Este ha sido el viaje más largo en bus, desde que comencé la Universidad.
Casi una hora después, me bajé del transporte público. Caminé lentamente hacia la entrada del centro educativo. Luego al cafetín, donde estaba César esperándome. Decidí romper con él, antes de darle explicaciones sobre lo que iba a hacer.
-¡Hola, mi amor! -Me saludó, apenas abrió la puerta.
-¡Hola! -Saludé.
-¿Qué tienes? -Me preguntó él, fijando su mirada en la mía y la cual evadí.
-Nada. Solo que necesito hablar contigo sobre una decisión que hemos tomado mamá y yo -referí.
-Dime -expresó él, tranquilamente sin sospechar lo que le diría.
-¡Mi madre y yo nos vamos de La Puerta! -Anuncié.
-¿Y eso? -Me interrogó, tomando mis manos que las tenía sobre la mesa- ¿Por qué esa decisión? ¿Sigue mal tu mamá? -Interpeló.
-¡Si! -Admití, sintiéndome mal al tener que mentir a este, porque si alguien se ha portado caballero y sincero conmigo es él.
-¿Cuándo te vas? ¿Y a dónde? -Me consultó, sin añadir nada más, acariciando suavemente mis manos.
-A la capital. Allá, puede que consiga todo lo que necesito para alargar la vida a mi madre -expliqué, seria y sintiéndome como una traidora, ante lo que iba a hacer.
-¿Estaremos en contacto? ¿Cierto? Este viaje no significa que debemos terminar nuestra relación -aclaró él, entrelazando sus dedos con los míos, haciendo que mi cuerpo se estremeciera por primera vez.
-¡Eso, es precisamente lo que vine a hablar contigo! -Exclamé con tristeza.
»¡No sé! ¡No sé, cuanto tiempo estaré allá! -Mentí, con el dolor de mi alma, porque estoy consciente, de que no estoy muy enamorada, y que César no se merecía esto. Debía elegir entre él o mi mamá, obviamente, elegí a mi mamá.
»Tampoco, se si me quedaré, por eso vine, para que termináramos nuestra relación. Así quedarás libre y podrás hacer tu vida con una mujer que te amé, y que viva aquí, cerca de ti -añadí, con lo cual César, me soltó violentamente las manos, enojado.
-¡No te creo! -Aseguró- Dime la verdad ¿tienes otro? ¿Quién es? Al menos, ten la valentía para decirme la verdad -exigió enojado, levantándose violentamente de la silla, por lo cual esta se fue hacia atrás, provocando un fuerte ruido, que hizo que el resto de los ahí presente, voltearan su mirada hacia nosotros.
-¡Por favor, César! Estoy siendo sincera contigo. No tengo a nadie más. Es una decisión que tomé por el bienestar de mi madre, para darle una oportunidad de seguir con vida -agregué asombrada, porque nunca esperé esta reacción de él.
-Eso es una cosa. Pero, otra muy distinta, es que tengamos que terminar porque vas en búsqueda de esa oportunidad para tu mamá -manifestó él, pasando sus manos por sus lacios cabello.
-Es que no quiero amarrarte a una promesa de un compromiso, sin saber cuánto tiempo requeriré para conseguir lo que mi madre necesita para seguir viviendo -expliqué, levantándome de la silla y quitándome del cuello una cadena de oro, que me regaló cuando lo acepté como mi novio y la cual coloqué sobre la mesa.
Después giré y salí del cafetín hacia mi salón de clases. Al menos, quería asegurarme de aprobar todas las materias que cursaba en este periodo académico, para poder continuar con mi carrera, más adelante.
(***)
En el despacho de don Jairo Casanova, en el consorcio
El narrador:
Jairo Casanova heredero de uno de los socios de Daniel en el Consorcio, chateaba con Dana.
[«¿Cuándo regresas?»].
[«Hoy mismo», contestó ella].
[«Recuerda, que tenemos algo pendiente, desde hace días», alegó este].
[«Ya no puedo seguir esperando más, así que buscaré una sustituta», añadió él, con una sonrisa, mientras escribía].
[«¡Veremos, quien pierde más!» Añadió ella, con una sonrisa, mientras se sentaba en la camilla].
En ese momento, Jairo cerró el chat, ante la llegada de su padre, quien le llamó la atención por su falta de voluntad y responsabilidad en los negocios. Asimismo, le comparó con Daniel, haciendo ver a este, que esa era una de las razones por las cuales, el CEO siempre se ha destacado como el empresario del año.
-¡Por lo visto, Daniel para ti es perfecto! -Reprochó su hijo.
»Algún día te convencerás de lo mediocre y pobre hombre que es. Ni siquiera, ve más allá de su nariz -gritó este con ira, especialmente al ser comparado con el ser que más odiaba.
-Deberías aprender de él -exigió su padre- Daniel es un hombre digno, trabajador y honrado- señaló don Jairo- No porque sea el CEO del consorcio, malgasta su tiempo en trivialidades.
-Me imagino, que de ser tu hijo, te sentirías orgulloso -añadió Jairo irónicamente, haciendo un gesto igual con su cuerpo.
»¡Lamento, decepcionarte! Por no parecerme en nada al imbécil ese -replicó furioso, dejando a su padre, solo en su despacho y dando un portazo.
(***)
En el baño de la Universidad, en La Puerta
Abril:
Mirándome en el espejo, contemplé la tristeza en mi rostro al terminar con César, si bien es cierto, no me siento tan enamorada de él, me encantaba su compañía. Él, era muy amable y atento conmigo. Siempre, me hablaba sobre un futuro junto, al casarse conmigo.
Me dolió ver la tristeza en su rostro. A pesar de la rabia que sintió cuando me soltó las manos, no aprecié odio en su mirada, sino todo lo contrario. No obstante, prefiero esto a que me vea embarazada de otro.
«Creo, que eso le debe doler más».
«Incluso, debe ser más doloroso para él como hombre, aceptar que me someta a este proceso, así sea, para salvar a mi madre», pensé con tristeza permitiendo que las lágrimas fluyeran libremente.
Esto, no lo puedo hacer en mi casa, porque afectaría más a mi madre. Debe ser muy doloroso para ella, saber cómo me siento y cómo me duele, haber aceptado alquilar mi vientre.
«Y ahora... al encuentro con el doctor Samuel, posiblemente sea el día, para perder mis sueños de mujer», analicé, lavando mi rostro y preparándome para el encuentro con el ginecólogo...