Obligada A Ser La Luna Del Alfa
img img Obligada A Ser La Luna Del Alfa img Capítulo 2 Búsqueda imparable
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Capítulo 6 Mi lealtad es total img
Capítulo 7 Barrio de Élite img
Capítulo 8 El hallazgo del reloj img
Capítulo 9 El punto de no retorno img
Capítulo 10 Arruinaste mi vida img
Capítulo 11 Regalo de agradecimiento img
Capítulo 12 Estoy dispuesto a matar img
Capítulo 13 El intento desesperado img
Capítulo 14 La confesión img
Capítulo 15 Me enamoré de ti img
Capítulo 16 Vampiros acechando img
Capítulo 17 Yo me haré cargo de ella img
Capítulo 18 Una familia junto a ti img
Capítulo 19 Mi nueva realidad img
Capítulo 20 El regreso img
Capítulo 21 Apoyar a la familia img
Capítulo 22 Mi lobo desesperado img
Capítulo 23 El nuevo Thomas img
Capítulo 24 El grito del Alfa img
Capítulo 25 Una fecha agridulce img
Capítulo 26 Deseo prohibido img
Capítulo 27 El enfrentamiento img
Capítulo 28 El rescate img
Capítulo 29 El regreso img
Capítulo 30 Celos ocultos img
Capítulo 31 La conversación incómoda img
Capítulo 32 El consejo de Alfas img
Capítulo 33 El primer beso img
Capítulo 34 Una amenaza menos img
Capítulo 35 Una guerra que pelear img
Capítulo 36 El llamado de la Luna img
Capítulo 37 Se acabó la distracción img
Capítulo 38 La muerte de un amigo img
Capítulo 39 La batalla final img
Capítulo 40 Final img
Capítulo 41 Epílogo img
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Capítulo 2 Búsqueda imparable

NARRA ASHER

-Hace falta más verduras en el minimarket. Preocúpate de arreglar eso, por favor -le digo a Wade cuando entra en mi oficina. Mi voz suena monótona, casi robótica. Boto unos papeles innecesarios que tengo sobre mi escritorio en el pequeño basurero a mi lado y ordeno mi cajón con una meticulosidad inusual. Es una forma de mantener mis manos ocupadas y mi mente alejada de la verdadera amenaza.

-¿Estás bien? -Wade sabe que no. Su olfato de beta no se engaña. El aire en la oficina está cargado con mi frustración, con el tufo a derrota que intento ocultar.

-¿Llamaste al médico? La mujer de Jack está con contracciones. Lo más probable es que dé a luz hoy, así que hay que tener todo preparado para que así sea -continúo, evadiendo su pregunta. Me pongo de pie y me acerco al estante con los cientos de libros que mis padres habían recolectado durante los años que vivieron en el castillo. El aroma a papel viejo, cuero y sabiduría es un consuelo familiar.

Mientras mis dedos recorren los lomos de los libros, mi mente divaga hacia la compleja relación que tenemos con los humanos. Saben de nuestra existencia. Hace muchos años, la revelación de nuestra condición desató una guerra brutal; nuestros antepasados tuvieron que enfrentarse a ellos cuando, al enterarse de lo que éramos, intentaron matarnos a todos. Fue una masacre para ambos bandos, grabada a fuego en nuestra historia. Sin embargo, décadas después, cuando los vampiros, una plaga aún más antigua y perversa, intentaron invadirnos a nosotros y a ellos, nos vimos en la obligación de juntarnos para luchar contra una amenaza común. Fue una alianza forzada, un pacto de sangre con criaturas a las que temíamos y despreciábamos. Y aunque después de aquello nuestra relación nunca se convirtió en una amistad verdadera, al menos puedo admitir que somos bastante cordiales unos con otros. Lo que no quiere decir que los humanos acepten del todo nuestra condición; en realidad, nos suelen tener bastante miedo, un miedo ancestral que se manifiesta en sus ojos cuando nos ven de cerca.

La parte buena de tener una relación cordial con los humanos es que, gracias a ellos, hemos podido actualizarnos con todo lo que tiene que ver con la tecnología. Tenemos computadoras y celulares que pueden conectarse a internet, lo que nos ha ayudado bastante con la comunicación entre otras manadas, nos ha permitido rastrear posibles amenazas y mantenernos al tanto del mundo exterior. También podemos contar con la ayuda de ellos cuando necesitamos un médico, un ingeniero o cualquier otro profesional que el conocimiento de nuestra manada no cubra. Porque aunque los viejos del pueblo sepan mucho y tengan demasiada experiencia con partos y hierbas medicinales, a veces es realmente necesario que un médico de profesión venga a entregarnos su ayuda con equipos avanzados que no poseemos.

-Tranquilo, ya lo llamé. Viene en camino. Estará aquí en un par de horas -respondió Wade, interrumpiendo mis pensamientos. Su voz me ancló de nuevo a la realidad inmediata de mis responsabilidades.

Asentí, sin apartar la vista de los libros. Continué en la biblioteca, buscando un tomo en particular. Uno que mis padres siempre guardaron en un lugar discreto, un volumen polvoriento y casi olvidado, del que nunca me hablaron, pero que sabía que contenía respuestas a preguntas muy específicas sobre el vínculo de mates. Creía que ese libro me ayudaría a entender muchas cosas, quizá a calmar la ansiedad que me corroía.

-¿Entonces? ¿Qué piensas hacer? -me preguntó Wade de nuevo, esta vez acercándose un paso más a mi escritorio. Sabía que esta era la conversación que quería tener, la que yo estaba evitando a toda costa. Había pasado ya casi una semana. Cinco días infernales desde que tuve aquella confrontación con el pueblo. Cinco días de silencio sepulcral, de miradas esquivas y de la certeza de que mi tiempo se agotaba.

-Esperar que pasen las semanas y después marcharme -le respondí, sin dirigirle la mirada. Sentía un vacío en el estómago. La idea era como un veneno que se extendía por mis venas, pero no veía otra salida-. Creo que Sam, el Alfa de la manada del Arroyo de Plata, me puede aceptar en su manada. Él siempre ha respetado mi linaje y es un buen tipo.

-¿Qué? -Wade preguntó, atónito. Su voz era un grito ahogado-. No, claro que no, Asher. Tú no te puedes ir. Este es tu hogar. ¡Esta es tu manada!

-No voy a poder seguir viviendo en el castillo cuando cambien de Alfa -repliqué, la amargura filtrándose en mi tono-. Tú sabes que la persona que debe vivir acá es quien está al mando de la manada. Son las reglas, Wade. Las reglas que yo mismo he defendido toda mi vida.

Me encogí de hombros, intentando restarle importancia al asunto, pero la verdad es que me dolía. Me dolía tanto que la garganta se me apretaba. Este era mi hogar. Aquí crecí, aquí mis padres me despidieron cuando me dejaron el puesto de Alfa y se fueron a vivir a Bélgica, buscando una vida más tranquila lejos de las responsabilidades. Este castillo, con sus viejas piedras y sus ecos de generaciones de Alfas, era mi historia. Pero las reglas del pueblo eran claras: quien reside en el castillo es el Alfa reinante, porque es el lugar más seguro y el símbolo de poder. No podía quedarme, no con Keegan paseándose por aquí como si fuera suyo.

-Pero no es necesario que te vayas de la manada. Hay muchas casas disponibles aquí -pude escuchar el estrés y la desesperación en su tono de voz. Él me era leal, su lobo era leal al mío, y esta situación lo estaba destrozando.

-No podría quedarme aquí mientras veo cómo otra persona está ocupando mi cargo, Wade -decir aquellas palabras hizo que me dieran ganas de vomitar. La imagen de Keegan, un crío, en mi asiento, tomando mis decisiones, era insoportable. Mi orgullo de Alfa se rebelaba.

-¿Y te vas a rendir así de fácil? ¿Así, sin luchar? -me espetó, su voz cargada de decepción.

-¡No puedes decir eso! -bufo, molesto, mi paciencia agotándose. Mis ojos brillaron con un destello plateado. Le recordé la verdad-. Llevo desde los dieciséis años buscando a mi mate. He explorado cada rincón, he seguido cada aroma, he consultado a cada anciana sabia. Si me rindo, Wade, es porque simplemente ya se me acabó el tiempo, no puedo hacer más. La Dama Luna ha dictado su sentencia.

Finalmente, encontré el libro que buscaba, un tomo antiguo con tapas de cuero descolorido. Lo saqué del gran estante y me dirigí a mi escritorio. Lo dejé sobre la mesa con un golpe seco y me puse mis lentes. Sí, soy un poco corto de vista, una pequeña imperfección que mi lobo compensa con una visión nocturna excepcional. Pero para leer letras pequeñas, los lentes eran indispensables.

-¿Y en eso vas a ocupar el poco tiempo que te queda? ¿En leer un libro? -Wade se acercó, su incredulidad era palpable.

-No es cualquier libro, Wade -le digo al abrirlo. Mis dedos se deslizaron por las páginas, buscando en el índice la sección que me interesaba. Encontré el apartado: "La Búsqueda Prolongada de un Alma Gemela". Fui directamente a esa página-. Esto habla de los mates y de por qué algunos tardan tanto en encontrarse.

Mis ojos recorrieron las líneas, mi corazón latiendo con una mezcla de esperanza y miedo.

-"Cuando se genera una búsqueda imparable de tu alma gemela, puede ser por dos razones..." -comencé a leer en voz alta, mi voz grave resonando en la oficina-. "...La primera, es que tu mate haya muerto. Aunque es muy extraño que tú no sientas eso, hay una pequeña posibilidad de que no hayas podido percibir su fallecimiento, ya sea por una barrera mágica o por su edad extremadamente temprana al morir".

Cierro los ojos con fuerza, el solo pensamiento de que mi mate pudiera estar muerta me revolvía el estómago. Deseo con cada fibra de mi ser que ese no sea mi caso. La idea de que mi lobo pudiera estar aullando por un fantasma era una tortura insoportable.

Abrí los ojos y seguí leyendo.

-"...La segunda razón, es que tu mate tenga una fuerte conexión con alguien más. Una conexión de amor o lealtad tan intensa que hace más dificultoso para la Luna poder juntarte con tu alma gemela, pues su corazón no está libre. Es como si el destino tuviera que luchar contra un muro de emociones ya establecidas". -Termino de leer, la última frase resonando con una frialdad desoladora. Miro a mi amigo, quien tiene una expresión un tanto incómoda. Suspiro, el aire pesando en mis pulmones-. Así que, o está muerta, o está enamorada de alguien más -murmuro, la resignación era un manto pesado sobre mí-. Definitivamente nada bueno me espera entonces.

IV. Un Último Intento

-Vamos, Asher. Todavía tienes tiempo para encontrarla -mi amigo intenta animarme, su mano se posa en mi hombro, ofreciendo un apoyo que aprecio, pero que en este momento parece fútil-. ¿Qué importa si está enamorada de alguien más? Yo sé que si así fuera podrías ganarte su amor. Tienes un carisma innegable, eres el Alfa.

Él no entiende. Su mate lo encontró joven, libre.

Suele irme bastante bien con las mujeres, mi posición y mi naturaleza de Alfa siempre han sido un imán. Pero tengo un código, uno que mi honor me impide romper: no me involucro con una mujer que ya tiene pareja. Jamás. Mi lobo me lo prohíbe. Jamás robaría la felicidad de otro. Así que dudo mucho que pueda conquistar a una chica que ya está enamorada de otra persona. No si quiero conservar el respeto por mí mismo.

-Claro, para ti es fácil decirlo porque ya tienes a tu mate -resoplo, retirándome ligeramente de su tacto. No era justo.

-No te desanimes -insistió Wade, su voz más suave-. Mira, ¿qué te parece si vamos a la ciudad? Conozco un bar genial, uno donde la gente va a olvidar sus penas. Podrías relajarte un poco, y quién sabe, quizás en un lugar inesperado...

-No, Wade. No tengo ganas de salir -la sola idea de un bar ruidoso, lleno de humanos y sus olores químicos, me revolvía el estómago. Mi lobo solo quería aullar a la luna y hundirse en la tierra.

-Vamos, acompáñame. Necesitas un respiro. Tu lobo necesita distracción.

-¿No puedes ir con Melissa? -pregunté, refiriéndome a su mate.

-Quiero salir con mi amigo -respondió con seguridad, una sonrisa pequeña en sus labios. Sabía que estaba tratando de sacarme del abismo, de que dejara de rumiar mis problemas en la soledad del castillo-. ¿Te animas? Es solo por una noche. Sin responsabilidades de Alfa, solo tú y yo.

Lo miré fijamente. Su determinación era inquebrantable. Y, a pesar de mi reticencia, una parte de mí, una muy pequeña, se preguntaba si la desesperación me obligaría a romper mis propias reglas. Ir a un bar humano. Ser solo Asher, no el Alfa. Quizás era una locura, o la única forma de escapar de esta prisión de mi propia mente, aunque fuera por unas horas. El tiempo se acababa. El libro no me había dado las respuestas que quería, solo más dilemas. ¿Qué otra opción me quedaba?

            
            

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