No lo era, porque siempre había sido una mujer de objetivos, de determinaciones claras, de hacer que las cosas sucedieran bajo su propio control. Sin embargo, en ese momento, había dado un paso en dirección opuesta a todo lo que conocía.
Cuando la noche llegó, Valeria se encontró frente al espejo de su vestidor, observándose con detenimiento. Elegir el atuendo adecuado para una cita a ciega no parecía tan sencillo como pensó que sería. No quería parecer demasiado arreglada, pero tampoco quería verse desinteresada. Al final, optó por un vestido negro sencillo, elegante, pero cómodo. El escote discreto y la tela fluida la hacían sentir como si fuera más de lo que en realidad era, un contraste entre la mujer exitosa que era en su vida diaria y la mujer vulnerable que, al parecer, estaba dispuesta a salir en busca de algo que ni siquiera sabía qué era.
El coche llegó puntualmente a la entrada de su edificio, y mientras se acomodaba en el asiento trasero, un sentimiento de inquietud comenzó a crecer en su estómago. A pesar de la insistencia de Clara, a pesar de la sonrisa confiada de su amiga, Valeria no podía dejar de preguntarse si realmente estaba haciendo lo correcto. "Esto no tiene sentido," pensaba, pero en lugar de quedarse en casa, mirando su reflejo vacío en la pantalla de su computadora, se dispuso a enfrentar la noche. Lo peor que podía pasar era una cita aburrida, algo con lo que ya había lidiado en el pasado, no tan diferente de las reuniones de trabajo a las que a menudo se veía forzada a asistir.
El restaurante al que Clara había elegido estaba en una calle tranquila, rodeado de edificios antiguos y árboles que parecían observar cada paso de la ciudad. Era un lugar encantador, discreto y acogedor, con luces tenues y una atmósfera relajada. Valeria, al llegar, respiró profundamente, intentando calmar el nerviosismo que sentía. En su mundo, nunca había lugar para algo tan efímero como las citas. Sus días siempre estaban llenos de reuniones, negociaciones, y decisiones de alto impacto. Pero aquella noche, por alguna razón, se sentía vulnerable, más desconectada de sí misma que nunca. Y eso la asustaba.
La puerta del restaurante se abrió suavemente cuando Valeria entró, y al instante, la cálida luz del lugar la envolvió. Clara estaba esperándola, como siempre, con su energía desbordante. Estaba sentada en una mesa junto a la ventana, observando el menú como si no pudiera decidir qué pedir. En cuanto la vio entrar, Clara levantó la mano con una gran sonrisa, y Valeria, aunque algo aprensiva, le devolvió el gesto.
-¡Por fin llegas! -dijo Clara con un tono juguetón, levantándose para abrazarla.
-No te hagas ilusiones, no he venido para cambiar mi vida -respondió Valeria, tratando de mantener la postura, aunque una pequeña sonrisa se asomaba en sus labios.
Ambas se sentaron y rápidamente la conversación se desvió hacia temas triviales. Los últimos chismes sobre amigos en común, la familia, las preocupaciones por la política actual. Valeria disfrutó de la distracción, aunque seguía con el pensamiento un poco nublado, algo en su interior seguía inquieto. No era tan sencillo como distraerse, y lo sabía. Pero no quería pensarlo demasiado.
Minutos después, el hombre llegó. Valeria estaba mirando su copa de vino cuando vio la figura de un hombre acercándose a su mesa. Tenía el cabello oscuro, ligeramente despeinado de forma natural, y una sonrisa fácil en su rostro, una de esas sonrisas que indicaban que el hombre estaba cómodo con lo que era. Pero algo no cuadraba. La forma en que caminaba, la manera en que se acercaba... todo parecía familiar. Y entonces, cuando levantó la vista y sus ojos se encontraron, Valeria sintió una sacudida en su pecho.
Era él. Marco.
El mismo Marco que había sido su primer amor. El mismo Marco que la había dejado años atrás, sin una palabra de explicación. El hombre con el que había compartido sueños, caricias y promesas que se desvanecieron en la nada cuando sus caminos se separaron sin previo aviso. El hombre que ella había amado, y que de alguna manera, había marcado la pauta para todas las relaciones que tuvo después.
La confusión recorrió su rostro al instante. No era posible. ¿Cómo había terminado siendo él? ¿Clara sabía? Pensó, pero antes de que pudiera hacer una pregunta, Marco ya estaba frente a ella, extendiendo la mano con la misma sonrisa relajada.
-Hola, Valeria. Qué sorpresa verte aquí -dijo Marco, con un tono que era a la vez casual y algo tímido. Su voz tenía la misma suavidad que recordaba, y el mismo acento que se había quedado en su memoria después de todos estos años.
Valeria se quedó en silencio unos segundos, como si no pudiera procesar lo que estaba pasando. Su mente estaba a mil por hora, buscando una respuesta lógica, buscando una excusa, cualquier cosa que le permitiera escapar de ese momento incómodo.
-¿Marco? -preguntó, casi en un susurro. La incredulidad era evidente en su voz.
-Sí, soy yo -respondió Marco, con una leve sonrisa. No parecía tener la misma sorpresa que ella. Estaba tranquilo, como si nada fuera raro en la situación. Pero para Valeria, todo estaba mal. Su corazón latía más rápido, su mente estaba en shock, y la idea de que estuviera ahí, con él, después de tantos años, era como una broma de mal gusto.
Clara, al ver la expresión en el rostro de Valeria, comenzó a reír, pero con nerviosismo.
-¡Ay, no! No te lo dije, ¿verdad? Lo siento, Val, pero lo veía tan obvio que no me imaginé que no lo sabías. Creo que era el destino, ¿no? -dijo Clara, mirando a Marco con una sonrisa traviesa.
Valeria se sintió atrapada, entre la sorpresa, la incomodidad y una mezcla de emociones que no lograba procesar. ¿Cómo había terminado con él en una cita a ciega? ¿Qué juego estaba jugando Clara?
-Creo que nunca me dijiste que era él... -respondió Valeria, su voz temblando ligeramente, aunque estaba intentando que su tono fuera controlado.
Marco se sentó en la silla, pero había algo en su postura que le daba la sensación a Valeria de que él también estaba evaluando la situación. Sin embargo, no había signos de arrepentimiento en su rostro, ni de incomodidad. Era como si estuviera disfrutando del reencuentro, de ver a Valeria otra vez, después de tanto tiempo.
-Bueno, supongo que ya es tarde para irnos -dijo Marco, con una risa nerviosa, pero al mismo tiempo, relajada. Como si nada fuera a impedir que la noche continuara como estaba planeado.
Valeria no sabía qué hacer. Su mente luchaba por mantenerse centrada, por no dejarse arrastrar por el torrente de recuerdos que comenzaba a inundarla. ¿Por qué ahora? pensaba. ¿Por qué él?
-Bueno, pues... -Valeria se interrumpió a sí misma. Había tomado la decisión. Ya no podía retroceder. - Supongo que si Clara nos ha reunido, habrá que hacerle caso. Al fin y al cabo, esto no deja de ser una cita a ciega, ¿no?
Marco asintió, con una leve sonrisa que parecía transmitir tanto nostalgia como simpatía. Y, en ese momento, Valeria se dio cuenta de que no podía seguir escapando del pasado. La cita había tomado un giro inesperado, pero, tal vez, también había algo de verdad en la idea de Clara: distraerse un poco, salir de la rutina. Solo que no esperaba que la distracción viniera con un ex en la ecuación.
La cena continuó, y aunque Valeria no estaba completamente tranquila, aceptó la situación. Lo que no sabía era que esa noche marcaría el comienzo de un nuevo capítulo, uno que la obligaría a confrontar los sentimientos que creía haber dejado atrás.