Vasti torció la boca al hablar. ¿Ese hombre era realmente el Sr. MacGyver? ¿Cómo podía ser? Y además un descarado, por haberla besado después de hacer sabe Dios qué con la rubia en el baño. Eso hizo que Vasti se sintiera aún más disgustada.
-Señorita...
-¡No! Después de lo que pasó en el baño, subirme a su auto no me parece la mejor opción -Vasti le ofreció una sonrisa forzada.
Ella no negaría que el beso había sido increíble, dejando su cuerpo en llamas, pero él no necesitaba saberlo, y darle oportunidad a que eso se repitiera sería una tontería.
Él se acercó y cubrió la mano de ella -la que sostenía el celular-, pero de forma delicada.
-Por favor -pidió, mirándola con el rostro serio-. Prometo comportarme.
Vasti lo miró, luego miró el auto, después la calle. El lugar era muy concurrido durante el día, pero no por la noche. Y ella lo sabía. El sitio estaba, en efecto, medio vacío. Sería una estupidez quedarse sola ahí. Además, había cámaras... Él no haría nada malo, ¿cierto? Se sabría que había sido él.
-Ok -finalmente aceptó.
Vasti pasó junto a él y se sentó en el asiento del pasajero. Él cerró la puerta por ella y Vasti se colocó el cinturón de seguridad, esperando a que él entrara al vehículo. Ella no entendía de autos, pero ese definitivamente era un auto de gente rica. Los asientos de piel, el tablero lleno de botones táctiles y una pantalla integrada.
Él entró, cumplió con los requisitos antes de iniciar el trayecto y encendió el auto.
Después de unos minutos, sin mirarla, él dijo:
-Eres bastante rebelde, ¿no es así?
-¿Cómo? ¿Por qué dice eso? -preguntó ella, curiosa.
-Por la manera en que me respondiste. No solo ahora, al negarte, sino también más temprano, en el baño.
Al oír la mención del baño de la discoteca, ella se sonrojó y miró sus manos, pero enseguida volvió a mirar hacia adelante. No demostraría debilidad.
-Eso no fue rebeldía -respondió tranquilamente-. Solo me defendí. Y, sobre mi negativa, no fui rebelde. No es como si tuviera que obedecerle.
-Al señor -él la corrigió.
-No estamos en el trabajo. "A ti".
Él rió.
-Como dije, rebelde.
Vasti miró por la ventana y vio que estaban cerca de su vecindario, y solo entonces cayó en cuenta de algo.
-Ah... Yo no dije dónde vivo.
-No hace falta -él respondió él rápidamente, como si no fuera nada importante.
-¿Cómo que no? ¿Va a estar dando vueltas sin rumbo?
-Sé dónde vive, Señorita Vasti Phillips.
Él lanzó una mirada rápida hacia ella antes de estacionar cerca del edificio.
Ella lo miró, sorprendida. Él la había llamado por su nombre y ella aun no sabía el de él. Solo, talvez, Sr. MacGyver.
-¿Por qué sabe mi dirección? -preguntó, pausada, sintiendo el pánico instalarse en su pecho.
-Es mi empleada. Sus datos están en Recursos Humanos.
Ella lo miró incrédula y entrecerró los ojos.
-Entonces, ¿me está diciendo que sabe la dirección de todos los empleados bajo su mando? Qué impresionante -por supuesto estaba siendo sarcástica.
El hombre se soltó el cinturón y se giró hacia ella.
-Solo de los que me interesan.
La mirada de él era, otra vez, muy profunda. No apartaba los ojos de los de ella, pero era como si la desnudara ahí mismo.
-Gracias por el aventón, Sr....? -dijo ella, dejando abierta la invitación.
-Buenas noches, señorita Phillips -repitió él con seriedad.
Él entendió perfectamente lo que ella pedía, pero decidió ignorarlo. Ella debería saber su nombre. Él era su jefe. Era, incluso, ofensivo para él que su empleada desconociera ese dato.
-¿Su nombre? Por favor -insistió ella.
Vasti sabía que el dueño de la empresa era el Sr. MacGyver. Pero no sabía el nombre de ese hombre, aunque trabajara en el mismo piso que ella y, aparentemente, fuera uno de los superiores. No podría ser EL Sr. MacGyver, si?
-¿Sabe cuál es mi cargo en la empresa?
-En realidad, no. No sé quién es usted, además de ser el hombre que me despidió y luego me dijo que tendría mi empleo de vuelta. Por cierto, ¿cómo hará eso? ¿Habló con el Señor MacGyver tan rápido a estas horas?
Él se inclinó hacia ella y le susurró al oído.
-Adonis -la miró y guiñó un ojo-. Adonis MacGyver, el Presidente de la empresa.
El aliento cálido de él, la respiración, hicieron que ella cerrara los ojos y suspirara. Se recriminó por eso.
"Dios mío... ¡El mismísimo diablo! Cálmate, Vasti, cálmate."
-Buenas noches -susurró ella, colocando la mano en la manija de la puerta, pero él la detuvo, sujetándola.
-Voy a enseñarte modales, jovencita. Es "Buenas noches, señor" -él apartó el rostro y la encaró- Vas a aprender.
Dándole un beso corto en los labios, permitió que ella abriera la puerta. Vasti salió del vehículo con las piernas temblorosas.
-¿Y señorita Phillips? -la llamó él, haciendo que ella se volviera-. ¡Lila!
Lo dijo, subió la ventana del auto y se fue.
Ella se quedó ahí, mirando la calle, incluso después de que el auto desapareciera.
-¡Loco! ¿Qué quiso decir con "Lila"?
Dentro del auto, Adonis sonreía.
"Muy bien, ¿quiere jugar? Juguemos", se dijo a sí mismo. "¡Es demasiado hermosa! Tal vez..."
De regreso a casa, Vasti estaba frustrada. Recordó cómo había sido despedida por culpa de ese mismo hombre.
*MÁS TEMPRANO ESE DÍA*
Vasti estaba más que feliz con el nuevo empleo, aunque fuera temporal. Necesitaba cuidar de su abuela enferma, y ese dinero sería la salvación de ambas.
Había chocado con un hombre muy guapo camino a Recursos Humanos, y él había sido grosero. No pensó mucho en eso, pero, cuando decidió tomar agua, ni siquiera había terminado de girarse con el vaso en la mano cuando alguien la empujó hacia atrás. El agua, claro, se derramó sobre ella.
-¿Tú otra vez? -la voz irritada del hombre hizo que Vasti levantara la vista. ¡Era el mismo hombre de más temprano!
Él miró la blusa de ella y luego volvió a mirarla al rostro. Alzó una ceja y pasó junto a ella, con una expresión que Vasti solo pudo interpretar como asco.
Vasti cubrió su pecho con la mano y fue al baño. El hombre que le había parecido tan atractivo no era más que un asqueroso.
"¡De todos los lugares, ese hombre tenía que trabajar en el mismo piso que yo!", se lamentó mentalmente.
Antes de que pudiera sentarse en su silla, Heidi, la mujer responsable del sector y quien la estaba entrenando, le pidió que fuera a su oficina.
-Sí, ¿qué ocurrió? -preguntó Vasti, después de tocar la puerta para anunciar su llegada.
Heidi se frotó las manos, nerviosa, y mordió su labio. Vasti sintió un vacío en el pecho.
-Ah, ni siquiera sé cómo decir esto. Pero... yo solo sigo órdenes, ¿ok? Estás despedida.