Capítulo 5 Regreso a casa y siendo perseguida

Cuando Avery regresó a la habitación del hospital, encontró a Walter esperándola con los papeles en la mano. "Avery, estoy aquí para sacarte de este lugar hoy".

"¡Por fin! Pensé que nunca sería libre. Si tuviera que quedarme mirando estas paredes, me volvería loca". El alivio invadió a Avery, quien levantó los brazos sonriendo ampliamente.

Su energía ilimitada arrancó una risa sincera de Walter, que no pudo ocultar su alegría. Sus ojos se arrugaron y una brillante sonrisa iluminó su rostro.

En momentos así, pensó que su hermano era simplemente irresistible. Sin embargo, no pudo evitar notar lo frágil que se veía e hizo una promesa silenciosa de ayudar a su hermano a recuperar sus fuerzas en cuanto llegaran a casa.

Tras firmar los formularios de alta, Walter la condujo hasta un reluciente Cullinan estacionado junto a la acera.

El estado de ánimo de Avery cambió al instante en cuanto vio el Cullinan. Los recuerdos afloraron en su mente: subir a un coche así había cambiado su vida para siempre, dejándola atrapada en la enmarañada red de la familia Hudson.

Walter notó su vacilación. "¿Qué pasa?", preguntó con delicadeza, y la preocupación tiñó su voz.

Avery levantó la vista, y la incertidumbre titilando en sus pupilas, junto a su inocencia, le encogió el corazón a Walter, despertando en él un súbito instinto protector.

Un instante después, Walter pareció comprender. Frunciendo el ceño, se volvió hacia el chofer. "Devuelve este coche y traiga otro Rolls-Royce. De hecho, deshágase de todos los Cullinan de la casa. Avery no quiere volver a verlos".

"Eh...". Avery abrió la boca, sorprendida, ante la drástica decisión de su hermano. Siempre había sabido que la familia Hudson era inmensamente rica, pero aquello le parecía una exageración, incluso para ellos.

Walter pareció arrepentido. "Lo siento. Debí haber imaginado cómo te sentirías. No quise traer a colación ningún mal recuerdo".

Ella negó rápidamente con la cabeza. "En serio, está bien. Solo necesito un poco de tiempo, nada más".

Pero Walter no se dejó convencer. Su tono se tornó firme. "Ya has sufrido bastante. Ahora que estás en casa, te mereces lo mejor. De hecho, ¿qué te parecería un Lamborghini cuando lleguemos?".

Avery se le quedó mirando, atónita. "¡Walter, ni siquiera tengo carné de conducir!".

Él desestimó su preocupación con un gesto, y un brillo divertido asomó a sus ojos. "Eso es lo de menos. Te conseguiré el mejor instructor de la ciudad. En un mes estarás conduciendo por tu cuenta, te lo prometo".

Avery se hundió en el mullido asiento, a la vez abrumada y divertida por la extravagancia de su nuevo mundo.

Mientras cruzaban la ciudad, Walter comenzó a ponerla al día sobre la familia.

Resultó que, además de sus tres hermanos, también habían adoptado a una joven llamada Daniela Hudson.

Walter la observó, esperando su reacción. "Daniela es un amor. Estoy seguro de que te tratará como a su propia hermana pequeña".

Se relajó al ver que Avery no parecía afectada por la noticia. "Cuando desapareciste, papá y mamá estaban desesperados. Te buscaron por todas partes. Con el tiempo, encontraron a Daniela, que también había pasado por una situación muy difícil, y decidieron acogerla".

Avery le dedicó una sonrisa amable. "No te preocupes, Walter. No soy celosa. Me alegra que la hayan cuidado".

Él la miró con una mezcla de cariño y orgullo.

Para alguien que había sufrido tanto, su bondad era realmente admirable.

La sonrisa de Walter se ensanchó. "Papá, Felipe y Zacarías también volvieron a casa. Suelen tener un millón de cosas que hacer, pero no se perderían tu regreso por nada del mundo. Por cierto...".

Sacó una pequeña y elegante caja y se la entregó. "Te traje un pequeño regalo para celebrar tu alta. Anda, ábrelo".

Avery quitó el envoltorio y levantó la tapa. Dentro, un impresionante reloj: un Patek Philippe poco común, destellaba bajo la luz.

El gesto dejaba en claro que Walter no escatimaba en gastos cuando se trataba de ella.

"Señor Hudson, hay algo que debe saber". La voz serena del chofer, desde el asiento delantero, rompió el momento.

Walter levantó la vista y vio dos autos que los flanqueaban, ambos con las matrículas cubiertas.

Su expresión se endureció por un instante, pero al volverse hacia Avery, consiguió esbozar una suave sonrisa. Ella, completamente absorta, seguía examinando el reloj entre sus manos. "Anda, Avery. Pruébatelo en la muñeca. Si no te queda bien, te conseguiré otro".

A la vez, le hizo un gesto sutil al chofer.

Este comprendió la señal de inmediato y pisó suavemente el acelerador, aumentando la velocidad.