Capítulo 4 He estado pensando en regresar

"¿Hablas en serio?"

La emoción de Rubí se desbordaba por el teléfono, casi imposible de pasar por alto.

Natalie sabía que Rubí había dedicado cada momento de su vida a construir su estudio desde sus días universitarios. Su reputación había sido ganada con esfuerzo, y no había manera de que ella permitiera que se derrumbara sin luchar.

Natalie respondió: "Por la forma en que lo dijiste, pensé que estabas en algún tipo de problema. Solo llámame si necesitas ayuda. Tengo mucho tiempo libre ahora."

La emoción de Rubí se duplicó. No perdió tiempo en organizar los detalles, ansiosa de que Natalie pudiera cambiar de opinión.

La mañana llegó con las llamadas de Rubí sacudiendo a Natalie del sueño antes de que el sol terminara de salir.

Cuando Natalie finalmente llegó al estudio en taxi, encontró a Rubí esperando afuera, saludando tan efusivamente que era imposible no verla. Antes de que Natalie pudiera decir una palabra, Rubí corrió hacia ella y se aferró a su brazo, sujetándola con fuerza.

"¡Vamos, muévete! Todos adentro no pueden esperar para conocerte después de que les dije que podías reparar la pintura. Han estado aquí desde el amanecer, muriéndose por ver lo que puedes hacer."

La emoción juguetona de Rubí hizo que Natalie soltara una risa sin decir nada.

Al entrar, Natalie vio rápidamente que Rubí no había exagerado ni un poco. El lugar estaba lleno. Tan pronto como la puerta se abrió, todas las cabezas en la habitación se giraron para mirarla.

La mayoría de los rostros se veían acogedores, aunque algunos mostraban duda, preguntándose en silencio si alguien tan joven realmente podría reparar la pintura maltrecha que yacía sobre el escritorio.

Con toda la sala observándola atentamente, Natalie caminó directamente hacia la mesa y comenzó a examinar la obra. Era evidente lo deterioradas que estaban las cosas: manchas de edad, daños por agua y rastros de plagas mostraban los años de abandono.

"¿Tienes todo preparado para mí?" preguntó Natalie.

"¡Tenemos todo listo!" respondió Rubí, apurando a su personal para que le entregaran los materiales.

Aun con todas las miradas sobre ella, Natalie se mantuvo tranquila. Comenzó a limpiar la superficie con manos firmes, cuidando de no empeorar el daño.

Sus dedos gráciles destacaban sobre el papel quebradizo y amarillento, y la vista atrajo la atención del público como un imán.

Cada trazo transmitía certeza. Poco a poco, la pintura que antes estaba desvanecida recuperó su forma.

"¡Lo logró! Sus manos trabajan como magia. ¡Es increíble!"

El hechizo se rompió cuando alguien finalmente habló, y la multitud se agitó con renovada energía.

"¿Podrías revisar mi pintura también? Me gustaría agendar una cita."

"Puedo pagar doscientos mil si me ayudas.

" "¡Yo doy quinientos mil!"

Todo el estudio estaba lleno de voces ansiosas, cada persona esperando captar la atención de Natalie antes que los demás.

Cuando todas las tarjetas de presentación fueron intercambiadas, Rubí ya no pudo contener sus emociones.

"Elegante, ¿estás realmente segura de que no quieres hacer un regreso? Sin tu ayuda, este estudio nunca habría existido. Si no hubiera sido por tu matrimonio, ya habríamos llegado mucho más lejos."

Aunque habían pasado años desde que Natalie trabajó en el campo, su talento no había desaparecido. Su reputación aún la marcaba como una de las mentes más brillantes de la industria.

Presionando los labios, Natalie permaneció en silencio por un momento antes de hablar con cuidado.

"He dejado Grupo Thorpe, y en realidad he estado pensando en regresar. ¿Crees que hay espacio para mí aquí?"

Trató de que sus palabras sonaran ligeras, casi juguetonas, esperando aliviar la tensión en el aire.

Los ojos de Rubí se iluminaron, sorpresa y felicidad mezclándose en su rostro. Casi no podía creer lo que estaba escuchando.

"¡Es la mejor noticia! Realmente necesito a alguien como tú. Si te unes a mí, te asignaré proyectos, solo tomaré un diez por ciento de comisión, y te daré el treinta por ciento de las acciones. ¿Te parece justo?"

Escuchar términos tan generosos dejó a Natalie un poco desconcertada.

"Espera, las acciones..."

Rubí vio que Natalie estaba a punto de rechazar y se adelantó con una mirada decidida.

"Ni se te ocurra decir que no. Eres la razón por la que siquiera tengo este lugar. Te hice una promesa en aquel entonces, y la cumplí. Esto te pertenece por derecho."

Por una vez, la expresión de Rubí se volvió seria, y la sinceridad en sus palabras conmovió profundamente a Natalie, haciéndola sentir una oleada de gratitud.

"Rubí..."

"¡Basta! Si te sientes conmovida, solo quédate y ayúdame. Convirtamos este lugar en algo grande. Quiero demostrarle a mi papá que puedo hacerlo."

Con un levantamiento travieso de sus cejas, Rubí rompió la pesadez del momento.

Su exigencia juguetona hizo reír a Natalie, y ella asintió con firmeza, como si fijara su decisión en piedra.

Una vez terminado el trabajo del día, Natalie pensaba irse a casa para descansar. Pero Rubí insistió en celebrar en un restaurante elegante. Natalie cedió al final, pensando que un poco de conversación no haría daño.

Incluso bajo el atento cuidado de Rubí, Natalie, siendo la invitada de honor, terminó bebiendo mucho más de lo que pretendía.

Cuando las copas habían pasado varias veces, el mareo se apoderó de ella, y salió en busca de aire.

"¿Natalie? ¿Qué haces aquí?" llamó una voz familiar, tomándola completamente por sorpresa.