"No ahora, por favor," pensó mientras dejaba que el teléfono vibrara en la mesa. Sin embargo, sabía que no podía evitarlo por mucho tiempo. La familia era, al final, el único peso que nunca había podido dejar atrás. Le dio un vistazo a la pantalla una vez más, y la mano que tenía sobre el teléfono cedió, aceptando la inevitabilidad de la conversación. Contestó.
-Hola, papá -dijo Valeria con voz firme, pero con una pequeña grieta de desgano en la tonalidad.
-Valeria, querida, ¿cómo estás? -su padre, siempre con su voz profunda y controlada, comenzó de la manera habitual, pero sabía que venía una de esas conversaciones. Aquellas que la hacían sentir que la vida fuera de la oficina no era más que una serie de expectativas a las que siempre debía adaptarse.
-Bien, papá, todo en orden -respondió Valeria, tratando de ser breve. Su mirada pasó por la ventana de su oficina, observando el ajetreo de la ciudad, pero sin realmente ver nada. Solo la sensación de que cada día se volvía más monótono.
-Me alegra oírlo. Pero tengo que hablar contigo sobre algo importante, algo que no podemos seguir ignorando -su padre dijo esto con la tranquilidad de quien ya había dado la charla varias veces.
Valeria sintió que su pulso aumentaba. No era la primera vez que tocaban este tema, pero algo le decía que esta vez sería diferente. No había manera de evitarlo.
-¿De qué se trata? -preguntó, intentando mantener la calma mientras se acomodaba en su silla, esperando lo peor.
-He estado pensando, Valeria -su padre hizo una pausa, como si estuviera tomando aire antes de lo inevitable-. Este asunto del matrimonio... Es hora de que cumplas con tus responsabilidades. No podemos seguir adelante sin que tomes las decisiones correctas. Tienes que casarte.
Las palabras de su padre cayeron pesadas en su mente, como una tonelada de ladrillos que se estrellaban contra una estructura ya debilitada. En su cabeza, la idea de casarse siempre había estado allí, pero nunca había sido una prioridad. No podía entender cómo su padre podía seguir insistiendo en ese tema, cuando ella tenía una vida que había construido sola, a fuerza de esfuerzo y sacrificio.
-Papá, ya te he dicho que no es el momento. Mi vida está enfocada en Torres Tech, en mi carrera. ¿No ves lo que he logrado? -su voz se alzó, con un dejo de frustración. Sin embargo, sabía que su respuesta no cambiaría nada.
-Lo que has logrado es admirable, Valeria, pero hay cosas más importantes en la vida que los números y el éxito empresarial. La familia es lo primero, y ya es hora de que asumas tu lugar como la mujer que eres. Eres la única heredera de todo esto, y no puedes hacerlo todo sola. Necesitas un compañero, alguien que esté a tu lado.
Valeria apretó los dientes. No podía creer que su padre estuviera diciendo esto. Sabía que él siempre había sido tradicionalista, pero la insistencia comenzaba a ser insoportable.
-No entiendo por qué tienes que seguir insistiendo en eso -contestó, buscando mantener la calma, pero su tono estaba cargado de incredulidad-. No necesito a nadie para mi vida. He trabajado demasiado para llegar hasta aquí, y no voy a dejar que nadie me detenga.
Su padre suspiró, y en su respiración Valeria pudo sentir una mezcla de exasperación y decepción. Sabía lo que su padre esperaba de ella. Había estado presionándola durante años para que cumpliera con el legado familiar, para que fuera una mujer "completa", en sus términos. Eso significaba matrimonio, hijos, una vida familiar tradicional, y todo lo que Valeria había aprendido a rechazar.
-Valeria, no estoy pidiéndote que renuncies a tu empresa, ni que dejes de ser quien eres. Lo que te pido es que encuentres un equilibrio. La vida no es solo trabajo. Te mereces alguien que te apoye, que te complemente. No puedes hacerlo todo sola. Necesitas a alguien que se haga cargo de lo que tú no puedes controlar. Una esposa no es solo una socia en los negocios. Es la pieza que te falta para ser verdaderamente feliz. La imagen completa.
Valeria sintió cómo se le apretaba el pecho. Las palabras de su padre la lastimaban más de lo que le gustaría admitir. La presión de las expectativas familiares era una carga constante. Durante años, había tenido que luchar contra esas expectativas, demostrar que podía ser la mejor sin tener que depender de nadie. Pero ahora, con cada conversación como esta, se sentía como si estuviera fallando.
-Papá, ya te lo he dicho. No me interesa casarme. Mi vida no se trata de cumplir con tus expectativas ni con las de nadie. Yo tengo mis propios objetivos, mis propias prioridades. Y el matrimonio, para mí, no es una de ellas -respondió Valeria, intentando que su tono fuera firme, pero sin dejar que la vulnerabilidad se filtrara.
Hubo un silencio en la línea. Su padre no parecía sorprenderse, pero Valeria podía escuchar el peso de sus palabras, como si estuviera evaluando cada respuesta que daba.
-Entiendo que te sientas así, hija. Pero, ¿realmente te crees feliz con todo eso? -preguntó él, esta vez con suavidad, casi como si estuviera hablando a la persona que había criado, no a la mujer de negocios que ella había llegado a ser.
Valeria cerró los ojos por un segundo. Su vida estaba llena de logros, pero vacía de los pequeños momentos de alegría que solo el amor y las conexiones personales podían brindar. A pesar de todo su éxito, no podía evitar sentirse sola. Había sido tan fuerte, tan independiente, que había construido un muro a su alrededor. Un muro que la mantenía a salvo de las emociones, pero que también la aislaba de los demás.
-¿Qué quieres que haga, papá? ¿Casarme con cualquiera solo para cumplir con lo que esperas de mí? ¿Qué sentido tiene eso? -respondió, incapaz de esconder su frustración.
-No es cualquier persona, Valeria. Sabes que el matrimonio no solo se trata de amor. Es una alianza, una forma de garantizar la estabilidad de la familia y de los negocios. Tienes que pensar en el futuro. Tú y yo sabemos que hay muchas cosas en juego. Lo que te pido es que pienses en lo que está en juego para todos, no solo para ti.
Valeria frunció el ceño. "Estabilidad", "futuro"... todo eso le sonaba tan ajeno. ¿Por qué su vida tenía que ser una constante cadena de decisiones dictadas por la familia, por las expectativas que se habían impuesto sobre ella desde que tenía memoria?
-No necesito un matrimonio para ser exitosa, papá. Puedo tener éxito y ser feliz sin seguir el camino que tú me marcas -dijo, con determinación, aunque la voz se le quebraba un poco.
El silencio en la línea fue largo, demasiado largo. Finalmente, su padre habló con una seriedad que hizo que el corazón de Valeria se acelerara.
-Valeria, sé que crees que lo tienes todo bajo control, pero la vida no se trata solo de lo que uno puede lograr. A veces, lo que necesitamos es un compañero. Y si no lo encuentras por ti misma, lo buscaré por ti.
El tono de su padre fue tan frío y calculado que Valeria se quedó sin palabras. Lo conocía bien. Si decía que iba a buscar algo, lo haría. No era la primera vez que él había intervenido en su vida personal, pero ahora parecía más decidido que nunca.
-Papá, no te atrevas -dijo ella, con una mezcla de incredulidad y rabia. Nunca había sentido tanta frustración hacia él. La idea de que pudiera imponérsele una elección de pareja era algo que no estaba dispuesta a aceptar.
-Lo haré si es necesario. Quiero lo mejor para ti, hija. Y el tiempo de hacer todo por tu cuenta ha pasado. No puedes seguir siendo tan... independiente. Tienes que ser una mujer completa, Valeria. Y eso incluye casarte.
Valeria colgó el teléfono sin despedirse. El silencio de su oficina parecía envolverla, más pesado que nunca. Sabía que su padre no dejaría de presionar. Pero lo que más le dolía era la sensación de que, por mucho que lo intentara, siempre estaría atrapada en las expectativas de los demás.
¿Qué más podía hacer? ¿Podría seguir luchando contra las expectativas de su familia y, al mismo tiempo, encontrar un equilibrio en su vida personal y profesional? La pregunta retumbaba en su mente mientras se sentaba en su escritorio, mirando por la ventana, sin poder encontrar una respuesta.