Días después, toda la hacienda Moreno bullía con los preparativos para la fiesta de cumpleaños de Dante, el evento que había elegido para mi ejecución pública. Paseó a Isabella por toda la ciudad, comprándole joyas y ropa, un espectáculo público para que todo el bajo mundo lo presenciara. Los susurros me seguían a todas partes; las miradas de lástima, las sonrisas burlonas. Los ignoré. Yo era un fantasma en mi propia casa, mi espíritu ya haciendo las maletas.
La noche de la fiesta, me vestí con un vestido sencillo y pálido. Sin joyas. Sin artificios. Era un lienzo en blanco, limpio de los colores vibrantes de esperanza y amor que una vez usé para él.
Cuando Dante hizo su gran entrada, la sala quedó en silencio. Se quedó allí, un rey en su dominio, con Isabella aferrada a su brazo. Era hermosa, toda ángulos afilados y gracia depredadora. A su lado había un niño pequeño y callado con ojos grandes y vacíos. Su heredero.
La mirada de Dante recorrió la habitación y se posó en mí. Vi un destello de algo en sus ojos, no culpa, sino una extraña inquietud. Esperaba una escena. Esperaba que yo fuera un desastre roto y lloroso.
Le di una sonrisa plácida.
Caminó hacia mí, la multitud se apartó ante él como el Mar Rojo. Se detuvo, imponente sobre mí, su presencia un peso físico.
-Alessia -dijo, su voz suave como el acero pulido-. Me gustaría que conocieras a Isabella. Mi mujer elegida. -Señaló al niño-. Y este es mi hijo. Mi heredero.
Eran dagas, cada palabra destinada a matar una parte de mí. Me negué a dejar que me sacaran sangre.
Hice una reverencia elegante y formal, mis ojos bajos en una imagen perfecta de sumisión. No me dirigí a él, sino a ella.
-Es un honor -dije, mi voz uniforme y clara-. Mi futura Reina de la mafia.
Los labios perfectamente pintados de Isabella se curvaron en una sonrisa triunfante. Ella tampoco esperaba esto. Quería una pelea.
-Qué amable de tu parte, Alessia -ronroneó, su voz goteando falsa simpatía. Se inclinó, el olor empalagoso de su perfume barato era una invasión-. Debes venir a nuestra ceremonia de unión oficial el próximo mes. Significaría mucho para Dante.
Levanté la cabeza, mi mirada finalmente encontrándose con la de Dante. Sus ojos eran oscuros, inquisitivos, tratando de descifrar el nuevo y vacío paisaje de mi rostro. No encontró nada.
-Sería un honor asistir -respondí, mi voz un eco hueco.